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Un proyecto de la Orquestra del Caos
Con el soporte de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID)


Sonidos en Causa > Campaña de recogida de datos en el Pacífico Norte, Zona Central y Caribe Sur de Costa Rica                                Archivos en mp3

Campaña de recogida de datos en el Pacífico Norte, Zona Central y Caribe Sur de Costa Rica

Costa Rica es un país pequeño que aloja múltiples contextos geográficos y humanos. En esta campaña, decidimos abarcar tres zonas distintas con paisajes sonoros que previamente habíamos asumido como especialmente diferenciados.

Las tomas del Caribe Sur dieron comienzo en Limón, el puerto más importante que Costa Rica tiene en ese mar, y continuaron por Cahuíta, Puerto Viejo y Manzanillo, las poblaciones que encontramos en la costa Este del país en nuestro trayecto hacia la frontera con Panamá. La actividad humana es particularmente distinta en Limón. Cahuíta y Puerto Viejo son centros turísticos que, desde el punto de vista sonoro, se parecen mucho, si bien, la Reserva de Cahuíta tiene sus particularidades sonoras a causa de las actividades de los visitantes. Manzanillo, donde diríase que el turismo no ha penetrado tanto como en las más próximas a Limón, es la última población antes de la frontera Panameña.

El Pacífico norte es quizá la zona más seca del país. La población más importante es La Cruz. Nuestras tomas empezaron allí. Primero, en dirección a Cuajiniquil y al Parque Nacional de Santa Rosa, una reserva importante de bosque seco, y luego hacia el Parque Nacional Nuboso de Guanacaste. Las actividades ecoturísticas son en esa zona aún incipientes. De hecho, a pesar de que el Gobierno prevé una reconversión de la región hacia el ecoturismo, aún hay bastante actividad pesquera en Cuajiniquil.

De la zona centro, escogimos como punto relevante la Reserva la Tirimbina, donde llevamos a cabo un gran número de registros que complementamos con los realizados más tarde en los volcanes Irazú y Turrialba, éste último, en erupción.

Personas que han colaborado en la campaña de Costa Rica

Otto Castro, Compositor y Gestor Cultural. Coordinador General de la Red Costarricense de Arte Sonoro (Oscilador)
Catiana García, Historiadora del Arte. Fundación Fundavínculo
Alex Arias, Fotógrafo
Bernal Rodríguez, Biólogo. Director de la Reserva la Tirimbina
Melqui Gamba, Biólogo de la Reserva la Tirimbina
Jurgen Ureña, Coordinador General de Teorética.
Iliana Araya Ramírez, Profesora de la Facultad de Ciencias Geográficas. Campus Omar Dengo
Carlos Hernández, Gerente General de la Reserva Biológica Bosque Nuboso Monteverde
Yoryineth Méndez Corrales, Coordinadora de Investigación de la Reserva Biológica Bosque Nuboso Monteverde
José Antonio Araya, Profesor de la Facultad de Física . Campus Omar Dengo
Carlos Couto Diéguez, Director del Centro de Cultura de España en San José de Costa Rica.

Actividades llevadas a cabo durante la estancia en Costa Rica

Seminario Caminos del impacto del desarrollo humano en el paisaje sonoro

1. Lunes 19
Introducción al fenómeno sonoro . Psicoacústica
Anatomía y fisiología.
Objeto sonoro
Paisaje sonoro
Acústica. Ejercicios de escucha

2. Martes 20
Trabajo de campo y formas de enfrentarse al paisaje sonoro.
10 preguntas a un oyente.
Enfrentamiento a un sonido de un paisaje y descripción posterior
Análisis de las descripciones
Máquinas

3. Miércoles 21
Trabajo de campo
Enfrentamiento a todo un paisaje sonoro. Repertorio de fuentes durante el tiempo de escucha.
Grabación de un paisaje sonoro desde el mismo punto. Toma de notas en tiempo de grabación.
Grabación coordinada tipo sonidos en causa. Toma de notas en tiempo de grabación.

4. Jueves 22
Análisis de lo obtenido el día anterior. Catalogación. Posibles vías de desarrollo.

Conferencia. Instalaciones Sonoras. Centro de Cultura de España en San José de C. Rica.

Conferencia. Sonidos en Causa. Viernes 23 . Conservatorio del Campus Omar Dengo.

Desarrollos ulteriores relacionados con este viaje

La Tirimbina

En conversaciones con el biólogo Melqui Gamba, éste manifestó gran interés por alojar una de nuestras estaciones de envío periódico de señal sonora a Internet. La Tirimbina, uno de los objetivos característicos de nuestro proyecto por ser un ejemplo de lugar donde desde hace poco hay actividad económica, dispone de un buen acceso a Internet. Es una reserva privada que, si al principio tuvo que financiarse con subvenciones estatales, en la actualidad se sostiene gracias al ecoturismo y a la actividad docente que se lleva a cabo en sus instalaciones con alumnos procedentes de todo el mundo.

Departamento de Ciencias Geográficas . Campus Omar Dengo

La profesora Iliana Araya, del Departamento de Ciencias Geográficas del Campus Omar Dengo nos transmitió su deseo de acoger el archivo generado por Sonidos en Causa para que sus investigadores tuvieran pleno acceso a él. Es ésta una posibilidad interesante que debemos estudiar con detenimiento, ya que se trata de un modelo que podría reproducirse en otros contextos universitarios y de investigación.
Teorética

Teorética es una entidad independiente que promueve el arte contemporáneo en San José de Costa Rica. Disponen de un edificio donde, además de las salas de exposición, hay una mediateca. En una larga conversación con Jurgen Ureña, Coordinador General de Teorética, llegamos al acuerdo de realizar en ese espacio una actividad basada en los archivos de Sonidos en Causa. Se articularía a partir de la realización de un seminario de Paisaje Sonoro para autores costarricenses, con la finalidad de que como resultado se produjeran obras basadas en los sonidos procedentes de los archivos recogidos en las campañas. Los trabajos serían expuestos durante un tiempo aún indefinido en el espacio de Teorética. Por sus características acústicas, es el lugar idóneo para la instalación de un dispositivo octofónico de pequeñas dimensiones con las mejores y más cómodas condiciones de escucha y recogimiento.

Oscilador. Red Costarricense de Arte Sonoro

Otto Castro, Coordinador General de Oscilador, nos asistió y acompañó en las grabaciones durante la primera parte de esta campaña. Con él estuvimos trabajando la posibilidad de que los asociados a esa Red Costarricense de Arte Sonoro dispusieran de acceso a los archivos de Sonidos en Causa, para la realización de una serie de obras de arte sonoro que serían presentadas en un contexto aún por definir. También fungió como organizador y gestor del Seminario . Caminos del impacto del desarrollo humano en el paisaje sonoro, que dimos en el Centro de Cultura Española de San José.

Próximas Campañas

Brasil . Goiãnia . Goias. La campaña de Brasil tuvo lugar hace aún menos de un mes.
Argentina . Quilino (Córdoba) . Saltos del Moconá – Soberbio (Misiones). En el momento de finalizar esta memoria, damos comienzo a esta nueva campaña.
México . Chimalapas
Chile. Rio Baker
Cuba . La Habana . Sierra Maestra

Diario de actividades y tomas de sonido

Por diversas razones, no todas las localizaciones se asocian a algún archivo de audio. Por ejemplo, las grabaciones nocturnas realizadas en ausencia aún no han sido subidas a la red. En breve lo serán. Sin embargo, en la mayoría de ocasiones sí ocurre y, en ese caso, el vínculo al documento mp3 correspondiente aparece siempre bajo el nombre de la localización. Conviene señalar aquí que los archivos en formato mp3 no son los ideales para la escucha del paisaje sonoro y que muy pronto se dispondrá en las sedes de la Red de Centros Culturales de AECID de copias de los archivos originales grabados a 24 bit de resolución y 48kHz de frecuencia de muestreo.

El servidor de archivos está activo todos los días, de 12.00 a 03.00, hora española.

Por supuesto que los archivos de esta página pueden ser empleados libremente en todo tipo de proyectos. Sin embargo, conviene tener en cuenta que el empleo de alguna información del presente archivo genera el compromiso de cumplir tres requisitos. El primero es la cita de la procedencia del material empleado en todas las publicaciones : Proyecto Sonidos en Causa de la Orquesta del Caos, el link en Internet: http://www.sonoscop.net/sonoscop/sonidosencausa/ y el logotipo de la Orquesta del Caos. El segundo, que el trabajo realizado a partir del material descargado sea enviado al archivo Sonoscop con el permiso explícito de consulta pública. El último requisito consiste en dar permiso a la Orquesta del Caos para incluir el trabajo en la programación de Zeppelin-Festival de Proyectos Sonoros, en el caso de que la dirección del festival lo considere oportuno.

Para llevar a cabo este intercambio de información, los usuarios interesados en el empleo de estos documentos deberán escribir un correo electrónico a caos@sonoscop.net

04.04.2010

N41.17.340–E002.04.00 . 06.25 . 04.04.2010
No se tomó sonido
Aeropuerto de Barcelona

No había ventanilla para viajar a San José. Sí, para Madrid. Pero en el ala; así que, entre esto y que está nublado, no vamos a ver nada. Con lo que nos gusta, tanto a Carlos como a mí, mirar por la ventanilla!

De hecho, llueve. Y ahora resulta que la presidenta del parlamento vasco se pregunta si el preservativo evita el SIDA en África. Alguien habrá encontrado más trazas de financiación ilegal del PP en las nuevas pruebas del caso Gürtel y se impondrá desviar la atención hacia otras cosas.

N40.29.51-O003.34.3 . 11.13 . 04.04.2010
No se tomó sonido
Aeropuerto de Madrid

En el terminal 4 de Madrid, la puerta U59 no está en ningún rótulo. La señalización sólo llega al número 51. Uno tiene que inventarse dónde está. El embarque, previsto para las 11, aún no ha terminado.

05.04.2010

N09.56.04–O084.3.38 . 11.00 . 05.04.2010
No se tomó sonido
Mall de San Pedro . San José de Costa Rica

En la conversación que esta mañana hemos tenido con Otto Castro mientras hacíamos la cola infinita del banco, ha habido tiempo para hablar de casi todo. Entre otras cosas, ha quedado claro que vamos a tener que tomar Malarone. Nuestro primer objetivo es Limón. A partir de allí nos espera un recorrido a lo largo de la costa caribeña hasta casi llegar a Panamá. Es justo la zona de peligro de infección palúdica. Me preocupan esos potingues por el peligro de reticulocitosis. No estoy muy alto de eritrocitos, pero en fin, habrá que hacerlo, porque peor sería pillar la malaria. O no ; de la reticulocitosis a la leucemia o una porquería similar, poco se sabe la distancia que hay.

Ayer, a nuestra llegada, primero, y luego, durante la cena, tanto Otto como Adela Marín, su mujer, nos insistían en la inseguridad de ciertas zonas del país y de la ciudad de San José. Desaconsejaron pasear por la noche. Cuentan que, de todo el sector a donde vamos a viajar mañana, parece que sólo en el centro de Limón hay comisaría de policía. Según ellos, el resto es sin ley, como la costa de la península del noroeste del país, donde se dice que pasan cosas. Vamos a ir igual, porque se trata precisamente de un área de interés para nosotros. Es el norte de la costa del Pacífico. Ayer, en el taxi que nos trajo del aeropuerto, nos contaban que de Nicaragua vienen bandas de guerrilleros jóvenes. Las Maras, las llaman. Más parecen bandas de forajidos, porque, tal como lo cuentan, no dan la impresión de poseer más ideario político que la pervivencia de sus comportamientos, casi siempre hostiles con quienes no forman parte de su grupo. Siempre según Otto, durante cierta época, los Estados Unidos llegaron a entregar 2.5 millones de dólares diarios a El Salvador para contener a la guerrilla nicaragüense. Los integrantes de la milicia anti-guerrilla quedaron desamparados cuando Estados Unidos retiró ese apoyo, de manera que así es como cuentan aquí que se originaron las Maras. Tras esta explicación, ya entendimos que más que de guerrilleros, hablaban de un fenómeno bien conocido en otros lugares : la contra, los paramilitares, Bin Laden y todos esos efectos colaterales de la oposición interesada a las voluntades legítimas de los pueblos. No se nos escapa que esa procedencia de las Maras coincide con la deportación a Centro América de gente sin papeles que, como consecuencia, ha tenido la importación de prácticas especialmente violentas propias de las bandas latinas de las metrópolis estadounidenses. En cualquier caso, nos da la impresión de que tanta preocupación por la seguridad, más que responder a una realidad, debe ser un efecto de la propaganda de las empresas de seguridad, que parecen florecer aquí en Costa Rica, a la sombra de la necesidad de vender el país como zona de recreo segura para estadounidenses. Se me ocurre entonces la perogrullada de que todo sistema económico, por el hecho de ser sistema, necesita de una dinámica. Para que los estadounidenses vengan a Costa Rica, es necesario asegurarles que no les vaya a ocurrir nada desagradable. En ese punto entran en juego las empresas de seguridad, que, por su parte, al verse obligadas a justificar su existencia, deben andar diseminando entre la población especies varias relacionadas con una cierta pero no desmesurada falta de seguridad en el país. Para crear un contexto de alarma contenida y, por tanto, controlable, se alude, por ejemplo, a las zonas más remotas como las más inseguras, que se supone es por donde entran agentes importados, como esos "guerrilleros" de las Maras, que van avanzando desde El Salvador y vaya Ud. a saber, si no habrán llegado ya a la capital, porque, siempre según las voces de la alarma, cada día ocurren cosas más terribles.

A pesar de las prevenciones de nuestros interlocutores, San José nos da la impresión de ser una ciudad bastante segura. Quizá más, incluso, que Barcelona o Madrid. Lo que se nos antoja más peligroso es el tránsito. Con muy pocos espacios públicos, las aceras de la ciudad son estrechas o inexistentes, el pavimento de la calzada, lleno de protusiones, y los conductores, locos de atar. Esa locura, que es, además, considerablemente agresiva y se vincula sin duda al desarrollo de oscuros sentimientos de poder, contrasta con la amabilidad de la gente cuando va a pie. Se adivina en ello otra práctica importada. A mi madre le gustaba recordar aquel episodio de los 101 dálmatas en que dos señores londinenses la mar de amables y educados se saludan al salir de sus casas, pero que, al entrar cada uno en su coche y aislados del mundo en el interior de la cabina, les vira el color de la piel al rojo, les salen cuernos y, con los ojos medio salidos de las órbitas, la mueca les muta hacia lo diabólico. Ese efecto de aislamiento, el mismo que lleva a los pilotos de combate a disparar sin culpa ni reparo a su objetivo, contribuye, en la psique de los conductores, a justificar lo injustificable. La conducción es una cosa de prestigio nacional, ya se sabe, y configura contextos sociales donde la psicopatía aún tiende a considerarse normal. El fenómeno tiene lugar en todo el mundo y aquí estamos de lleno en él. Esto es la realidad. Dado el nivel de desarrollo económico del país, hay bastante gente que puede comprarse coches grandes y lujosos. Sin embargo, no ha habido aún suficiente sensibilidad ciudadana ni presupuesto como para regular esa tendencia natural al machaque de quien se encuentra en inferioridad de condiciones. Muchos lugares son así. De hecho, la mayoría. Así que ahora no hago más que constatar cosas similares a las que me encuentro al salir por la puerta de mi casa. Me sorprende encontrarme con eso aquí, pero quizá no debería. La tendencia a atacar al más débil es tristemente común a casi todas las sociedades. Ocurre en escenarios muy dispares : desde el aprovechamiento callejero de la debilidad de alguien para robarle alguna pertenencia a la reducción de las pensiones para equilibrar los presupuestos de una nación. Lo raro es atacar al que se aprecia con posibilidades de defenderse. Nadie va a poner en cuestión los presupuestos de defensa, las grandes fortunas o las corporaciones bancarias. Sin embargo, no es una actitud eminentemente humana : las gallinas sanas también picotean a las enfermas. La violencia, pues, es sistémica. Si no hay una consciencia que opere en sentido contrario, hay violencia siempre que puede haberla. Lo humano es darse cuenta de que la posibilidad de huir de lo sistémico no es quimérica sino que su puesta en práctica es beneficiosa para la comunidad al tiempo que lo es para los individuos que la integran. Como diría Francisco Varela, lo genuinamente humano es la habilidad ética.

El taxista que ayer nos llevó al restaurante era un ejemplo de ello. Nos colmaba de atenciones e informaciones al tiempo que conducía como si se encontrara en Indianápolis. La orientación en San José también es cosa bastante llamativa. Es una cuestión de redundancia extrema. En ocasiones, para ir de un sitio a otro, hay que preguntar cada 100 metros. Incluso, a veces, como en el mercado, cuando con Otto buscábamos un restaurante, cada 5 metros. Como decía un antiguo profesor mío de neuroquímica, el Dr. Blanco, la naturaleza no es tan sabia como dicen. Por supuesto que una ciudad es parte de la naturaleza. Casi no hay calles en San José con placas que las identifiquen. Tampoco hay muchos edificios que muestren el número de la calle en la que están ubicados. La dirección de nuestro hotel, El Ave del Paraíso, por ejemplo, es 300 metros al norte de la Fuente de la Hispanidad. O, dicho de otra manera, 50 metros al Norte de la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica. Como orientarme de esa forma, para mí es una aventura, con el GPS voy marcando puntos que más adelante pueden sernos útiles.

Inmersos en esa dinámica, no ha habido manera de encontrar saquitos de material absorbente en condiciones. En la ferretería donde Otto nos ha llevado, un self-service muy moderno con empleados vestidos de uniforme amarillo y gorra negra, sólo hay unas bolsas demasiado grandes, rellenas de un material muy raro que no tiene nada que ver con lo que estamos buscando. Esas bolsas protegen la ropa de la humedad, pero no son apropiadas para nuestros aparatos electrónicos. Hemos ido preguntando de tienda en tienda por todo San José, mientras Otto llamaba a sus amigos por teléfono. Alguno ha sugerido lugares donde encontrar nuestro raro material, pero ninguna de las indicaciones ha sido suficiente como para encontrar los establecimientos que supuestamente iban a solucionar nuestro problema. Otto dice que de eso no hay por aquí, pero yo creo que lo que ocurre es que no hemos conseguido dar con el comercio adecuado. De momento, en el único lugar donde nos han dado unas bolsitas absorbentes ha sido en la zapatería donde Otto se ha comprado sus botas de hule. Las dependientas eran muy simpáticas. Bromeaban con Otto. Le decían que si iba a bailar con esas botas, seguro que encontraría novia. Pero tenían muy pocas. A ver si dentro de un rato conseguimos hablar con uno de cuya existencia nos acaban de informar en una industria química donde no venden más que motos y quads. Cuando vayamos a la selva necesitaremos Silica Gel para proteger nuestros aparatos de la humedad.

A Otto le gusta escuchar los pájaros de la ciudad. Nos cuenta que el que acaba de cantar justo a nuestras espaldas come maíz. Luego nos señala otro del que dice proceder de Nicaragua y ser depredador. Es negro y se llama sanate. No he podido verlo con detenimiento ni oírlo cantar. ¿Será una especie de mirlo?
06.04.2010

N09.56.269-O084.03.220 . 08.00 . 06.04.2010 . 1179 metros de altitud
No se tomó sonido
Hotel Ave del Paraíso

Ayer por la tarde alquilamos un coche. No fue nada difícil. Muy simpático, el recepcionista del hotel telefoneó él mismo a la empresa de alquiler de vehículos. A las 8 llega. Es un 4x4. Espero que sepamos salir de aquí, de San Pedro. De entrada, cuesta saber cuál es la relación jerárquica entre San Pedro y San José. Nos cuentan que se trata de municipalidades distintas, pero que San Pedro depende de San José.

Creo que hoy en el desayuno he escuchado más cosas que ayer. Difícil saber si son los mismos bichos. En cualquier caso, el ruido de fondo del tráfico es alejado pero notorio y con cierta variabilidad.

Finalmente, el carro en cuestión llegó a las 8.30. Los contratos están fatal. Si te despistas, te hacen firmar que, a pesar de tener seguro a todo riesgo, tienes que pagar robos y cosas así. El empleado de la agencia me juraba y perjuraba que nunca aplicaban esas cláusulas, pero le he hecho rehacer el contrato. Es un Suzuki Jimmy. Tira más bien poco. No sé si es que llevamos el aire acondicionado en marcha todo el tiempo. Con las indicaciones de Otto, que dice que no conduce, la salida no ha sido especialmente difícil.

N10.01.953 - O084.00.110 . 10.56 . 06.04.2010
Frente a la puerta del Rancho Chetica

Después del peaje de la Carretera Nacional 32, pasada la puerta principal del Rancho Chetica, acabamos de tomar una vía asfaltada a la derecha, para detenernos a unos 100 metros de la desviación, junto a unos cipreses. Hay mucha variedad de vegetación, pero es despejada. Desde luego, no se trata de bosque primario. Los cipreses, dispuestos en hilera, como en el Empordà, hacen las veces de muro. Delimitan el terreno y quizá también protejan del viento. La puerta del rancho es metálica y está oxidada. El adorno, muy sencillo y rudimentario, integra el nombre del rancho : Rancho Chetica. Algo más allá de los cipreses, un bajo muro de piedra, separado del camino por un alambre de espinas, deja ver el interior de la finca, que parece bien tenida. Será; pero la vegetación del camino presenta signos inequívocos de cierto deterioro : rendidas al acoso de algún parásito, las hojas de las plantas se ven cubiertas polvo.

La visibilidad es de varios kilómetros. Hace viento y esta nublado, pero el resol es peligroso. Habrá que ponerse bloqueador solar. La fuente sonora predominante es el paso de vehículos por la carretera, que se manifiesta bien presente cuando pasan coches. Los animales, a pesar de su poca actividad, parecen ajenos a ello. Será la hora o será que son pocos, porque las chicharras apenas cantan.

A lo lejos, hacia el norte, se divisa un rótulo que parece aludir a alguna actividad ecoturística. Estamos demasiado lejos como para leer el texto. Bastante más allá, a un kilómetro de distancia, se divisa otra granja. Su aspecto es más industrial que la cercana. Va a pasar un camión junto a su puerta de entrada. La supera y se dirige hacia nosotros. A ver si vamos a tener que mover el coche, porque es enorme. No será necesario : pasa y sus ocupantes nos saludan. Pura vida, como dicen aquí. Chévere, pues.

Ya en el coche, ponemos en marcha la radio y nos enteramos de que se ha quemado la Reserva Nacional de Palo Verde, en la Península de Nicoya.

N10.03.637-O084.00.477 . 11.40 . 06.04.2010
Tunel Zurquí . Boca orientada al Pacífico

Otto contaba hace un rato que por estos desmontes acostumbran a abandonar los cadáveres de los asesinados. ¡Cuánto interés por el Tannatos, por aquí!. Diría que la muerte es un aspecto menos globalizado que la conducción. Nos paramos en una zona de descanso bastante desangelada donde hay dos coches. Sus ocupantes parecen descansar. Será, pero ¡qué sitio más inhóspito para descansar! Nos aparcamos lejos, por no molestar. No hay pavimento. El suelo parece de arena. Un canal seco, muy ancho y profundo, que debe recoger el agua de las lluvias, separa el aparcamiento de un desmonte muy pronunciado que cae hacia la selva. Debe llover mucho por aquí. El sol pica más que antes. La fauna está deprimidísima. Apenas se oyen animales. No me extraña. Entre la vegetación, un saltito de agua tiene la osadía de enfrentarse al rugir de los motores.

Carlos ha dispuesto el micrófono en la vegetación del otro lado del canal. Nada que ver con la toma de hace un rato. Estamos en plena carretera 32, la que atraviesa la Reserva Nacional Braulio Carrillo en dirección a Limón. Es una de las arterias principales del país. Conecta el puerto más importante del Caribe con la capital. A ambos lados de la calzada quedan abruptas zonas de vegetación mucho más densa que en la primera toma de la mañana. Ahora y desde aquí, el bosque sí parece primario. Como el trazado de la carretera presenta desniveles muy pronunciados, los vehículos rugen esforzadamente al subir. Mucho más, los que tienen el tubo de escape agujereado ; pero si se trata de camiones que cambian de marcha, entonces, el espectáculo sonoro es sobrecogedor. Difícilmente un ciego podría imaginarse que estamos a dos metros de la selva.

Cuando llueva, esto se pondrá imposible.

N10.04.013-O84.00.324 . 12.03 . 06.04.2010
Túnel Zurquí . Boca caribeña

Carlos ha puesto el micrófono junto a una hornacina de recordatorio de un accidente mortal. No se trata de un accidente de tráfico. La inscripción de la placa cuenta que la pequeña construcción se hizo en memoria de los fallecidos en una avalancha reciente y también, en la de todos aquéllos que en otras ocasiones perdieron la vida, víctimas de la violencia de los elementos. No puedo apreciarlo claramente desde aquí y no me puedo mover para comprobarlo, por no contaminar la grabación, pero me parece que, si las rosas no son de plástico, entonces, deben ser recientes.

La vegetación es tan densa como en la toma anterior y los desniveles se aprecian igualmente muy marcados. El color oscuro de la piedra sugiere naturaleza volcánica, pero a saber... No sería extraño : por aquí hay varios volcanes. De hecho, el país está lleno de volcanes por todas partes. Alguno, en plena erupción, como el Turrialba, el más cercano. La naturaleza está aquí también muy deprimida. ¿Cuál será el alcance del deterioro que ahora observo?

Hay trasiego de coches que paran y maniobran en la explanada junto a la salida del túnel. Es raro tanto movimiento, pero aquí todo es raro. Los motores rugen más a este lado del túnel, porque la pendiente es más pronunciada. Cuando la presión acústica desciende, la selva se manifiesta ; pero es por poco tiempo. Este lugar es insufrible. ¿Cómo sería antes de la construcción de la carretera? Parece que las chicharras son más fuertes que antes y en el interior de la selva se escuchan pájaros. Se trata de una única especie. La frecuencia fundamental del sonido predominante de su canto es especialmente aguda. Es cierto que se escucha claramente, pero estamos en medio de la carretera y lo que de verdad predomina es el tráfico.

Las rosas eran de plástico.

N10.00.669-O083.03.002 . 17.26 . 06.04.2010
Parking de entrada del hotel Maribú . Frente al Caribe

El hotel está es una zona muy poblada a unos 4 km al sur de Limón. Desde aquí vemos como la selva termina justo al borde del mar. La vegetación es muy densa. De fondo y perennemente se oye el batir de las olas, pero también la musiquita que procede del lobby y cierto ajetreo de coches que llegan a esta hora a pedir habitación. No creo que tengan suerte : nos hemos quedado las tres últimas.

Los pensamientos se me van a Perú, porque Christian Galarreta me ha escrito.

N09.59.527-O083.01.525 . 17.54 . 06.04.2010
Parque central de Limón . Toma 1

Al contrario que el cementerio, que está en medio de la carretera y parece dar la bienvenida a los visitantes, el parque central de Limón es muy urbano y relativamente escondido. Frente al mar. Nosotros nos paramos junto a la entrada del muelle y de las instalaciones de carga. Se encuentran al otro lado de la calle. El lugar algo triste, pero no tanto como las localizaciones de la carretera. El sitio contrasta con ella en que es bien tranquilo y poco ruidoso. Tal vez porque a esta hora todo el mundo debe estar preparando la cena.

Para evitar suspicacias, llevamos la araña del micrófono en el techo del coche. Desde la calle es difícil reparar en ella. Así, si ocurre algo, podemos desaparecer con facilidad. La luz natural va decayendo al tiempo que se encienden luces poco brillantes en los edificios, pero los acondicionadores de aire de las instalaciones portuarias no cesan su ronroneo. Es el lugar de donde salen los camiones recién cargados del puerto. ¿Cuál será la composición de esas cargas?

Cuenta Otto que, en su mayoría, la gente de aquí son desocupados. Como mucho, realizan tareas de estibador, pero no todos tienen tanta suerte y muchos trabajan en las plataneras. Algo mucho más duro. La noche va entrando pero aún es suficientemente claro como para que se distinga la vegetación. La distribución de las plantas en el parque es ordenada. En la semioscuridad, se atisban troncos de palmeras, pero las siluetas de las palmas se aprecian mejor al mirar al cielo, más claro ahora que los muros de los edificios. Pero eso es casi todo. Hay gente en las inmediaciones de donde estamos y se les escucha. De vez en cuando, se pone en marcha algún motor o pasa un camión cargado y Carlos se ve obligado a bajar el nivel de entrada. Cuando termina de pasar, lo sube nuevamente : el problema clásico de las grabaciones de paisajes sonoros de dinámica baja donde ocasionalmente se dan dinámicas altas. La subida y bajada de niveles falsea la grabación, pero si ajustáramos el nivel a los sonidos fuertes, los débiles, mucho más interesantes, apenas se escucharían.

N09.59.610-O083.01.494 . 18.11 . 06.04.2010
Parque central de Limón . Toma 2

Aparcamos el coche en el paseo, delante del mar, junto a una construcción en ruinas bien particular. ¿Se caería en el terremoto ése tan fuerte que tuvieron hace unos años? No hay mucha gente. Algunos toman el aire sentados en el muro de cemento. Otros pasean. Otros juegan. Hagan lo que hagan, el viento les acaricia. Me sorprende la luz verde de un taxi que aparece por la esquina norte del parque. Es exactamente el mismo verde que el de los taxis de San José. Pero ahora reparo en que también es el mismo que el de los taxis de Barcelona. Por eso me he sobresaltado. Un coche oscuro se ha pegado justo detrás de nosotros. He puesto la mano en la llave por si acaso. Pero nada. Son unos mozalbetes maleducados que andan de ligoteo. No me comas el coño me ha parecido escuchar de una jovencita. Bonito lenguaje. A todo esto, silencioso, ha pasado un carrito con toldo. ¿Era un carrito de helados?

Por suerte, esta tarde en el hotel, a Carlos y mí se nos ha ocurrido instalar el sistema ése que nos permite grabar sin bajar del coche. Es indispensable para grabaciones urbanas. Seguramente, pienso ahora, durante las tomas del seminario en la Sabana de San José, necesitaremos organizarnos en turnos de vigilancia. Pero seremos muchos, así que no habrá problema de seguridad.

Los mozalbetes no paran. Tampoco la chicharra. Es continua. Como el mar. Todo lo es, aquí : el viento, el bochorno, la humedad. Los chicos son negros. Uno que no va con ellos nos llama la atención por la ventana. Es un pordiosero prototípico. Blanco. Pelo largo y desaliñado. Señor... Otto le larga un “pura vida” sin inflexiones. No quiere decir chévere en este caso. Debe querer decir “largo de aquí”, porque el hombre se va. Curiosa cosa, el lenguaje. El lenguaje de los sonidos, el de las palabras, el de los gestos. El de los faros de los coches, también, como los de ése que viene y sin avisar enfoca las luces largas. Nos deja ciegos y entonces, sin que la situación tenga nada que ver, recuerdo un pasaje de Las enseñanzas Don Juan de Castaneda, en que, tras un rato de ir sintiendo la iluminación tenue y variable de los faros de un coche que les sigue de lejos por la carretera llena de curvas, las luces desaparecen y Don Juan concluye que, a veces, la muerte apaga los faros.

N09.59.570-O083.01.820 . 18.33 . 06.04.2010
Parking de la iglesia principal de Limón

Creo que nunca había estado en una iglesia con parking. De factura futurista, como un platillo volante, tiene una cruz blanca y luminosa en el campanario. Será de los años cincuenta o sesenta, digo yo, por su parecido con la de Le Corbusier. Con el campanario sin campanas, la iglesia está en lo mas céntrico de limón. A la derecha, tras la verja, un establecimiento de comidas rápidas. En frente, al otro lado de la calle, un chiringuito de frutas y algo más a la izquierda, algunos comercios. Hay bastante ambiente. De la iglesia, que tiene las puertas totalmente abiertas, sale todo tipo de melodías pías. Hace un momento, versión en español de When the Saints Go Marching In. Lo que ha continuado, mucho peor y cómo no : todo amplificado. Me pregunto si vale la pena entrar, pero no : mucho mejor y más divertido, escuchar esas melodías con nota blue mezcladas con el bajo del techno de los coches que pasan.

Algunos comercios cierran ya. Es martes. Pues mira que, para que haya misa hoy a esta hora, tiene que haber devoción por aquí. Decía Otto esta tarde que la iglesia tiene más poder aquí que en España. Yo pensaba que no, por lo impresionado que estoy de las manifestaciones antiaborto que tanto participantes como convocantes falazmente denominan a favor de la vida y de la familia. Pero quién sabe. A fin de cuentas, tal vez Otto tenga razón. Sea como sea, no creo que los de aquí sean más mentirosos y demagogos que los nuestros. Para mí que sólo les diferencia una cuestión de sabor. En lo demás, todo debe ser igual. Para mí, la manifestación pública más aparente de la Iglesia católica de nuestro días podría resumirse en un eslogan : "al poder secular a través del espiritual". Y si no es así, sus representantes deberían orientar sus intervenciones públicas hacia terrenos verdaderamente espirituales donde no hubiera el menor atisbo de intervención en la vida no religiosa.

Frente nosotros hay un poste de electricidad con un aparatamen bien especial. Si no fuera porque me parece impensable, diría que son cubos o depósitos de agua. En el interior del chiringuito de frutas se ve una televisión. Cómo no : deportes. Deportes y música religiosas. Buena combinación ; extrapolable a la de Godspell con Techno. Es curioso : se oye poca música caribeña, por aquí. Esta mañana, Oscar, el recepcionista, y Otto aseguraban que los costarricenses son más gringos que los mexicanos. Creo que tienen razón. Los mexicanos tienen una cultura autóctona muchísimo más diversa y potente. Debe ser porque a los blancos mexicanos no les ha sido tan fácil esconder las etnias como lo fue aquí hasta hace medio siglo. Al menos, en apariencia.

Jose Paolo, distribuidora : es el texto del rótulo luminoso del almacén cerrado de enfrente. Hace calor y humedad. Como en el parque, que como decía Otto hace un rato, tiene algo de malecón cubano, por lo del uso social que parece tener. Tiene razón. La voz del predicador nos llega inquisidora a través de la puerta abierta y me aleja de mis pensamientos. Por fin, algo de Godspell se mezcla con un arreglo metálico, clásicamente salsero.

07.04.2010

N10.00.224-O083.04.566 . 09.32 . 07.04.2010
Puerto Moín

Ha llovido desde las 7.30 de la mañana. Pensábamos ir directamente a Puerto Viejo, pero al parar hace un rato, decidimos venir a puerto Moín, el verdadero puerto de la zona. Al menos, así lo parece, a juzgar por las instalaciones. Por desgracia, al parar justo delante de las grúas de carga, comprobamos que llovizna. Hay que esperar.

Por fin casi ha dejado de lloviznar. Esperamos dentro del coche, aparcados junto a la verja que acota el recinto del puerto, en una entrada de descanso de la carretera. Es de material metaloplástico de color verde, con una estructura de soporte tubular de color gris. La vegetación se enreda en la verja, pero no la cubre ni por asomo, de manera que, desde nuestro puesto, espiamos cómodamente toda la actividad portuaria. Treinta metros más allá, en la carretera, hay una parada de autobús. La marquesina tiene un techo bastante amplio. Entre nosotros y la parada, la primera señal vertical de limitación de velocidad que he visto desde que salimos del hotel : 40km/h. Hasta ahora, las vimos todas pintadas en el suelo. Me costaba bastante verlas al conducir, porque la pintura se gasta con el paso de tanto coche. La cosa entraña incierto riesgo, porque parece que la velocidad de los coches está muy vigilada aquí. Eso nos contaba Catiana García, la amiga de Otto que hace unos días muy amablemente nos dio indicaciones y sugerencias de trayectos. Estuvo encantadora. Hasta nos prestó su colección de mapas del país : un verdadero tesoro. Nos contaba Catiana que, si excedes los límites de velocidad, te enfrentas a fuertes multas, incluso a la cárcel. A pesar de ello, no sé hasta qué punto la gente sigue las indicaciones de velocidad por aquí, porque ayer, bajando de la cordillera central, donde la limitación de velocidad era de 80km/h, era peligroso conducir a menos de 100, a causa del acoso de los vehículos que venían de atrás.

El tendido eléctrico muestra una de las muchas caras del caos : cables que se cruzan para terminar enmarañados en los postes o formando bucles de varias vueltas, en previsión de una futura ampliación que podría no llegar nunca o demasiado tarde como para ser sostenible. A saber la de kilómetros extra que la corriente en el mundo hace a causa de bucles como ésos. De todas maneras, el caos de éstos no es ni de lejos comparable al de los postes de electricidad de Valparaíso y mucho menos, al de los de Tokio.

A nuestra izquierda, del lado de la carretera opuesto a la valla, vegetación densísima en una pared natural. Mientras medito acerca de lo exuberante de la vegetación de por aquí y del aparente vigor de la naturaleza, incluso en las zonas urbanas, el autobús se para dando fe de que efectivamente aquéllo era una parada. Una muchacha delgada y cimbreante desciende, cruza la carretera y desaparece tras la curva. El hombre que llegó hace un rato continúa sentado, protegido bajo el techo de la marquesina. El que paró no debía ser su autobús.

Los insectos cantores no cesan, pese a la lluvia. También se oyen algunos pájaros que parecen querer mostrarnos sus cantos. Muy interesantes, tengo la impresión de que mimetizan las sirenas y las señales de alarma de la maquinaria de carga y descarga del muelle cercano. En el ciprés del patio que teníamos en Camallera, acostumbraba a parar un pájaro cuyo canto remedaba la llamada de mi teléfono móvil, así que no me parecería extraño.

El cuentakilómetros del coche marca 12650. Hay que estar al loro, porque por aquí no hay muchos surtidores de gasolina.

N09.47.720-O082.55.222 . 11.30 . 07.04.2010
Estación olvidada

Camino de Cahuíta, que está en la dirección de Puerto Viejo, nos desviamos hacia la derecha y avanzamos un par de kilómetros por un camino de tierra, hasta llegar a nuestro primer puente sin baranda. Finalmente, pararnos frente a una especie de estación, junto a una olvidada vía de tren. Contaba Otto que uno de sus presidentes, propietario de una empresa de transportes por carretera, cerró el servicio de transportes ferroviarios del país.

La zona donde hemos parado es rural. Hay una casita a mano izquierda. Por el camino pasa gente en coches y en bicicleta. También andando. A ver si el que viene ahora se va a quedar con nosotros. Hace un rato, un coche ha parado a unos diez metros de nosotros. Parecía como si el conductor dudara en dar marcha atrás. Habrá visto el micrófono en la parte superior del coche.

El lugar es tranquilo, pero hace un momento teníamos un muy respetable dúo de motosierras. El cielo está bien gris y se nota algo de brisa. No parece que vaya a llover, pero nunca se sabe. El que antes pasó a pie vuelve ahora con un helado. Pasa mucho más cerca que antes, como la mujer de la bicicleta, que se sitúa ahora claramente a la izquierda del sentido de la orientación del sentido del coche.

El caos de los cables de conducción eléctrica de puerto Moín se trueca aquí en predicción bien lineal a causa de la presencia de la vía. Definitivamente, ésta es una comunidad rural. Se oyen voces por ahí, en la dirección de la casa de la izquierda de la estación, o tal vez en la de la escuela que hemos dejado atrás, a mano derecha. La densidad de los cantos de los pájaros es notable para esta hora y el lugar, que no deja de ser clasificable como entorno colonizado de antiguo. La gran vitalidad de la naturaleza de este país puede dar lugar a engaño, porque, como todo en este universo, tiene un límite.

Delante del coche, un pequeño pájaro negro parece recoger algo en las hierbas que hay a lo largo de la vía. Por el retrovisor veo un hombre dirigirse a un coche como el nuestro. En su trayecto desde la casa, nos ha echado una mirada. Si de la izquierda nos llegan sonidos domésticos, de la derecha se escucha la carretera. Entre ella y nosotros, media un bosque discretamente tupido.

A terminar la grabación, Zoraida y Elisabeth, dos niñas que pasean en bicicleta por la carretera, nos piden que les hagamos una foto. Cambian de posición y se acicalan. En Europa podríamos pasar por pedófilos. Hace unos años, en las calles de un barrio pobre de Estambul, los niños se empeñaban en que les hiciera fotos. Al fin tuve que claudicar y hacerles algunas, pero me daba reparo. Desde entonces, ya no me preocupo cuando los niños me piden fotos; ¿pero para qué querrán que les haga fotos, si no podré mandárselas?

N09.38.666-O082.43.623 . 15.43 . 07.04.2010
Cerca de Casa Camarona . Playa de Puerto Viejo

Acabamos de comer en Cahuíta. Como en Limón, el cementerio nos dio la bienvenida al llegar. Luego nos paramos en un chiringuito donde se ofrecía comida caribeña : frijoles, arroz, patacón, algo de verdura no muy buena y calamares en aceite de coco buenísimos. Espero no engordar demasiado con todo esto, pero tengo que comer algo, porque con tanto Malarone y tanto movimiento, no puedo estar racaneándome energías.

Durante la comida hemos decidido tomar muestras del entorno del hotel donde nos hospedamos : Casa Camarona; un nombre bien flamenco, al menos, para el imaginario de un antiguo músico layetano. ¿Habrá alguna relación o será simple coincidencia? Soy incapaz de ver nada relevante en común entre el Reggae y el Flamenco, por más que los apóstoles de la fusión se empeñen. Claro que comparten elementos, como ocurre entre todas las cosas que conocemos; pero no se trata de nada especialmente determinante como para concluir que se trate de géneros especialmente próximos. Tanto insistir en la fusión, al final vamos a acabar nadando en una sopa informe. Los nodos de una red son cristalizaciones bien diferenciadas del medio en el que se relacionan. Por más parecidos que sean, siempre son, por topología, distintos. En la naturaleza, las especies no se mezclan así como así. Si la biodiversidad es fundamental para la vitalidad del entorno, igual ocurre con la cultura, que para evolucionar, desde mi humilde punto de vista, necesita de elementos bien diferenciados. Así parece haber evolucionado la materia y luego la vida. ¿Por qué no iba a tender la cultura a la diferencia y a la especialización? El aumento de la cantidad de información requiere compartimentación y especialización. Como mínimo, pues, la fusión no es necesariamente un valor positivo. Lo será en unos contextos y en otros no lo será.

La mayor parte de la carretera que va de Cahuíta a Puerto Viejo espera ser asfaltada de nuevo. A nuestro paso, arreglaban los últimos tres kilómetros antes de llegar al pueblo. Luego, los dos o tres kilómetros hasta Casa Camarona estaban llenos de baches otra vez. Al salir a la playa, escucho el rugido suave del Caribe. Podría decirse que ronronea. La playa es parte de una bahía. En su extremo sur, alguien debe estar quemando algo, porque se ve humo entre los cocoteros y el aire huele a fibras leñosas en combustión. El perro del hotel nos ha venido acompañando hasta aquí. Parecía que esperaba pacientemente a que Carlos instalara el micrófono entre los cocoteros y dirigido hacia el interior, para evitar el fuerte nivel de sonido del mar ronroneante. Otto ha permanecido inmóvil, sentado en el tocón de una vieja palmera. Cuando Carlos ha abandonado el micrófono montado en un cartel que previene al bañista de la posibilidad de que haya corrientes fuertes, el perro le ha seguido hasta llegar a mitad de camino del mar y se ha quedado quieto un rato. Su perfil de recortaba con las olas de fondo. Parecía una postal. Si no te fijas demasiado, todo parece una postal, aquí. La gente se baña. Otros pasean a caballo por la orilla. ¿Paraíso? Eso parece. Desde luego, no tengo la impresión de correr el más mínimo peligro. El único peligro parece ser la caída de cocos maduros. Es una distribución de Poisson.

Me acerco a la orilla y no puedo distinguir ningún sonido que no sea el mar. Las olas rompen a 40 metros de aquí. ¿Está subiendo la marea? Tras algunos minutos de concentración, me declaro incapaz de encontrar un ritmo previsible al oleaje. ¿Y cómo es que si no trato de identificar periodicidades, mi consciencia cree, a primera vista que las hay? Es un aspecto más de la relación de la mente con el caos. He notado, por ejemplo, que tras una primera rotura de las olas, hay otra mayor pasados 6 o 7 segundos. Luego pasan 20 segundos o así y comienza un nuevo ciclo. Pero no es un tiempo exacto. Unas veces es más largo que otras y las separaciones entre las dos roturas nunca son iguales. Por otra parte, las olas que vienen a lamerme los pies, tardan alrededor de 30 s en volver. Tampoco es exacto. En la naturaleza, nada es totalmente previsible y nada es totalmente imprevisible. Heráclito tuvo la suerte de ser quizá el primero en formular las cosas de esta manera. Es una genialidad.

A medida que vuelvo a la selva, el rugido del mar se atenúa exponencialmente. Pierde intensidad muy rápidamente y deja así escuchar los insectos y las aves que ya nos anuncian la venida de la noche. No son sonidos muy intensos. El perro es muy sigiloso. Está claro que nos acompaña. Ahora ha escogido a Otto para pasear a su lado.

N09.38.171-O082.43.802 . 17.58 . 07.04.2010
Algo más lejos del mar

Carlos ha pedido al recepcionista de Casa Camarona que le indique un lugar con algo de naturaleza. Volviendo hacia Puerto Viejo, al pasar una soda, se gira hacia la izquierda para abandonar la línea de costa y dirigirse hacia el interior del país. Nos paramos en una urbanización con casas salpicadas aquí y allá. Entre ellas media una distancia de unos cien metros.

A doscientos metros tenemos gente. Se oyen voces, porque las casas están habitadas y, de lejos, parecen confortables. Hay luciérnagas. Mucho más brillantes y definidas que las amazónicas. No se escuchan muchas aves. La mayor parte de sonidos proceden del continuo de insectos. Anochece y del árbol contiguo caen hojas o vete a saber qué. No se ve. Sólo se oye. ¿Será algún bicho que intenta ahuyentarnos lanzando frutos desde el árbol cercano? Más luciérnagas a lo lejos y el paisaje sonoro se intensifica paulatinamente. Del lado de las luciérnagas, cantos sincrónicos. ¿Aves o batracios? Aún más luciérnagas a unos cien metros. Las sincronías son fascinantes. Cuando hace años escribía que el mundo está lleno de relojes, no era tan consciente como ahora de lo que ello significaba. Seguramente hay monos por ahí. Algo cae sobre el techo del coche. ¿Otra vez los frutos invisibles del bicho invisible? El crepúsculo avanza sobre el paisaje híbrido. La gente de por aquí no puede ser demasiado pobre. Más bien, creo, tienen ciertos posibles. ¿Serán turistas que alquilan esas casas o se trata de segundas residencias?

A 80 metros, unas luciérnagas emiten cada cinco segundos. La que veo en la copa de un árbol a cincuenta metros, a cada segundo. Pero detienen su emisión enseguida. Estas no se están quietas ni se sincronizan entre sí. El mono no calla y la intensidad del canto de los insectos aumenta escalonadamente. A pesar de ello, no hay duda de que, en conjunto, se trata de un proceso eminentemente progresivo.

N09.38.001-O082.44.010 . 18.41 . 07.04.2010
Urbanización. Noche cerrada

Totalmente a oscuras, sólo se ven las luces de las casas cercanas y las del alumbrado de las vías principales. La urbanización es de alto standing. Más que la anterior. Los terrenos son mucho mayores y las instalaciones, mucho más confortables. Otto opina que, de todas maneras, los moradores de la anterior también eran gente acomodada. Menos, pero acomodada, a fin de cuentas.

Encontramos el acceso a una casa en venta. Seguro que nadie vendrá a preguntar nada aquí. Los monos de antes aúllan tanto que parecen haberse trocado en perros. Pero la selva respira tan intensa como antes. De hecho, estamos muy cerca de la población. Apenas en las afueras. La sorpresa de la manifestación de un nuevo material sonoro crea expectativa. Mas aún, cuando éste no reaparece de repente y tarda en manifestarse, las oleadas de respiraciones nocturnas en la selva son tan imprevisibles como los periodos de las olas de esta tarde. Cuando una fuente nueva se manifiesta, es difícil confirmarlo, porque no esta claro si acaba de ser o si sólo acabas de darte cuenta y ya lleva rato ahí. ¡Es un ejercicio de consciencia profunda, ciertamente emparentado con lo que sugiere el título de las experiencias de Pauline Oliveros : Deep Listening Retreat!

Esos sonidos cortos aguditos separados de una segunda menor, ¿serán ranitas? Yo creo que a juzgar por el nivel de imprevisibilidad en la repetición, no. Me inclino más por que sea un ave.

Es imposible que estas luciérnagas se sincronicen : su periodicidad es demasiado lenta y la parte alta de la emisión demasiado corta en relación al período total. Además, siempre se hallan demasiado alejadas entre ellas.

N09.38.718-O82.43.708 . 23.00 . 07.04.2010 . 0 metros de altitud .
Casa Camarona . Grabación en ausencia

08.04.2010

N09.38.182-O082.42.526 . 05.27 . 08.04.2010
Hacia Manzanillo

Otra urbanización de casas grandes. También situada un poco hacia el interior, más allá de la fábrica de chocolate, parece más rica que la primera que encontramos ayer. El mar debe estar a doscientos cincuenta metros. Ruge interminable, como siempre. Nos detenemos a la entrada de una finca sin casa, dejando el camino a la izquierda. Es un espacio muy bello ganado a la selva. Según el mapa del GPS hay una laguna más allá. Pero debe estar en una de las fincas. A saber si está seca en esta época.

El paisaje sonoro es rico. Más debe serlo en el interior de la vegetación que desde aquí apreciamos compuesta de palmas, lianas y una inmensa variedad de arbustos y plantas de hoja cardioide grande que no somos capaces de identificar. Escuchamos una nutrida variedad de aves, como de costumbre, por aquí, y, de vez en cuando, el temible rugido de los monos aulladores. Cualquiera diría que son fieras terribles. Lo serán : se cuenta por ahí que tiran palos y piedras a la gente. No me cabe ninguna duda. Deben estar hartos de nosotros. Si el ruido casi blanco de fondo del oleaje es continuo y equilibrado, el paso extemporáneo y lejano de vehículos lo supera. Pasan pocos, porque aún es pronto. El gallo, sempiterno en las comunidades humanas rurales, puntúa el tiempo y limita el espacio. Va a llover.

De vuelta, nos percatamos de que salimos al camino por donde al principio quisimos entrar. Hemos trazado un círculo. Se ve ahora en el GPS.

N09.37.097-O082.42.142 . 06.09 . 08.04.2010
Gandoca-Manzanillo

Por fin damos con una carretera de más largo recorrido que las anteriores. Son las 6 de la mañana y nos adentramos casi tres kilómetros en una zona de colinas hacia el interior. El mapa del GPS señala que estamos rodeados de bosque. El coche está parado bajo un poste de corriente. ¿Qué será ese bote que cuelga de la parte de arriba? ¿Un condensador? Todo esta urbanizado. Me pregunto si más allá también lo estará. Es presumible que sí. La variedad de aves es enorme en este país. Hay que ver lo pequeños que resultan ser los pájaros cuando, tras haberlos escuchado durante un rato, aparecen al fin a la vista. El mono aullador que trataba de aterrorizar a alguien al principio de la grabación, se ha largado. Harto, presumiblemente. En su lugar, un amable habitante de estas tierras que, machete al hombro y con botas de goma, avanza plácidamente por la carretera. Nada temible, el hombre saluda brevemente sin hablar, porque se percata de que estamos grabando. El ladrido de los perros delata la presencia humana en el paisaje. Por cierto que hay muchos perros por aquí. Antes he visto uno viejo, tirado en medio del camino. Como en Córdoba, por no decir Santiago de Chile, donde los perros se acuestan donde más les place.

A pesar de la distancia, aún se oye el rugir de las olas. El mar está lejos, pero algo en el sonido recuerda su inmensidad. Su omnipresencia. El mar es el dios principal aquí.

N09.37.810-O082.39.777 . 09.32 . 08.04.2010
Reserva de Manzanillo

En realidad, no estamos en la reserva de Manzanillo. Se trata del acceso a un bosque de ceibas a la entrada del pueblo de Manzanillo. No se puede decir que sea selva. Todo esto está muy degradado. Lo que más, la reserva, llena de bolsas de basuras donde los chulos hurgan a placer. Por eso nos hemos vuelto, a la búsqueda de otro acceso más limpio a la reserva de Manzanillo. Parece que es posible, según el GPS, por el camino que ayer nos llevó a la soda donde cenamos. Carísimo, por cierto. Casi veinte dólares por un pescado no muy bien preparado. No sólo es la naturaleza : todo se degrada y aumenta de precio a marchas forzadas. A medida que avanzamos en nuestro estudio, más sentido le veo. Siento que hay que abandonar la postura ecologista de fascinación por la naturaleza, a estas alturas irrecuperable. La lástima es haber llegado tarde a tantos sitios.

Las hojas caen silenciosas de la copa de los árboles y se depositan en el suelo con suavidad infinita, como si fueran copos de nieve. También parecen aves que se posan. La brisa agita las palmas y los cangrejos cancrizan por la espesa capa de hojas secas que tapiza la tierra. Uno de ellos casi nos corta el cable del micrófono. Me pregunto entonces qué haría un mono con él, si se percatara de que se trata de algo importante para nosotros. El paisaje visual es bien distinto de lo que hemos visitado hasta ahora. Menos urbanizado, pero más degradado, si cabe. Por el momento, todo lo que hemos visto y oído está profundamente degradado. Vuelvo a pensar que la naturaleza es fuerte aquí. Muy fuerte, pero no indestructible.

N09.33.437-O082.54.852 . 11.44 . 08.04.2010
Rio Teure, muy posiblemente

Si no, es el río Sixaola antes de recibir al Yorkin. A veces, los mapas que tenemos no concuerdan entre ellos. Llegamos en coche hasta casi al lecho del río, que no es muy profundo aquí, pero suficiente como para que no pueda ser vadeado. Está claro que ahora va bajo. La carretera queda arriba, a la derecha, según el flujo del río. A la izquierda, la Reserva de la Amistad, que comparte territorio con Panamá. En la otra orilla del río se divisa una pequeña plantación de bananas. De ahí proviene un sonido continuo de chicharras, unas pocas aves y nada más. Es un espacio muy abierto y con muy pocos sonidos, pues. Calor.

N09.33.540-O082.53.517 . 12.48 . 08.04.2010
Bambú

Volviendo desconsolados a Bribrí por no haber podido pasar a Alto Lari y, por tanto, habiendo desistido de llegar a la Reserva de la Amistad, en la localidad de Bambú, que se halla en una zona totalmente rural, y tras diez kilómetros de carretera de grava desde el lecho del río en dirección Bribrí, ascendemos por un caminito que no parece conducir a ninguna finca. Al parar el coche a unos escasos cien metros de la entrada, nos damos cuenta de que el paisaje sonoro es totalmente distinto. Es evidente que, a pesar de las agresiones claras, el medio resiste mejor aquí que en otros lugares : el color del sonido de la selva es mucho más intenso y robusto que el que hemos podido apreciar anteriormente.

Al prepararme para la inmovilidad de veinte minutos que nuestras escuchas requieren, reparo en un arbusto de frutos verdes con pupas blancas que, si no fuera porque lo sé asiático, hubiera estado dispuesto a aceptar que se trata de Noni, la Mirinda Citrifolia. ¿Lo será o no? La selva da muchas sorpresas. No es raro que haya especies de plantas con formas propias de otras. Ocurre incluso con los géneros. Hasta con los reinos : todo el mundo conoce el parecido entre las nueces y los cerebros.

Diría que estamos en un lugar de paso frecuente, porque, al poco de parar e instalarnos a grabar, pasan dos indias. Tímidamente y con cara de qué estarán haciendo estos tres, no saludan. Nosotros, tampoco. Me siento incómodo cuando en plena grabación evito saludar a la gente que pasa por los caminos, pero si lo hiciera, comprometería todo nuestro trabajo. Esta claro que aquí no hay turistas. Sólo indios. En los márgenes de los caminos y en los árboles pueden verse letreros que preconizan el estudio de la cultura indígena y el respeto a los mayores. La mayoría no están en Español : nos cuenta Otto que, en esta zona limítrofe con Panamá, la gente habla Bribrí, una lengua arraigada hasta tal punto que los equipos de cooperación necesitan traductores para que su trabajo sea fluido.

Al cabo de un rato, se escucha a alguien tocando un bajo eléctrico y algo más tarde, durante un lapso considerable, el paso río abajo de un bote motorizado. También, como estamos cerca de la carretera, paralelamente, el paso de los vehículos, entre ellos, por cierto, autobuses de línea que cubren la zona. Esta mañana, los veíamos ascender con bastante esfuerzo por las pendientes llenas de baches. Para pasar a Alto Lari, por ejemplo, hemos descubierto hace un rato en Shiroles que era necesario atravesar el río y coger un taxi o un autobús en la otra orilla. Nunca hubiéramos podido viajar en nuestro coche por esta vía. Por eso nos volvíamos a Bribrí. Para otra vez, habrá que fletar un helicóptero o ir a pie. O quizá, ensayar una ruta que parece venir de Turrialba, pero tengo la impresión de que eso sería cosa de varios días pegando saltos por las trochas sin la certeza de que fuéramos a llegar.

El tímido canto de un gallo nos recuerda que ésta es una zona habitada y que faltan dos minutos para completar los veinte de grabación.

N09.44.212-O082.49.362 . 15.29 . 08.04.2010
Manglar de la Reserva Nacional de Cahuíta

Cahuíta está en el extremo norte de la misma bahía que Puerto Viejo. Manzanillo, en el extremo sur. Nos apostamos en medio del sendero. Los turistas pasan. No es que no nos contemos entre ellos. En el fondo, somos como ellos. No hay muchos, pero van goteando. Algunos nos sonríen con complicidad, sin saludos verbales. Les devuelvo la sonrisa en la seguridad de que se hacen cargo de que no podemos abrir la boca. Creen que grabamos animales. Por supuesto, pero también les grabamos a ellos. ¡Si lo supieran! Si lo que buscásemos sólo fuera grabar animales, no estaríamos aquí. Este parque es lo más cercano a la idea que tengo del entorno del Oso Yogui. Está lleno de mobiliario público para sentarse a comer o para tender la hamaca. Los sonidos de los animales son bien suaves aquí, al lado del mar. Mucho más que en tantas otras localizaciones. No me extraña : el parque es una estrecha franja al lado del mar ; con tanta gente y tan poco sitio, hasta los insectos deben sentirse intimidados. Por supuesto que por más monos aulladores que haya por aquí, deben andar escondiéndose de nosotros. Espero que dentro de unos días en la Tirimbina encontremos un contexto algo más alejado de la pura explotación económica de un entorno natural.

Tras diez minutos de toma, apenas ha habido cambios ni episodios sonoros notables. Con bastante esfuerzo se escucha por ahí una especie de polla que pía solitaria. ¡Los insectos están fritos, los pobres! Lo más fuerte es el mar. De los árboles caen hojas y quizá semillas. Lo notorio para mí es que no caigan nunca solas. Siempre lo hacen en grupo. Una de esas semillas me cae encima y de repente, un pájaro canta con mayor intensidad que nada que hayamos oído antes por aquí. Calla y ya no vuelve a cantar. A lo lejos, algo que podría ser un mono. Como de repente la quietud nos rodea, la cosa se va animando tímidamente sin llegar a grandes demostraciones.

A pesar de ser, sin lugar a dudas, el sonido dominante, tanto por la dinámica, como por su extensión temporal y tímbrica, el mar es menos ruidoso aquí, en el manglar de Cahuíta, que pasado Puerto Viejo, en dirección Manzanillo; seguramente, porque el arrecife que vemos frente a nosotros lo para. Casi no rompen las olas cuando llegan a la playa.

Estoy sudando. Hoy hace más calor que ayer.

N09.44.060-O082.49.626 . 16.19 . 08.04.2010
Manglar de la Reserva Nacional de Cahuíta

Siendo el mismo contexto que la toma anterior, el arrecife queda ahora más al norte y protege menos, así que las olas rompen más.

Hay una especie de cigarras que brotan de repente, cada una en fase distinta de las otras, de manera que se crea una granulación muy especial. Cuando eso ocurre, emerge una extraña sensación de espacio acústico expandido. Al callar, el espacio se comprime de nuevo y todos los demás sonidos vuelven a su espacialidad más común.

La caída de las hojas no es ahora tan leve como antes. Pero no hay mucha suerte. Tendremos que dar por finalizadas las sesiones de hoy con sólo un par de tomas buenas. De hecho, el mar aplana la sensación de espacio. No permite la escucha de planos sonoros diferenciados. Aplana el espacio acústico. Sólo si uno se concentra mucho, cuando el oleaje suena menos, escucha aves que cantan de forma bien repetitiva. Una se acerca piando, pero se aleja igualmente. Especialmente pobre el paisaje sonoro. Ahora se manifiesta un grillo, pero es tan tímido, que pronto calla. A la entrada del parque hay letreros que aseguran que muchas especies habitan aquí. Apuesto a que muchas menos que en otros lugares más tranquilos que hemos visitado.

La chancleta es uno de los sonidos propios de la especie más característica, como puede verse. Ahora va uno vestido de uniforme y se para junto a nosotros, a ver qué pasa. Nada, pasa. Era un guarda que va haciendo la escoba y nos obliga con gestos a terminar la grabación. ¡Pero me consta que queda un montón de gente detrás! Además, no son las 5, la hora de cierre anunciada por todas partes. ¿Por qué nos incordia a nosotros y no a los que andan retozando por la playa?

Todo es arbitrario. Especialmente, la autoridad. En el Caribe, esa constante casi universal, llama la atención. Quizá más que en otros sitios.

N09.38.704-O082.43.743 . 20.21 . 08.04.2010
Casa Camarona, llena de ranas

Mientras cenábamos se ha puesto a llover torrencialmente. La gente entraba empapada. El baño del restaurante sonaba muy particular ; tanto, que he sugerido a Carlos y Otto que fueran a escucharlo. Al terminar la cena, larguísima, porque, como es preceptivo aquí, en el Caribe, empiezan a preparar los platos desde cero cuando los encargas para que estén bien ricos, ya había dejado de llover. En el trayecto de vuelta ha habido que parar un rato. La carretera estaba obstruida. Nunca llegaremos a saber qué ocurría exactamente. Había muchos coches esperando. Todo lo que hemos visto es que un camión maniobraba con mucha dificultad. Llevamos aire acondicionado, pero deja de funcionar al parar el motor. Abrir las ventanas ha sido como dejar paso a la magia que, en forma de sonido, ha invadido la cabina. Las ranas cantaban como locas por todas partes. Gozando de ese bellísimo concierto, durante todo el trayecto hasta Casa Camarona, hemos decidido que, al llegar, nada más aparcar el coche registraríamos este momento sonoro casi irrepetible. Seguramente, aquí y en esta época, sólo tiene lugar después de una lluvia nocturna.

Son sonidos de ataque y caída muy cortos. En lo interválico, apenas se distancian de una segunda menor y en el color, particularmente metálico, contrastan especialmente con el ruido rojo del mar y los grillos, que a esta hora oscura ya están desde hace un buen rato en marcha para toda la noche. Juntas son como un campanario sin límites precisos que adivinamos diseminado por toda el área que nuestro oído alcanza a identificar. A la luz espectral de las bombillas de bajo consumo, permanecemos inmóviles los tres. La fascinación nos ha convertido en estatuas de sal. Los fenómenos de sincronía se manifiestan especialmente notables en nuestra incontable población de ranas invisibles. El micrófono está muy cerca de una de ellas. Con toda probabilidad, pues, obtendremos una excelente toma de sonido. Hasta habrá que ajustar la dinámica para que no sature. Tan fuerte tañe. Me resisto a calificar de croar un sonido tan cristalino.

Más allá de la puerta del jardín, los coches pasan de vez en cuando. No demasiado. Hemos tenido suerte. Esta sí será ya nuestra ultima sesión del día. Estamos extenuados. Esta mañana Carlos y yo nos hemos levantado a las 4.30. Llevamos un montón de horas despiertos y, lo que es peor, dando vueltas de aquí para allá. La felicidad no es completa : si la música del lobby ha dejado ya de escucharse, un coche lleva un par de minutos instalado en la puerta del jardín sin parar el motor. Una manía muy extendida. Por fin, maniobra y se va, pero ya sólo nos quedan dos minutos cortos de grabación. Decididamente, qué curioso es el canto de esas ranas.

N09.38.718-O082.43.708 . 23.00 . 08.04.2010 . 0 metros de altitud
Casa Camarona . Grabación en ausencia

09.04.2010

N09.38.718-O082.43.708 . 09.29 . 09.04.2010
No se tomó sonido
Recuperación de la Wild Life en Casa Camarona

Terminaba de llover esta mañana cuando he llegado al comedor para el desayuno. Carlos y Otto ya estaban sentados. Me ha costado salir de la habitación. Ayer estaba reventado cuando me acosté. Tanto ir y venir, levantarnos a las 4 y media de la mañana y ponernos a andar a las dos y media de la tarde, con el calor que hacía, a pesar de que el terreno era plano, sin comer ni tomar café, y con el dolor de cabeza que me fue creciendo, al llegar a la habitación apenas pude responder a los mensajes.

La Wild Life estaba subida en una Mirinda Cítrica, en el jardín del hotel. Eso es lo que decía el letrero, así que lo que vimos el otro día en Bambú también debía serlo. Carlos se ha puesto a volcar los datos en disco duro, así que hasta las diez y pico no hemos salido para Sarapiquí.

Las distancias en Costa Rica son cortas, pero las carreteras, estrechas, así que cuando un carril se obstruye, el tráfico se paraliza. Eso ocurre a menudo, porque el estado de las carreteras no es muy bueno. Seguramente, porque el clima no acompaña nada y la naturaleza tropical es muy exuberante. Los trayectos se hacen muy largos. Llevamos ya casi 5 horas de viaje para hacer algo más de 150 km. No ayuda el hecho de que la conducción es profundamente imprudente.

Mientras comíamos un plato de casado que entre pedirlo y terminar de comerlo han mediado casi dos horas, hemos asistido a la entrañable escena de un niño de 9 años enseñándole a su papá lo bien que hacía derrapar su quad. El papá, ufano de niño, lo mostraba a sus amigos como un trofeo. El niño, con el ego henchido, derrapaba y derrapaba el cacharro. Diez minutos más tarde, otro papá algo mas discreto ponía en marcha su moto Suzuji de 400 cm3 a su hijo de apenas 12 años. La pregunta es : ¿cuál de los dos niños entrará antes en una casa de putas de la mano de su padre?

N010.24.639-O084.07.026 . 16.56 . 09.04.2010
La Tirimbina . Grabación en ausencia

N10.24.689-O084.07.027 . 17.07 . 09.04.2010
Loma de la Senda Corteza . La Tirimbina

Esta es una buena hora para grabar. Puede que el personal de la reserva nos meta bronca : al llegar, ya nos han dicho que sin zapatos cerrados no convenía que pasáramos, pero nos hemos escapado con sandalias. Acabamos de instalar la Wild Life en una zona de selva a la que se accede desde un puentecito al que no vemos más utilidad que la de evitar que los gringos se manchen los calcetines. De regreso, tras superar unos escalones que se dejan subir con gran facilidad, hemos accedido a la loma donde nos encontramos ahora. Desde aquí se escuchan los motores de los camiones que retienen la marcha en las bajadas. Un avión ha pasado. Es el omnipresente avión. Muy a lo lejos se escucha el ruido rojo del río que hace un rato atravesábamos a más de cincuenta metros de altura. El puente es metálico y superprotegido. No daba miedo, pero la vista era imponente. Ninguna de nuestras fotos puede registrar la impresión que daba.

La variedad de sonidos quizá sea la mejor que hemos encontrado hasta ahora en Costa Rica. Sin embargo, el nivel general no es muy fuerte. Si en Leticia me llamó la atención que las cigarras nocturnas siguieran el patrón de la clave, aquí hay un pájaro que remeda el cencerro. Parece clara la influencia de la naturaleza en la Salsa.

Hace calor. Me bajan las gotas de sudor por la espalda.

La sutileza de los cambios es notable. Constantemente pasan cosas mínimas que diferencian un instante de otro. Siempre es posible encontrar un cantus firmus en la selva. El comportamiento de las fuentes sonoras es muy contrapuntístico. Si el tiempo se constriñe mucho, claro. Si no, uno no se da cuenta de ello. Los monos aulladores se escuchan perfectamente, aunque lejos. Si bien es cierto que todo está muy regulado en este parque y sientes que no estás en total libertad, la variedad sonora es notable. Las fuentes no se escuchan con demasiado presencia, pero sin duda alguna el paisaje sonoro es de altísima calidad. El de esta tarde se caracteriza especialmente por estar lleno de apariciones fortuitas de elementos que no vuelven a manifestarse, ésas tan propias de más de una escuela de composición. A mi me recuerdan a Morton Feldman.

N10.24.895-O084.07.143 . 17.43 . 09.04.2010
A cincuenta metros sobre el suelo

No hemos podido resistir la tentación de grabar lo que nos parece un insecto habitante de los árboles. A una cuarta parte del trayecto, hay un árbol altísimo de donde parece provenir la fuente que ahora nos interesa más. Desde aquí no se ve el suelo. Apuesto a que estamos a más de cincuenta metros en el aire. Definitivamente, sí : debe ser una colonia de insectos. De vez en cuando, la emisión cambia la frecuencia básica. Es tremendo. Como salgan del tronco se nos comen vivos, porque estamos justo enfrente. Una de las cosas que se me antoja más notoria de ese sonido es el cambio súbito de frecuencia. Como muy probablemente se trata de una colonia, una manera en que ese comportamiento puede generarse es la sincronización. ¿O es que todos los indivíduos son sensibles a las oscilaciones de alguna variable ambiental, como por ejemplo, la temperatura o la concentración de alguna substancia en su entorno?

Está claro que a esta hora da comienzo el tiempo más bello de la selva. De día no pasan estas cosas. Me siento sobrecogido. Esto es de lo más impresionante que jamás he escuchado en una selva. Parece una máquina y esa percepción sitúa máquinas e insectos en niveles contiguos de complejidad. Los acerca, lo que no es ninguna tontería, porque justifica intuitivamente la extensión del concepto de máquina a dominios que no todo el mundo está dispuesto aceptar como propios de las máquinas. Además, sugiere una jerarquía de complejidad para las máquinas en la que absolutamente cualquier elemento de este universo tendría cabida.

De repente, la actividad sonora de la colonia para en seco y deja escuchar las otras fuentes de sonido a las que, por su potencia y proximidad, enmascaraba. El árbol donde viven los insectos que no vemos pero oímos es una liana. A esta hora no alcanzo a reconocer más. A lo lejos, caídas de hojas. Mucho más lejos aún, el temible aullador, que por su poderosa voz habrá salvado la vida en más de una ocasión. No se ve el suelo, no. Me he asomado a la barandilla del puente, despacito para no hacer ruido, pero ni así se atisba el suelo. Por fin. Esto es una selva auténtica. Del otro lado del puente y un poco más allá, hacia la entrada del parque, hay un árbol cuya copa nos supera en veinte metros. En el tronco proliferan las marquesas. También en las ramas.

Anochece y el concierto no ha hecho mas que empezar.

10.04.2010

N10.25.000-O084.07.42 . 05.45 . 10.04.2010
No se tomó sonido
Lobby de la Tirimbina

Nos levantamos a las 6 menos cuarto y se puso a llover a las 6. Por suerte, aún no habíamos salido. Son y veinte, ahora. Parece que amaina, así que, a pesar de que Carlos no se encuentra bien, dentro de un rato saldremos. Sin desayunar, porque el restaurante sólo abre a las siete. ¡En Amazonas la lluvia no paraba así como así! Aquí, los chubascos parecen más concentraos. Será la estación.

N10.24.717-O084.07.037 . 07.17 . 10.04.2010
Justo antes de subir a la loma de la Senda Corteza . La Tirimbina

Como se escucha una especie de pavo haciendo gárgaras, decidimos ponernos a grabar antes de recoger la Wild Life. Va a ser una espera larga porque hay una especie de mosquitas-mosquito que me consta que pican. Nada más parar para iniciar nuestra primera escucha de la mañana, alguna se me ha acercado ya con su sonido característico. El trazado del camino está muy claro. Expreso para que no se pierdan los clientes. Es agradable pasear por aquí, pero estamos demasiado cerca de la carretera. Los camiones suenan a trombón cósmico cuando cambian de marcha. Andan lejos, pero sus gritos extemporáneos contrastan con la tranquilidad rítmica de las cigarras o lo que sea.

Me ha dado un retortijón y siento sudor frío en la frente, característico en mí de indisposición digestiva. Quizá sea lo mismo de Carlos, que tiene hoy, el pobre, un color bien pálido. ¡A saber el color que tendré yo ahora! He conseguido alejarme sin hacer ruido para apoyarme en una rama. Ya va mejor. Me sentía bastante mal. No me tenía de pie. ¿Que habrá sido? El calor aprieta y empiezo a sudar, esta vez, ya de manera saludable. Algo le sentó mal a Carlos ayer y, claramente, a mí, hoy. ¿Será el Malarone de marras? No creo que sea la cena, tan rica que estaba. ¡Y barata! Cenamos en un sitio de ensueño, cuidado y servido con amor. Da toda la impresión de que la propietaria acaba de abrir el negocio y se esmera todo lo que puede. La Rana Roja se llama el establecimiento.

Aquí los brotes no pueden ser incipientes : todo está brotando todo el tiempo y a toda velocidad. Hay zingiberáceas, concretamente, la bijagua, que Linneo llamaría Renealmia Alpinia. También, pacayas, Chamaedorea Tepejilote, unas arecáceas. Unos árboles muy comunes por aquí son las guavas, fabáceas que, para más señas, son de la especie Ingo Spectabilis. Alrededor del tronco de la que tengo delante se enreda una especie de ficus. Otro árbol que corre por aquí es el philodendron, arácea de nombre Philodendron Grandipes. El que tengo delante está podado. Ceibas, también hay, muchas, pero desconozco su nombre científico. Son esos árboles que echan muchas raíces en una gran extensión para suplir la poca profundidad del suelo fértil. Muy altas, las ceibas son bombacáceas. Es todo lo que sé. También se ven botarramas, Vochysia Ferruginea y tostados, otras fabáceas de por aquí : Sclerobium Costarricense. Las hojas son como helechos. Las Lamiáceas tienen su representación en la Melina, Gmelina Arbórea, un árbol bien alto del que no alcanzo a ver las hojas. Hace calor al sol. En el bosque se anda bien y hasta tengo Internet.

Paseando por el jardín de La Tirimbina, descubro ejemplares de otras muchas plantas. Hay palos de vela, una bignoniácea cuyo nombre en la clasificación sistemática es Parmentieta Dresleri. Y más fabáceas : Pentaclethra Macroloba, de hojas parecidas a un helecho, de nombre común, gavilán, vete a saber por qué. Palmas de plátano, como no, y ebenáceas, como la Diospyros Spyros, mabolo, para los amigos. De las Malváceas, hay un árbol llamado cribo barrigón. Es el Pseudobombax Septenatum. Este debe ser pariente de las ceibas. También hay madero negro, la Gliricidia Sepium, otra fabácea, y Anisillo, que es una piperácea de la familia Piper Auritum. Hacia la salida del parque incluso tienen un ejemplar de zapote mechudo, una chrystobalanácea, la Licania Platypus y una mirtácea famosa : la guayaba, la Psidium Guajava. Hay otra muy rara : Plástic and Bottles, al lado de Aluminium Cans & Glass y de Paper & Cardboard. No. Estas últimas no deben ser plantas, porque parecen de plástico.

La naturaleza costarricense es exuberante. En muchos lugares, en peligroso estado de regresión, pero exuberante. Los bichos andan cantando todo el rato. Esto es realmente bello, pero espero que Carlos se ponga mejor para buscar entornos más salvajes, menos afectados por la explotación económica de los recursos del país.

N10.24.389-O084 06.709 . 16.37 . 10.4.2010 . 205 metros de altitud
Sendero Hunter . Grabación en ausencia

N10.24.405-O084.06.723 . 16.47 . 10.04.2010
Sendero Hunter . La Tirimbina

El Sendero Hunter -aquí le llaman Hunter Trail- es algo más arisco que el Corteza. Al principio, un cartel te avisa de que si continúas por ese camino, la organización de la Tirimbina declina toda responsabilidad de lo que se pueda derivar. “Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate”, dicen que reza la inscripción a la puerta del Averno. Por fin hemos metido la bota en el barro hasta la rodilla y por fin he resbalado y me he puesto perdido. El paisaje sonoro es mucho más puro que los registrados anteriormente. Parece que ya no se escuchan motores. O sí. No. Yo creo que son las moscas que dan vueltas a mi cabeza. Acabamos el día con mejores perspectivas que esta mañana. Si estamos aquí es por un hecho fortuito. Carlos se ha quedado en la habitación a la hora de comer, porque se encontraba mal. Otto y yo hemos ido a comer a la Rana Roja, nuestro restaurante de cabecera en esta zona. La conversación iba de producción de eventos y de políticas culturales. El aguacero era tremendo y no podríamos empezar a grabar hasta mucho más tarde. Al volver, Carlos me ha contado que un tucán había chocado con la cristalera de su habitación y que se había partido el cuello. Como la situación era grave, ha avisado a la dirección de la reserva. El biólogo de guardia es colombiano. Al escuchar nuestro proyecto de boca Carlos, se ha interesado mucho, así que le ha propuesto que instalemos aquí uno de los puntos de streaming previstos para la segunda fase de Sonidos en Causa. Ha contado a Carlos dónde podíamos ir sin toparnos con turistas. La idea era acceder al Sendero Hunter, algo más salvaje, que no tiene tantas protecciones ni pasarelas. Uno de los ramales lleva a una casa de visitantes. Nosotros hemos tomado el que lleva a los confines de la Tirimbina. El biólogo en cuestión le ha dado mapas de la reserva y además, uno general de los parques y reservas costarricenses. También le ha sugerido algunos lugares donde hospedarnos. La cosa parece que va mejor de como empezamos, ya que hasta ahora nos sentíamos un poco perdidos.

Va oscureciendo. Yo creo que tendremos tiempo de hacer otra toma.

N10.24.533-O084.06.855 . 17.25 . 10.04.2010
En el Sendero Hunter, aún

En Ordesa también había una senda de cazadores. Planeaba por la ladera sur del valle, de manera que dejaba la Cola de Caballo más abajo. Así se ahorraba uno de subir por las clavijas. Además, era muy bonito ver la brecha de Rolando enfrente, camino del refugio de Góriz. Con suerte, podías encontrar corzos, como los que me ha contado hoy Susana que ha visto en la Herrería de San Lorenzo del Escorial. Hice esa senda por primera vez con mis padres aún jóvenes, cuando yo no pasaría de los 14 años. La muerte reciente de mi madre me dispara recuerdos de aquellos años felices en que mis padres, jóvenes y fuertes, en la plenitud de la vida, nos mostraban los secretos de la naturaleza. Nunca accedí, como es fácil comprobar, al conocimiento enciclopédico de la botánica que tenía mi madre. Yo siempre fui más teórico. La bioquímica y la genética fueron las disciplinas biológicas que más me interesaron en mis años de estudios. Era, también, cuestión de modas, creo yo. El descubrimiento del pensamiento darwiniano fue como un latigazo después del cual ya nunca pude ver las cosas como antes. Por eso, la naturaleza es, para mí, más que objeto de estudio, medio para el conocimiento de mí mismo, una herramienta de acceso al conocimiento de mi consciencia. De ahí la relación con lo artístico. De ahí que no me interese tanto el origen de los sonidos como la forma en que los percibo. Por supuesto que los sonidos son como son, pero la consciencia y los dispositivos perceptivos también forman parte de la naturaleza. Las cosas se perciben con una u otra forma, según sus características físicas, pero también por las características físicas de los instrumentos psicoperceptivos de que disponemos. Montale dice por algún sitio "Non sempre o quasi mai la nostra identità personale coincide col tempo misurabile dagli strumenti ch'abbiamo". Nuestra identidad personal es, en mi ejemplo, el dispositivo consciente-inconsciente-perceptivo. Los instrumentos con tiempo propio son los sonidos ellos mismos al margen de mí.

Fin. Son casi las 6 y seguro que llegamos a oscuras. ¿Nos reñirán?

11.04.2010

N10.24.479-O084.07.20 . 10.00 . 11.04.2010
No se tomó sonido
Saliendo de la Tirimbina

Me da la impresión de que cuantas más periodicidades contiene el canto de una especie, menos evolucionado es su cerebro. En eso pensaba esta mañana volviendo de recoger la Wild Life del sendero Hunters. Ha llovido toda la noche. No mucho, pero aquí se nota mucho cuando llueve, a causa de los techos, que no parecen demasiado aislados. Casi llegando al desvío de la casa de huéspedes, Carlos se ha parado súbitamente. Había una serpiente camuflada en medio del camino, al lado de una hoja. Enrollada, parecía una piedra o un trozo de rama. Tanto es así, que no había manera de encontrarla en el campo de enfoque de la máquina de retratar. Al final lo he conseguido, pero me ha costado, al menos, un minuto. Debo decir que era pequeña, muchísimo más que las víboras de los Pirineos. La cabeza debía ser como una uña de mi pulgar. El cuerpo, enrollado, podía parecer un excremento de perro, pero pequeño.

A la ida, Carlos me contaba su conversación de ayer con Melqui Gamba en su despacho. Parece que la reserva, si antes necesitaba subvenciones, desde hace un tiempo es sostenible. Las habitaciones que se alquilan a los turistas, en su mayoría, estadounidenses, junto con las matriculas de los estudiantes, que se alojan en casas de La Virgen para que aprendan algo de Español, representan suficiente actividad económica como para financiar los proyectos científicos de la reserva.

Menos mal que confió en Carlos y le dio los mapas, porque los senderos Ceiba, Corteza, etc... están demasiado protegidos y acondicionados para turistas. Hay asientos con marquesinas para proteger a la gente de la lluvia y hasta una especie de adoquinado; unas veces, de cemento, otras, de tocones de árbol y con escaleritas y puentes de madera, para salvar casi cualquier obstáculo. Si bien el Sendero Hunter también tiene esas cosas, es en mucho menor medida. Hemos atravesado hasta un par de barrizales sin protecciones de ninguna clase. Eso nos ha hecho sentir un poco más en la selva de verdad. Ayer ya fue así. Hoy, a causa de la lluvia, un poco más. Haciendo ese camino iba pensando en la manera de distinguir un tipo de animal de otro. Insectos, batracios, aves, mamíferos... Le hacía reparar a Carlos en que las cigarras que escuchábamos al subir, eran bien distintas de otros insectos que la gente acostumbra a confundir con ellas. La diferencia sonora entre ellas y otras especies se debe, entre otras cosas, a la frecuencia de la segmentación rítmica. De vuelta, escuchábamos un ritmo con un sonido de base mucho más grave. Tenía la particularidad de que se cortaba con mayor frecuencia que el canto de cualquier insecto. Parecía una rana o un sapo. Muy posiblemente lo era. Contrastaba con el canto de unos pájaros, entre los que el más periódico se cortaba con mayor frecuencia que el batracio. Los otros pájaros del entorno presentaban mayores irregularidades rítmicas. En cualquier caso, los tiempos de separación entre una producción sonora y la siguiente eran mucho más imprevisibles. Con los mamíferos, la imprevisibilidad aumenta.

A grandes rasgos, así parece que ocurre con las producciones musicales. No trato de valorar las músicas ni las personas en función de sus preferencias musicales, ni de pretender mayor o menor inteligencia para unos u otros. Tampoco, de establecer una regla de aplicación unívoca para determinar el grado de sofisticación cultural de partes de la humanidad en función de sus costumbres musicales. Sólo relaciono la periodicidad y la aperiodicidad con el grado de complejidad de las músicas. Las más simples presentan una gran uniformidad rítmica, un alto nivel de periodicidad. En ellas, la pulsación es siempre estable y los dibujos rítmicos, sencillos, fácilmente previsibles. Las músicas populares europeas son un ejemplo de simplicidad rítmica, mientras que el jazz más experimental o la música serial son ejemplos de alta imprevisibilidad. El límite de la sofisticación en este sentido serían autores como Nono, Feldman o Stockhausen.

12.04.2010

N10.05.328-O084.28.278 . 10.00 . 12.04.2010
No se tomó sonido
De San José a Santa Rosa

Hoy atravesamos el país desde San José en dirección del extremo más occidental. Cerca de San Ramón, la vegetación es mucho más seca y menos abundante. Si el parque Braulio Carrillo y la Tirimbina eran húmedos y verdes, aquí, el color de las hojas es mucho mas pálido. Además, no hace falta bajar del coche para ver la tierra. Se aprecia incluso desde la carretera.

Decididamente, la conducción es un determinante nacional. La gente conduce como loca en todas partes, pero con sus especificidades. Aquí es muy normal adelantar en curva sin visibilidad. El ejecutivo de la empresa de alquiler de vehículos nos avisó de que no debíamos rebasar la velocidad máxima. También nos lo dijo Catiana. Pero al parecer, la conducción incívica y temeraria no es objeto de ninguna contravención. Si cedes el paso a alguien cuando las señales de tráfico indican que debes hacerlo, te llevas la reprimenda del de atrás. Si después de hacer cola un buen rato para adelantar a un camión, aprovechas una recta para por fin dejarlo atrás, el conductor del vehículo que te sigue no se corta un pelo y, si no expresa su descontento directamente con un concierto de bocina, no para de accionar las luces de cruce porque no le has dejado pasar a él primero. Como si fuera un rayo láser destructor de ésos que deben llevar los cazabombarderos. Son et lumière. Tu obligación, según el energúmeno de turno, es fundirte o desintegrarte para dejarle paso. Eso es bastante común en algunos países de Europa, también. En otras ocasiones, si sin pensarlo un segundo no te lanzas a la muerte segura de una entrada de autopista en cambio rasante, el que te sigue se ve en el derecho de imprecarte a placer con su bocina o con lo que tenga a mano. Por supuesto, que los camiones lleven el silenciador roto y en las reducciones de velocidad suenen como un trombón del Jurásico, eso no es motivo de multazo. Por cierto, que lo del silenciador roto parece una moda, porque no son cacharros viejos, no. Son camiones bien nuevos, recién importados de Estados Unidos. Aquí parece que sólo la velocidad sea motivo de sanción. Aunque si la respetas en los límites marcados por la señalización, siempre van a estar todos adelantándote. Raro será el que se quede conduciendo detrás de ti. Vaya, que puede que los códigos estén claros para los nativos, pero entonces, la señalización es totalmente incongruente con las prácticas habituales. La probabilidad de que el conductor de un vehículo sea un turista puede evaluarse en el índice de observación de las señales de tráfico, en especial, las indicaciones de velocidad.

 

N10.48.654-O085.38.568 . 16.09 . 12.04.2010
Parque Nacional de Santa Rosa. Toma 1

El entorno es extremadamente seco. De hecho, éste es uno de los pocos reductos de bosque seco original del país. Muy denso el bosque más allá del camino, por cierto. Los árboles grandes y siempre verdes son el guapinol, el tempisque y el canelo, que alcanzan entre 100 y 500 años de edad. También hay especies caducifolias, como el panamá, el pochote y muchas más, por lo que se ve mucha hojarasca por el suelo. La temperatura interna del bosque puede llegar a los 39 grados. Fuera, el ambiente es algo más fresco. Estamos a 34 grados. El viento suena entre los árboles. Parece que también se oye el océano a lo lejos. Es el Pacifico. De esta zona, éste será el punto más cercano al océano que hoy muestrearemos, ya que el sonido de las olas termina por enmascararlo todo. Lo vimos en el Caribe y no interesa demasiado una colección de oleajes.

Hoy, la luz es parecida a la del Mediterráneo ; por eso me siento como en casa. Tengo ahora impresión de que la distribución de los sonidos guarda semejanza con la de lugares parecidos que conozco en Mediterráneo. Siento especialmente mediterránea la temperatura. Nos hemos cruzado hace un rato con una pareja de roedores. Les hemos sacado fotos, a pesar de que no nos han permitido acercarnos demasiado.

La sequía no parece afectar a la densidad de la actividad sonora. Es cierto que hay poca presión, pero la densidad es notable. La complejidad sonora del paisaje me suministra razones para reafirmarme en aquello de la complejidad cerebral y la periodicidad del canto. Hay por ahí algo que difícilmente podría no tratarse del canto de un ave. Muestra una periodicidad interna notable. Sin embargo, la separación temporal entre evento y evento es algo caótica, como la de los latidos del corazón, que, por cierto, son tanto mas periódicos cuanto más acusada es la patología. Un corazón enfermo late de manera mecánica. Un corazón sano late de forma regular, pero con cierta imprevisibilidad. Me he hartado de escribirlo por todas partes. Si tengo lectores, terminaran ellos por hartarse de leerlo.

N10.50.213-O085.37.276 . 17.14 . 12.04.2010
Parque Nacional de Santa Rosa, un poco más alejados del Pacífico, algo más cerca de la Hacienda Santa Rosa

En el camino de vuelta, la reductora del Suzuki se ha revelado imprescindible. Con toda la lentitud del mundo, hemos ido remontando y descendiendo todos los pedruscazos que el guarda de la entrada nos ha descrito como infranqueables para un coche como el nuestro. Craso error. Se trata de ir despacio, casi parados, y no hay obstáculo que se resista; especialmente, si no hay precipicios a los lados de la carretera. Me reafirmo en el símil mediterráneo. El aire es seco, pero el mar se adivina próximo.

A lo lejos se oyen coches. Será la carretera de Santa Elena.

El sol cae y la caricia del aire es agradabilísima. Una delicia. Me gusta la selva húmeda. Es un entorno riquísimo, pero la densidad y la presión sonoras son tan grandes que no te dejan pensar. Aquí, dada la levedad del sonido del viento, el canto lejano de los grillos, que ya se preparan para la noche, y los variadísimos, cantos de las aves, cortos y delicados, sutilísimos, hay tiempo para pensar en la vida. Hay músicas que te dejan pensar también en la vida. Otras sólo te dan la opción a dejarte llevar. Te avasallan. Te poseen. Las primeras te dejan ser, pero si no estás suficientemente fuerte, te enfrentan a la insoportable levedad del ser. El silencio es soledad para quienes no se soportan. Hay que admitir que en estos tiempos que corren es difícil soportarse. Claro que siempre encontrarás gente encantada de conocerse. Quizá se trate del mismo efecto.

A todo esto, los grillos se afianzan y aparecen otros insectos nocturnos de canto más persistente. Su frecuencia es mayor y, por tanto, la sensación temporal desaparece para dar lugar a la de altura. ¡Es tan común este fenómeno en los sonidos de la naturaleza!

Empieza a anochecer, así que nos vamos.

N10.50.191-O085.36.960 . 17.53 . 12.04.2010
Parque Nacional de Santa Rosa . Toma 3, pasado la Hacienda Santa Rosa

Ibamos a grabar un entorno mas húmedo para terminar la jornada, pero al salir a la carretera asfaltada y parar para cambiar la reductora a normal, he creído que el motor sonaba muy raro. Lo he parado, pero el sonido persistía. Venia de fuera. Carlos pensaba que eran ranas. Pero yo tenía mis dudas. Es un sonido que varía mucho en intensidad. Deben ser insectos que se instalan a cantar en los árboles, como las cigarras. Cuando uno cercano calla, se escucha a sus congéneres lejanos en la misma frecuencia. No son los únicos cantos animales de dinámica variable. Hay otros insectos. La cosa es que los márgenes dinámicos son tan grandes que a veces temo que saturen la grabación. Espectacular. Los tonos rosados del ocaso me remiten a mi admirado Gabriel Ferrater.

“Aquest sol que menstrua no es vol pondre.
Mira la folla roja com rebutja
el llençol de muntanya que l'acotxa.
Un altre dia exagerat. Un altre
dia se't mor cregut que el seu color
no tornarà mai més, no tornarà
com la sang que es podreix. Eixuga llum,
llença cotons de núvols, renta't, gira't,
beu el més límpid gin de lluna i mar.”

No entiendo como alguien con tanta pasión por la vida terminó suicidándose. O tal vez fuera por eso.

Está claro que son insectos. Empiezan con una periodicidad lenta, perceptible como ritmo. Al acelerarse, esa sensación se sustituye por la de altura. ¡Vaya pasada! No dejo de admirarme de lo que escucho. Es fascinante. Las diferencias de fase entre los distintos emisores ubicados aquí y allá, literalmente, por todas partes, generan una sensación acústica de espacio notable. Gracias al sonido, pese a la alta densidad de la vegetación, el bosque seco se muestra en toda su profundidad espacial.

Las aves vuelan de un lado a otro, así que miro al cielo y entre las ramas de los árboles descubro una luz roja. Sin duda, una cámara de infrarrojos. Quizá los responsables de la reserva entenderían nuestro proyecto. Costa Rica es el país más cableado de Centroamérica. No entrañaría demasiada complicación mandar señal al edificio central, apenas a un kilómetro. De ahí a la red, el esfuerzo sería mínimo.

Un pájaro enorme deja caer un fruto desde un árbol próximo. Cae a 2 metros escasos de aquí. Luego levanta el vuelo pesadamente y se posa en silencio en una rama de otro árbol, en el lado opuesto de la carretera. Parece un urogallo. Los insectos que, sin verlos, aseguraría descomunales, nos abandonan paulatinamente para dejarnos a solas con los grillos comunes. La cámara continúa encendida.

13.04.2010

N10.56.827-O085.41.603 . 06.43 . 13.04.2010
No se tomó sonido
Santa Elena Lodge
Era noche cerrada cuando ayer llegamos a Cuajiniquil. Por la guía que nos prestó Catiana, sabíamos de un hotel en el pueblo. Costó algo encontrarlo y luego no había manera de que nos abrieran la puerta. Se llama Santa Elena Lodge. Su propietario, Jorge Manuel, resulta ser un hombre muy locuaz y atento. En el pasado fue pescador; ahora va por el tercer año de explotación hotelera. Mantiene su negocio con esmero. No grabamos ahora, mientras desayunamos, pero tomo nota de lo que nos cuenta. Esta fue siempre zona de pescadores. Aún lo es, pero está dejando de serlo. Cuajiniquil forma parte del Cantón de La Cruz, de cuyo territorio, el ochenta por ciento es reserva natural. Según Jorge Manuel, el gobierno lleva diez años reconduciendo el desarrollo económico hacia los servicios ecoturísticos.

Hemos pactado con él que una noche de éstas instalaremos la Wild Life en alguna parte de su jardín.

N10.56.812-O085.41.581 . 08.13 . 13.04.2010
Jardín de Santa Elena Lodge . Grabación en ausencia

N11.04.345-O085.38.063 . 09.16 . 13.04.2010
Plaza principal de La Cruz

Esto parece el centro neurálgico de la ciudad. La Cruz es bien pequeña. Un modesto salón municipal se alza a la izquierda, según mi perspectiva. La escuela se encuentra enfrente, del lado Oeste. Justo detrás mío, en el lado Este de la plaza, un Súpercompro; el más grande que hemos visto en todo el viaje. Está al otro lado de la calle que delimita la plaza, junto a un taller mecánico, también muy grande, frente al que está aparcado el Suzuki. Algunos hombres charlan en la puerta. En el lado Norte, una parada de taxis y mas allá de la calle, una soda y un edificio en construcción. Del lado sur, gente conversando. Unos sentados en los bancos de la plaza, otros, en el coche. Hace mucho viento, del Este, las montañas, pues, a donde iremos esta tarde, y me doy cuenta de que, si bien la sensación térmica y el viento es como el Mediterráneo, también la luz, aquí las nubes son bastante más comunes. Hay mucha calima a esta hora ya. A saber como se pondrá a mediodía. Mucha tranquilidad hay aquí, se aprecia en el canto de los pájaros, pero también, movimiento de coches. En la esquina noreste, al otro lado de la calle, hay un bar con música ya a estas horas. La glorieta central es verde claro, muy parecido al verde islámico. Igualmente lo es todo el mobiliario de la plaza. Hasta los bidones de basura de la municipalidad están pintados del mismo color.

A ver si el viento ha dejado grabar algo. Carlos ha pasado todo el rato protegiendo el micrófono con las manos.

N11.04.462-O085.38.088 . 09.54 . 13.04.2010
Central de autobuses de La Cruz

Pues eso : una central de autobuses, con gente, taxis y teléfonos públicos. En esencia, se trata de un edificio de columnas de cemento y techo de material metaloplástico. Es el otro centro neurálgico de la miniciudad, con tiendas y un par de bares. Hasta una carnicería, hay. Otro rotulo reza : Ropa Americana Ingrid. Disimulamos tomando un café en uno de ellos, el que queda casi fuera del edificio de columnas de cemento. Al entregarnos el café, sonreímos a la señora, como si no supiéramos hablar español, vamos de gringos y así no hablamos para no contaminar la grabación. Los árboles se mueven al viento, pero aquí no nos afecta. Creo que la grabación saldrá buena.

Los autobuses son de dos tipos, hasta la fecha. Unos parecen escolares, amarillos, importados directamente de Estados Unidos. Los otros son los de línea. Acaba de parar uno justo antes de entrar en el recinto para descargar mercancías. La Cruz es la última ciudad antes de la frontera, así que los trapicheos se imponen. Me viene a la memoria ahora un autobús que Clara Garí y yo tomamos en Estambul para ir a Munich, porque en la época yo tenía fobia a los aviones y sólo los tomaba para ir a trabajar. Ya antes de pasar la frontera búlgara, todo el pasaje se pertrechó de todo tipo de cosas : cartones de tabaco, botellas de güisqui, paquetes de compresas y de pañales, comida... de todo. Nosotros no compramos nada, como el otro pasajero guiri, un marino danés. Ya en la frontera, los tres conductores abandonaron el autobús y su pasaje y se fueron de putas, literalmente. De vez en cuando se escuchaban petardos. Como lo que en Catalunya llamamos piulas. Al volver, cargaron el autobús de queso búlgaro. Hasta la bandera. Por el camino fueron distribuyendo el güisqui, los dodotis y los cartones de tabaco entre los vistas de las aduanas y todo aquél que tuviera poder para levantar alguna barrera, como la del acceso al ferry que nos llevó a la otra orilla del Danubio para entrar en Rumanía. Iba inclinado por la carga y los policías rumanos nos apuntaban con las ametralladoras. Corría el año 93 y el ambiente era muy bélico. Como estábamos en pleno conflicto de los Balcanes, yo iba todo el rato buscando un refugio entre los vehículos por si se les aflojaba el gatillo. Toda la violencia y la desconfianza se esfumaron cuando el conductor depositó los pasaportes con sus visados y un lote completo de tabaco, bebida de importación y dodotis ante una misteriosa puerta. Una mano sin cara lo recogió todo y en cinco minutos devolvió los pasaportes sellados.

Nada que ver con todo aquello, el ambiente aquí es de lo más distendido, pero si alguien me demuestra que no hay estraperlo tendré que cambiar mi concepción de la condición humana.

N11.03.568-O085.24.872 . 11.20 . 13.04.2010
Súper Compro de Santa Cecilia

Otro centro neurálgico. Éste, mucho más rural que el de antes, si cabe. La carretera no es pavimentada. El único pavimento por aquí es lo que llaman grava; es decir, un suelo duro inicialmente de grava, que ha ido siendo machacada por el paso de los vehículos. Camiones y camionetas se amontonan frente al Súpercompro. Poquita gente en la calle y dos papelerías con servicio Internet. No debe ser WiFi, porque no capto señal. Antes había una línea abierta, pero no he podido establecer conexión. El autobús San Carlos-Peñas Blancas pasa por aquí. Por cierto, que los autobuses de línea no son nada desartalados por esta zona. Lo más destartalado que he visto no tiene ni punto de comparación con lo que se ve por otros países. Se nota que aquí hay mucho más nivel económico que en el resto de Centroamérica. Pasan muchos camiones novísimos. Relucientes. El hecho de que el país esté casi íntegramente conectado a Internet y que sea gratis en muchos hoteles implica un importante nivel de desarrollo económico.

Las carreteras están en bastante mal estado, pero llama mucho más la atención que no abunden los nombres de las calles ni las numeraciones de las casas. La gente pasa tranquilamente, sin prisas. Algunas mujeres llevan sombrillas para protegerse del sol. Bueno, son paraguas. El caso es que nadie se queda al sol. Pasan sin entretenerse y van a donde sea que vayan. Presumiblemente, a su casa. Tocado con un sombrero de cuero, cabo de ver pasar a un hombre a que sus dos hijas casamenteras seguían a unos pasos tras él. ¿Será costumbre campesina?

Curiosamente, los camiones no producen ese sonido tan agresivo de reducción de velocidad con tubo de escape roto. Estoy convencido de que es porque llevan la marcha larga para botar menos a causa de los baches, que son muchos y el pavimento, muy duro. A saber dónde queda la grava ya. El 4x4 con una D de Alemania apenas camuflada que teníamos delante, se ha ido. Sus ocupantes hablaban Inglés. Se detiene el Bluebird, un transporte escolar típicamente amarillo, y por detrás salen una niña en bicicleta con cambio de marchas y una moto nueva, con el silenciador aún intacto. Esta mañana, extrañamente, había poca música. Justo ahora se empieza a escuchar más. Sin embargo, la gente parece tener la buena costumbre de escuchar música a niveles bastante conservadores.

N11.02.861-O085.24.335 . 11.55 . 13.04.2010
Frente a un platanal doméstico

Ya en la salida de Santa Cecilia hacia Guanacaste, aparcamos frente a unas chabolas muy pobres y a la sombra de unos frutales frondosos que no reconozco. Descendemos con sigilo para no suscitar demasiado interés. En las chabolas vive una familia que presumo muy pobre. Al otro lado del camino, la presencia una finca naranjera con valla nueva y bien instalada sugiere que su propietario debe ser rico. Grandes extensiones de naranjos hay por aquí. Muchos habitantes de Santa Cecilia deben ser empleados de las empresas naranjeras. Antes de entrar en Santa Cecilia, vimos una fábrica de zumos. Los camiones se cargaban con un tractor que llevaba las naranjas en una especie de bolsa gigante. Los remolques de los camiones, cargados de naranjas, eran inmensos.

Por supuesto que, por pobres que sean, todas las chabolas llevan corona : el brillo metálico de las antenas de televisión contrasta con la textura roma de las pobres construcciones de madera. Es la hora de comer y todo el mundo la tiene puesta. El gran comecocos mundial, la televisión, aquí no es menos influyente : ¡en el hotel podíamos sintonizar más de sesenta canales costarricenses!

Pasa una jovencita y entra en la chabola de enfrente. Luego, un Quad. Algo de dinero tendrán, si pueden comprar Quads. Los malls de San José están repletos de chucherías que sólo valen para consumir y no creo que las clases altas vayan allí a comprar nada.

Continúa soplando el viento. ¿Se mantendrá el tiempo estable o vamos a entrar de golpe en la estación de las lluvias? No llevo impermeable, hoy. Las nubes no se disipan, pese al viento. Espero que podamos grabar mucho luego, bajo el volcán. De momento, las gallinas atraviesan el camino de grava y picotean bajo los naranjos. Para ellas, la propiedad privada no existe.

N11.00.595-O085.25.264 . 12.45 . 13.04.2010
Bosque nuboso

¿Es ya esto bosque nuboso? No sé, pero suena fantástico. Ha hecho falta superar unos cuantos lodazales con el coche para llegar aquí. Acabábamos de superar uno cuando hemos decidido arrimar el coche a la cuneta. El color de la vegetación es mucho más oscuro que el del bosque seco y menos brillante que el de la selva húmeda. Igualmente tiene helechos. Se ven árboles y plantas de tallo mucho más fino que los habituales de la selva húmeda. El insecto que no ha parado de cantar desde que llegamos parece de la misma especie que el que encontramos en el puente de la Tirimbina. Modula menos. Pero sí. Modula. Creo que hay menos en esta colonia que en la de la Tirimbina. Se escucha mucho menos el efecto de fases distintas, pero el contrapunto que se establece con el pájaro es magistral. Cuando pía manteniendo el ritmo, se acerca a la exactitud de los insectos. No hay manera de saber cuándo romperá el ritmo para cantar más melódicamente.

Los insectos detienen de golpe su canto y entonces, en la calma, puedo escuchar lo de siempre : un avión. Pasa y el pájaro repetidor canta ya mucho más lejos. Volar te lleva de un lugar a otro sin esfuerzo. Es lo que tiene. Es curioso que aves e insectos parecen ir relativamente asociados. Cuando aparece el uno, viene el otro al cabo de poco. Puede que también tenga que ver con el sol y la temperatura. Seguro, con el hecho de que muchas aves comen insectos. Cuestión de economía doméstica.

N10.59.270-O085.25.090 – 14.22 . 13.04.2010
Parque Nacional de Guanacaste

A mil metros de la Pitilla, la sede del puesto de control de este parque nacional, hay unas ceibas. Se llega tras atravesar dos quebradas y ascender por el bosque, más allá de la encrucijada que el guarda no nos permite dejar atrás. Ni caso. La encrucijada está a 600 metros escasos y, la verdad, no es cuestión de acatar normas tan restrictivas viniendo de tan lejos y después de haber superando una carretera llena de baches y barrizales.

Hace un rato, cuando grabábamos antes de llegar al área del parque, se ha parado un jeep. Era personal del parque.

El conductor, después de dar los buenos días, circunspecto, él, me ha preguntado :

-Graban sonidos?
-Sí
-¿Están buenos los sonidos?
-Muy buenos, la verdad
-Van a la Reserva?
-Bueno, si pudiéramos llegar, sí. Pero no estoy muy seguro.
-¿Podríamos grabar allí?
-Sí.
-¿Qué distancia hay desde aquí?
-3 km.
-Pues si llegamos a la Reserva, ya pasaremos a saludarles.

Al cabo de muy poco hemos llegado. El edificio de madera es grande. Trabajaban en los ordenadores, pero no había WiFi. Nos ha recibido una chica indígena. Yo creía que era bióloga o algo así, pero no. Le explicamos lo que queremos.

-Pues tienen que ir a pedir permiso a Santa Rosa.
-¿No podemos grabar sonidos, pues?
-Para grabar necesitan un permiso.
-No nos dijeron que hiciera falta.
-Todas las imágenes y los sonidos que se toman deben pagar una cantidad. Sin permiso de Santa Rosa no se puede grabar.
-Pues no hemos pagado en ningún sitio.
-Bueno, si hablan con el chico.

El chico es uno que va de uniforme y nos informa de que él se responsabiliza de la estación. Pero tampoco es biólogo. Le importan un pepino nuestras grabaciones. Lo único que quiere es que le enseñemos el tiquet que debíamos haber comprado en el Parque Nacional de Santa Rosa. ¡Digo yo que a tanta distancia, ya podrían tener un garito expendedor de tiquets! Será que no se fían del personal que tenemos delante.

-¡Pero si ayer ya nos dieron un ticket!
-¿Un ticket? Bueno, si me lo enseñan les dejo pasar. Un momento, dicen que fue ayer?
-Sí
-Entonces, no vale.
-Hombre, ¡no nos vamos a marchar de vacío ahora! Bueno, a las 4 cierran abajo. Si pagan antes de las 4, les dejo pasar.
-Pero si son casi las 2. No tenemos tiempo de grabar nada. Podemos pagar mañana en Santa Rosa?
-Bueno. Okay, pero antes les digo hasta donde pueden pasar.

Nos ha enseñado un mapa cochambroso pegado a la pared con un chichlé donde se mostraban dos quebradas y una encrucijada. No pueden ir más allá de la encrucijada. No rebasen los seiscientos metros, recuerden. Luego ha dicho ochocientos; por eso hemos pensado que la interpretación era variable y que bien valía la pena superar los mil metros.

-Hay terciopelo, tengan cuidado.
-¿Terciopelo?
-Sí. Serpientes terciopelo.
-Ah. Bien, iremos mirando al suelo.
Por fin ha sonreído.

Por el camino, excrementos de mula. Al cabo de un rato, en efecto : una serpiente delgadita se atravesaba verde en el camino.

-¿Es una terciopelo?
-Debe ser. Parece terciopelo...
-Si tu lo dices...
-¡Vaya! Esta mañana he olvidado tomar las pastillas.
-¿Tienes ahora?
-Si. Me voy a tomar una. Espero que no me siente mal con el estomago vacío.

N10.59.310-O085.25.339 . 15.02 . 13.04.2010
Segunda quebrada

Parece una rana lo que suena. Hace un momento era una especie de urogallo. Un bicho bien gordo. Lo sé, porque al transgredir yendo más allá de la encrucijada, se nos ha cruzado. Estaba muy cabreado. O cabreada, porque un comportamiento tan agresivo, es más propio de una hembra en época de cría. Al principio de la grabación este animal contestó a uno lejano.

En esta quebrada no hay agua. En la otra, sí; un poco. El micrófono está entre dos piedras. Mi ordenador, directamente encima de una. Me lo he llevado por si pillábamos alguna señal. Pero por aquí no está tan extendido eso de Internet. Puede que los que tienen WiFi sean una minoría muy pequeña, a fin de cuentas.

Si esto es un bosque nuboso, lo que hemos visto antes, cuando nos hemos parado, también. Hay moscas. Me rodean. También, un moscardón que pasa de largo. Pero antes había otro aún más gordo batiendo las alas. Conclusión : los insectos, incansables, llevan a cabo su estrategia reproductiva ancestral, a saber, cantar, cantar y cantar mientras los urogallos se hablan en la distancia y un moscardón enorme pasa junto a mi oreja.

N10.50.347-O085.25.446 . 15.33 . 13.04.2010
De vuelta a la Pitilla

Cerca de la Pitilla canta un insecto de ésos que suenan como un motor al ralentí. Nos ha hecho parar otro que ahora no se escucha. A ver si vuelve.
La brisa se oye en la elasticidad de las copas de los árboles. Podría ser que ese motor no parara en los veinte minutos de toma.

Frente a mi, una bolsa de plástico atada a un árbol. ¡Qué guarra es la gente! ¡Pero si lleva un numero! ¿Serán puntos de referencia de la estación biológica? En ese caso es peor. ¡Qué feo!

Al callar un motor-insecto especialmente llamativo, la presión sonora desciende y deja paso a la escucha de los grillos, que quizá ya presientan que se acerca la oscuridad. La brisa aumenta y al fondo, muy al fondo, se oye el sonido largo del insecto que antes nos ha hecho parar y no hemos podido grabar. Pero suena muy flojo. De repente se manifiestan muchos planos sonoros : el viento, la madera que cae, el insecto que canta, el fondo agudo de insectos de siempre... Cada uno a una distancia de nosotros bien distinta. El bicho interesante, ése que nos llama tanto la atención, parece acercarse. Pero calla. Lástima. Reprende su intervención con energías renovadas y pareciera que por el ímpetu no fuera a callar ya nunca, pero se va. Y se viene otra vez. Parece una sierra. Calla y así da nuevamente paso a la escucha de planos sonoros lejanos. También, al canto de un ave mucho más próxima. La brisa casi viento los envuelve a todos. Los pone en contexto. Es una especie de passe par tout. Muy a lo lejos, insectos agudos que parecen violas da gamba soprano. La tranquilidad es una característica de estos bosques. No da la impresión de que haya grandes dramas, aparte de los habituales de cualquier bosque. De repente, la manifestación sonora de un ave nueva confirma todas mis disquisiciones acerca de la complejidad temporal del canto y la complejidad cerebral de las especies.

En suelo lleno de hojarasca no reconozco ninguna hoja. Ayer sí vi hojas de roble. Hoy, ni una. ¿De qué serán éstas?

N11.03.554-O085.25.068 . 18.00 . 13.04.2010
Afueras de Santa Cecilia, de vuelta a Cuajiniquil

Por esta calle de las afueras de Santa Cecilia, pasan coches, camiones, viandantes, motos bicicletas. De todo. Hemos parado a grabar esos insectos espaciales. Hay tantos, que las fases nunca coinciden. Andan por todas partes. Con la ventana abierta, al pasar cerca de alguno particularmente potente, parecía meterse dentro de la cabina. No hemos podido evitar buscar un sitio para grabar. A estos bichos parece no molestarles ni los motores ni el cemento. En Barcelona hay grillos. Pocos, pero los hay. Han ido desapareciendo. Estos que ahora están de fiesta por toda la comarca, terminaran por desaparecer. O puede que no. Quizá sean indestructibles.

El que tenemos a la izquierda suena como un filtrado de las otras. Es el más especial.

Lástima de sitio, porque estamos tragando todo el polvo de la carretera. ¡Hasta un caballo ha pasado! Esto es una vía muy frecuentada, aunque seguramente, menos que la salida de La Virgen, el pueblo de donde venimos y al que antes nos hemos dirigido con la esperanza de descender al lago Nicaragua. Durante todo el rato lo veíamos en el horizonte. Hasta se adivinaban las siluetas de sus islas. Pero ha sido imposible. Al fin, un río se ha interpuesto entre el lago y nosotros. Era inútil correr riesgos tratando de vadearlo. Nos preguntamos si habremos pasado la frontera con Nicaragua. No tenemos claro el punto preciso al que hemos ido a dar siguiendo un largo y ondulado camino más allá de La Virgen.

Cuando los insectos espaciales próximos se callan y los lejanas siguen cantando, la sensación de profundidad de plano es mágica. Tienen algo de cromhorno. Ahora, definitivamente, sí anochece. Llegaremos a Cuajiniquil con la noche ya totalmente en marcha.

14.04.2010

N10.57.119-O085.42.536 . 08.35 . 14.04.2010
Se perdió la grabación
Muelle de pesca de Cuajiniquil

Vamos a tener que ponernos protector solar. No hay una sola nube. Calima, sí. Todo el parque de Santa Elena se divisa al otro lado de la bahía. De lejos, por lo pelado, me recuerda las montañas de la costa noreste española : Cadaqués, Port de la Selva, Llançà, Colera, Port Bou...

Disimulado tras un montículo para que los pescadores no se sientan observados, el micrófono está en una playita de gruesas piedras negras. Tanto los tres barcos atracados en el muelle, como los seis anclados son predominantemente de color blanco con los perfiles en azul claro. Los anclados llevan boyas con banderas de señalización negras y recortadas, para que se vean aún mas, si cabe, con el movimiento que les imprime el viento.

El oleaje es bien tranquilo. Particularmente pacífico, hace extraño honor al océano que nos lo trae a los pies.

La entrada al muelle esta protegida por una valla. En el cuerpo de guardia, varios hombres mantienen una larga conversación. Mientras, alguien trabaja en alguno de los barcos. Gaviotas y pelícanos rondan la zona. Debe haber pesca, porque es muy fácil ver peces saltando.

Un coche se aparca tan cerca del nuestro, que sería difícil pensar que su conductor no lo hace expresamente. La zona de aparcamiento esta vacía. Hasta este momento, éramos los únicos. Sus ocupantes, dos hombres y una mujer, salen del coche. Se acercan a Carlos y saludan. Carlos les hace signo de buen rollo con el pulgar levantado hacia arriba, pero no articula palabra. Yo, tampoco. Se acercan a la playa, valoran el estado de calma del agua y se ponen a hablar y comer. Uno prepara una especie de anzuelo. Seguramente, vienen a pescar y se quedan fuera del muelle. En la verja, un cartel avisa de que en el interior del recinto del muelle no se puede pescar y que los menores de 15 años no pueden acceder si no es acompañados de un adulto.

Cuando nos vamos, llega otro coche. La pesca doméstica debe ser práctica habitual por aquí, Seguro que está relacionado con el hecho de que éste es el lugar más alejado de Cuajiniquil antes de la valla del muelle, que impide el paso hacia el extremo norte de la bahía.

N10.56.545-O085.40.876 . 09.17 . 14.04.2010
Se perdió la grabación
Cuajiniquil

Cuajiniquil fue un caserío de pescadores. Parece que ha crecido. El centro es una especie de plaza sin pavimentar donde se arremolinan cuatro bares, dos restaurantes y el puesto de policía. Preferimos apartarnos cincuenta metros al noroeste, frente a la escuela y junto a un bar donde pedimos unos refrescos. La escuela tiene dos banderas. La costarricense y una verde, que debe ser la del Cantón de La Cruz. Hay mucho movimiento, de manera que el paisaje sonoro es rico. Curiosamente, no se oye música. Sólo alguna radio o televisión tímidamente nos deja escuchar su registro medio grave.

Animales de diversos grados de domesticidad ocupan libremente la calle. Perros, una especie de mirlo, una urraca... Unos pollitos andan en fila por el camino de grava y se acercan a mis pies. En los arboles, algunos pájaros. Entre ellos, claramente, una lora. Las urracas vuelan de un árbol a otro con descaro, como podrían hacerlo en San Lorenzo. Digo que son urracas por su color negro y blanco y también por la forma de su cuerpo, pero no pretendo que lo sean. Hace un momento que las cigarras han empezado su canto diario. En el hotel comenzaron súbitamente hace una hora y media, mientras desayunábamos. El mirlo se acerca a la gente con mayor timidez que los pollitos y sale volando mucho antes de que nadie pueda darle alcance. Este es un buen ejemplo de entorno apacible y despreocupado.

Pasan algunos coches. También, motos y bicicletas. Antes, un camión no demasiado grande se dirigía a Santa Elena. No tienen sentido aquí los camiones grandes. Esto no tiene salida. Los caminos llevan a la orilla del mar. Dudo de que no haya actividad pesquera en Cuajiniquil, como nos explicó Jorge Manuel. La actividad ecoturistica, a pesar de ser el imaginario oficial, no parece estar nada arraigada. Pocos hoteles se ven como para que se trate de una actividad económica importante. Más al sur, seguro que hay muchos, como en el Caribe, pero aquí no parece haber pasado el tiempo. Esta zona gusta poco a los estadounidenses, dicen. En cambio, los europeos, si la conocieran, la adorarían. Tal vez. Yo, la adoro. Me recuerda mi tierra. Si se lo digo a alguien de aquí, no se lo creería

N10.55.102-O085.43.012 . 10.21 . 14.04.2010
Se perdió la grabación
Río Salinas

No sé si realmente estamos en Río Salinas. La carretera atravesaba una charca que interpretamos como Río Salinas, pero vete a saber. De la información del GPS dedujimos que atravesábamos el río y que una carretera sigue por la orilla hasta la desembocadura. Pero no sé. No hay roderas, pero sí huellas de cascos. También, un paisaje sonoro muy rico. Muchas aves. Además, se ven. No todas, pero sí algunas de ellas. El entorno es bastante seco, aunque cerca del cauce del río crecen árboles bastante altos. Parecen mangles. No se escuchan muchos insectos. Al llegar nosotros, tan sólo algunas cigarras esporádicas han iniciado tímidamente un canto. Han callado pronto y al cabo de unos minutos han vuelto a empezar, pero se han interrumpido otra vez.

Precisamente ahora se oye muy cerca un pájaro carpintero que golpea el tronco del árbol más grande. Y otra vez las cigarras lo intentan. Callan de manera absolutamente casual cuando algo chapotea en la charca. Aleteos súbitos y fugaces. La vegetación emerge del agua y traza largas ramas sobre ella. Faltan hojas. Será porque estamos en estación seca. Se aprecia en el tallo de la enredadera, que cuelga de los árboles para buscar el agua inexistente en esta parte del lecho del río. También, en el color amarillento de algunas hojas y en las hojas secas que se distribuyen aquí y allá, muy lejos de tapizar el suelo como vimos el otro día en el Parque Nacional de Santa Rosa.

N10.55.592-O085.44.186 . 11.38 . 14.04.2010
Se perdió la grabación
A la búsqueda de El Hachal

Quizás aquello sí fuera Río Salinas. Al entrar al parque por Río Murciélago y ver la carretera hacia el Hachal, nos hemos lanzado hacia ella, pensando que íbamos a encontrar un manglar, tal como Jorge Manuel había dicho. Pero nos debemos haber equivocado, porque ahora subimos una montaña. Por ser la única fuente de agua disponible en muchos kilómetros alrededor, durante la época seca, el Murciélago es el curso de agua de mayor importancia para los animales de este bosque. Gracias a él, sobreviven los organismos que viven en la zona. El camino es largo y recovecudo, como el de la canción de Lennon-McCarthney.

Las instalaciones de entrada del parque son un desastre. Están totalmente descuidadas. No veo cómo se puede hacer negocio con una cosa tan mal presentada. A pesar de lo verde de las hojas, es pleno bosque seco y está lleno de animales. Aquí no hay humedad. Hay que tener cuidado con el polvo. Pero mucho más, con la hojarasca. Si alguien encendiera una cerilla, se correría el riesgo de incendiar toda la zona. Huele como a esparto. Llama la atención que antes de ayer, al entrar en el Parque Nacional de Santa Rosa, el guarda nos dijera que se permitía hacer fuego. Debería estar prohibido. Se ven demasiados incendios. Precisamente, en la península de Santa Elena, se veía hoy un incendio desde el muelle. Tampoco me parece nada bueno que se pueda entrar en coche particular tan adentro. Como mucho, esto debería ser un camino de trecking o algo así. Igual debería ocurrir con el camino que lleva a la estación biológica de La Pitilla, en Guanacaste, y que seguimos ayer hasta llegar al final. Si alguien deseara hacer daño, lo tendría la mar de fácil con una cerilla.

Si bien los troncos de los árboles son mayormente finos y bajos, los hay especialmente gruesos y altos. Desde que hemos llegado, se escucha el canto bastante periódico de un pájaro, siempre en el registro medio grave, con una periodicidad de varios segundos. A veces, se oye uno que canta una segunda menor. Cuando se superponen queda claro que se trata de dos congéneres, porque uno sólo no podría cantar a dos voces.

Se escucha otro canto de ave de mayor complejidad. Es mucho más agudo. No ha parado de cantar desde que iniciamos la grabación. Se encuentra más cerca de nosotros que el primero.

Más esporádicos son otros sonidos, también de aves, que cantan de forma mucho más compleja. Su registro está entre el medio grave y el agudo. Detrás mío, quizá sea un mamífero lo que frota el suelo. Y por encima de mi cabeza, tal vez una lora quien grazna. En el sobreagudo está presente otra ave. La oigo detrás, a mi izquierda. A mi derecha, siguiendo el camino por donde veníamos con el 4x4, hay otro que suena igual que un filtro resonante modulado en envolvente con picos separados de cien milisegundos. De hecho, a fin de cuentas, todos los pájaros que oigo podrían ser generados por un filtro resonante bien ajustado para cada caso.

Hachal encontrado.

El Hachal es bello, pero no suena demasiado interesante. Es una bellísima playa de piedras que tienen el tamaño preciso para ser dolorosísimas al pisarlas sin estar acostumbrado. Los pelícanos cazan y se bañan. No hay nadie. Cuando la afluencia de visitantes sea mayor, deberán prohibir el acceso en vehículos todoterreno. Este entorno no puede soportar una explotación turística sin restricciones.

Paseando por el parque de Santa Elena y subidos en el coche, acabo de acuñar la expresión "esta pieza ya la conocemos", para hacer referencia a ese tipo de piezas musicales que juntan un glissando de uñas sobre las cuerdas de la guitarra, seguido de un trémolo en crescendo que se corta bruscamente con un pizzicato alla Bartock. La música de los 80 está llena de casos así. Por desgracia, eso ha creado escuela y parece que van emergiendo compositores jóvenes interesados en depurar ese estilo de no decir nada nuevo y que algunos suponen que se trata de nueva música. De todas maneras, no son peores que los que pretenden venderte la música del futuro, como los de Sónar. ¿De verdad es necesario decir mentiras para vender el producto?

Para no perdernos en este laberinto, distinguimos los ríos de las carreteras porque el lecho de los ríos está lleno de piedras de color negro, presumiblemente, provenientes del volcán Orosi, en el Parque Nacional de Guanacaste. Por lo demás, son bastante parecidos. No hay pavimento y la reductora se impone, tanto si quieres remontar el río como si pretendes seguir el camino. A medida que nos acercamos a la bahía de Santa Elena, la vegetación pierde su color. El amarillo seco predomina a medida que el camino polvoriento atraviesa ríos secos cargados de piedras. Vamos pegando saltos. Al recuperar el bosque su colorido, la capa de hojas secas, aún más espesa que antes, cubre tanto el suelo del bosque como el camino.

Es la una del mediodía. Apenas se oye nada con las ventanas abiertas. De repente, veo un trozo de bosque seco donde los troncos crecen paralelos, blancos, como varillas. ¿Será también esto bosque varillar, como el de El Zafire? ¿O se trata de una plantación? Este parque tiene terrenos muy raros. Antes hemos descubierto una zona llana desprovista de árboles donde crecía una hierba. Era como si se tratara de un terreno un viejo terreno de cultivo recuperado para la reserva.

En Playa Blanca, la arena es negra.

N10.56.217-O085.51.523 . 14.27 . 14.04.2010
Se perdió la grabación
Lejos de Playa Blanca
El micro está cerca del camino, junto a un tronco cubierto de setas secas. La vegetación es variadísima aquí. La playa está muy seca y esto también, pero el verdor se recupera a medida que uno se aleja de la costa. Hace un rato teníamos aves en el horizonte acústico. En este preciso instante han sido substituidos por insectos de sonido sutilísimo. Una característica de los insectos es que hay muchos más que aves y batracios. Quizá sea por eso que se distribuyen de manera tan regular en los territorios que ocupan. Así, dada una mínima diferencia de sonido y de posición entre individuos de una especie, se generan esos efectos de fase tan espectaculares, primos hermanos del sonido de las cuerdas en una orquesta.

Hoy nos ha seguido todo el día esa especie de cigarra que se pone a cantar y luego para. No se instala en un canto continuo de horas, como las otras. Igual es que las condiciones ambientales no son las más idóneas para ella. Bien puede ser que no sean cigarras y se trate de cualquier otra cosa, porque no he visto ninguna.

Ramas rotas, aves esporádicas, insectos sutiles, todo con el Pacífico de fondo, que ronronea tranquilo. No puede ser que esté oyendo música techno en la lejanía. No me lo puedo creer. Claro que hay tres franceses por ahí en un Suzuki. Hace rato que no los vemos. ¿Se los habrán comido los tiburones que Carlos ha visto al bañarse en Playa Blanca? Los animales van y vienen por este bosque. Ninguno hay que se quede quieto. Las cigarras también parecen cambiar de posición, pero no se ven por el aire. Como una onda, su cantar se acerca y pasa de largo. El fenómeno es muy curioso. Cuando callan, los insectos de canto sutilísimo emergen del fondo.

De vuelta, nos vamos a encontrar a Jorge Manuel para que nos lleve a instalar la Wild Life en un terreno que posee cercano al Parque Nacional de Santa Elena. No se oye nada ahora, a las 4.30 se la tarde.

N10.54.304-O085-41.131 . 17.51 . 14.04.2010
Mairena . Parque Nacional de Santa Rosa . Grabación en ausencia

15.04.2010

N10.55.097-O085.43.016 . 06.24 . 15.04.2010
Río Salinas, otra vez

Ayer perdimos todo lo que habíamos grabado. La tarjeta del grabador se estropeó al pasar la información al disco duro. Primer incidente técnico de la campaña. Hoy nos hemos levantado antes, para tratar de subsanar el problema. La diferencia fundamental con la grabación de ayer es que hay un mono aullador por ahí. Nunca habíamos grabado uno tan cerca. También llaman mucho la atención unas aves; precisamente, en la dirección opuesta del mono aullador.

En general, eso sí, como es mucho más pronto que ayer, hay más actividad. Por lo demás, las charcas siguen igual, las plantas y los árboles son los mismos que ayer. Las especies que vemos, muy parecidas. Los sonidos, también. Hay sequía. Por eso no había agua en el hotel. De todas maneras, ayer estaba claro y hoy, de madrugada, parece que no tanto. Todos los cauces de los ríos estaban secos. Cuando vayamos a recoger la Wild Life, el río seguirá igual de seco. Con todas las piedras. La finca de Jorge Manuel, tiene veinte hectáreas. Ha plantado algunos árboles. Lo intentó con frutales, pero necesitaban mucha agua. Ahora está considerando plantar un árbol que supone de procedencia alemana, nim, le llama. A mí, lo que nos señala en los márgenes del camino, me parece una especie de mimosa.

Creo que esta zona lo tiene difícil : finalmente, llegamos a saber que, en realidad, el ochenta por ciento de la población vive de la pesca. El resto, de los servicios. No parece que el ecoturismo les vaya a sacar enseguida de la pobreza. Queda mucho por hacer. Casi no hay servicios y el parque no parece muy activo. Al menos, en esta época.

El mono aullador se aleja y vienen vacas a visitarnos, a menos de dos minutos de terminar la grabación. Me han visto y se han quedado ahí pasmadas. Son cebúes. ¿Qué harán aquí? ¿Quién los importaría de la India?

N10.56.543-O085.40.896 . 07.46 . 15.04.2010
Frente a la escuela, otra vez

Un poco más del lado de la policía. Por cierto, que llama la atención un destacamento de policía tan grande para una población tan pequeña. No parece que en la escuela quepan mas de cien niños. A saber la proporción, pero, por la dispersión de las casas, en la zona no debe viven más de quinientas personas en Cuajiniquil.

Es en la parte central del pueblo donde se concentran más las casas. Parecen los más ricos, a excepción del canadiense ése que tiene un rancho de construcción impecable frente a la carretera. Las casas parecen cómodas y livianas. Tal vez haga algo de calor en ellas, porque los techos son de zinc.

¡Anda, qué típico! : va uno y para la moto delante de la soda, pero deja el motor en marcha. ¡Es algo tan común y tan inconsciente! Sin tener en cuenta a todos los que estamos aquí oyendo y respirando esa mierda, el tío va y se pone a regular el carburador mientras toma su cerveza. Parece que se va. Menos mal. Poco seso, como decía mamá. En el Bar de Camallera pasaba igual. Los repartidores dejaban sus camiones en marcha junto a las mesas, no sé si para que te comieras el bocata con sabor a gasoil gran reserva y con un buen ruido de fondo. En fin, el hombre nos deja con los sonidos de las aves domésticas y semidomésticas. Hay una Lora en el árbol junto a la soda. La señora nos ha dicho que en la sodita de la escuela nos darían café, que ella no tiene. Voy y pregunto a la chica : buenos días. ¿Tiene café? Ella le pregunta a la negra que está de espaldas. ¿Café? ¡Noooo! En fin. No se por qué se enfada.

Llega un coche de policía y recoge a una niña de la escuela. Debe ser la hija de alguno de los polis. Los pollos, como ayer, se pasean en fila por la calle. Son los únicos que no meten ruido. Todo hay que decirlo : la gente de aquí no es nada ruidosa. Además, cuando ponen música no se pasan con los niveles. Así era en el Caribe hace unos días y así es esto ahora.

Nos estamos yendo a desayunar, que nos lo merecemos.

N10.57.118-O085.42.535 . 09.19 . 15.04.2010
Muelle de Cuajiniquil

Otra vez en el mismo lugar, 25 horas más tarde. Los mismos barcos con las mismas boyas de banderolas negras, más uno. Hoy son seis los atracados y tres los anclados. Habrán salido menos. Los colores de los barcos son los mismos, azul y blanco, excepto el nombre del recién atracado : Camarón GPC 557 está escrito rojo y sobre él se proyectan los ondulantes reflejos fractales del agua.

El micrófono casi está en el mismo sitio. Carlos lo ha alejado unos metros, quizá para evitar los ruidos de pescadores aficionados que eventualmente estacionen sus coches demasiado cerca.

En la playa negra de piedras negras, los buitres negros son silenciosos.

De momento, no hay conversación en el cuerpo de guardia. La hay más adentro, en el muelle, entre los pescadores y los ocupantes de una camioneta de abastecimiento que acaba de entrar.

Hace viento y no hay calima. Hoy no veo pelícanos ni gaviotas. Los han cambiado por buitres y albatros. Estos últimos pescan y los buitres carroñean. Todos vuelan admirablemente. Los buitres son más pesados que los albatros al despegar. Bueno, en realidad, hoy no he visto despegar ni aterrizar ninguno.

Ya no hace viento. Lo que hace es calor. Más que ayer, si cabe. Al fin, llegaron los pelícanos.

N10.18.066-O084.47.476 . 17.17 . 15.04.2010
Reserva biológica Bosque Nuboso Monteverde . Toma 1

El paisaje ha cambiado totalmente. Hay humedad. Por fin. Hemos subido cerca de mil metros. Monteverde es una estación ecoturistica, lo que no significa que sea una maravilla. Hemos situado el micro en una curva de una carretera suficientemente ancha para los 4x4, pero que permanece cerrada al público. Aquí nadie puede entrar en coche. No veo bien los árboles, porque ya está muy oscuro. La vegetación es mucho más húmeda que a la entrada de la reserva y aún más abundante. Desde mi punto de vista de lego, sufre mucho menos. La decisión de parar ha sido a causa del canto de un pájaro de color aflautado, metálico y cristalino. Anda por ahí. Andan; porque seguro que son varios, como siempre. Entre otras cosas, se comunican su presencia. Todo parece moverse. Hasta los grillos, que dan la impresión de cambiar su ubicación. Pero si emplean los élitros para emitir su sonido, entonces, ¿cómo vuelan? No vuelan demasiado, creo. Se pasan el canto de uno a otro como una ola. El pajaro metalo-cristalino se aleja y otros se manifiestan. ¿Por que será que los grillos dan la impresión de moverse? Hay otros pájaros que parecen silbarse : ¡Eo! ¡Cucú! Piqui--piqui parapapii!. ¡Eo!

El sonido de modulación de frecuencia de un filtro resonante ha puntuado el tiempo dando paso a un movimiento cadencial de los grillos. La cigarra nocturna marca la clave. La riqueza de esta música con respecto de la de salsa es que no se instala en periodicidades rígidas. Fluye...

Un leve modulador de la frecuencia de filtro resonante, esta vez, presumiblemente, insecto, pauta la respiración de todo el entorno. Está cambian do la hora. Las gotas caen sobre las hojas de los árboles, pero no nos llegan porque la trama vegetal es espesa. No deja pasar ni la brisa, que se adivina fuerte volando por encima de las copas de los arboles.

Oscurece, pero la vista se acostumbra a la falta de luz. Las aves se están yendo a otro sitio. Sobretodo, quedan insectos por aquí. Nosotros también nos vamos.

N10.18.045-O084.47.285 .17:57 . 15.04.2010 . 1596 metros de altitud
Reserva biológica Bosque Nuboso Monteverde . Grabación en ausencia

N10.17.970-O084.47.108 . 18.10 . 15.04.2010
Reserva biológica Bosque Nuboso Monteverde . Toma 2

Como los guardas nos limitan los recorridos por temor a que nos perdamos o nos ocurra vete a saber qué, transgredimos otra vez. En lugar de quedarnos en el primer puente a instalar la WilfLife, hemos pasado, al otro lado, así que ahora el aparato está bastante más lejos de lo que ellos creen. Después de dejarlo colgado en el árbol de turno, nos ha dado por continuar el camino hasta dar con la carretera de antes, también mucho más allá de donde nos está permitido acceder.

El estimulo que esta vez nos ha decidido parar a grabar es el sonido gigante de una cigarra. El solo satura la entrada de grabación. Ha estado un buen rato así, hasta que ha ido parando de forma muy interesante, menos previsible que de costumbre. Al empezar había luciérnagas verdes. Estas se mueven mucho menos que las de la Tirimbina. Al extinguirse totalmente el canto de la cigarra, ha dejado un paisaje sonoro sutil : grillos, sapitos, algún ave y poco más. Todos, muy discretos, suaves y delicados. Quizá el entorno sería más ruidoso si no lloviera. La selva respira y parece que con su respiración vinieran más luciérnagas. Quedan, pues, sapitos, ranas, grillos, luciérnagas mudas... Poco intensos y cada uno a su ritmo. Soy yo quien los integra en una cosa. ¡Súbitamente, un pic! Otro sapito o quizá una rana. Lo llamativo en este caso es la periodicidad : de siete a diez segundos.

Por encima nuestro, un pájaro, presumo. Ritmo complejo y dinámica matizada. Las luciérnagas se nos acercan y las baterías se me acaban. ¡Una luciérnaga amarilla! Como las de la Tirimbina. Son más luminosas. La cadencia del paisaje ha cambiado con un golpe de brisa que se pasea como un ángel por encima de las copas de los árboles.

Veo el cielo, pero nada más. Aquí abajo ya es de noche.

16.04.2010

N10.19.036-O084.49.459 . 11.40 . 16.04.2010
Santa Elena . Terraza del Tree House Hotel

Monteverde es el centro del ecoturismo. Es una especie de barrio del municipio de Santa Elena. Acoge una serie de lodges; muchos de ellos, con su reserva privada para que sus clientes hagan sus pinitos naturalistas. El hotel Tree House da acceso a Internet. Por eso nos hemos subido a su terraza. Desde aquí vemos pasar gente y vehículos de todas las clases. Camiones, coches particulares, autobuses de línea. Taxis. El nivel económico de esta zona parece sensiblemente más alto que en el norte del Pacífico. Los coches son todos nuevos. Divisamos la plaza. Enfrente, un coffee shop con tres cabinas telefónicas y una parada de taxis. Al lado izquierdo, un restaurant-pizzería ; más a la derecha y ante nosotros, una farmacia.

Por primera vez, música de Salsa edulcorada. Por suerte, aquí no son ruidosos y la musiquita sólo está discretamente fuerte. Dos cafés, 3800 colones. Más de 6 dólares. Precios de La Rivière. ¿Estamos en lo más chique de Costa Rica? Tal vez el Pacífico lo sea más. Pero no vamos a ir ahí.

El ajetreo es importante. Aquí no se oye más que motores, gente, actividad de bar y las señales de radio de los taxis; todos, 4x4 rojos, nuevos. El negocio de distraer gringos con un poco de naturaleza parece funcionar. Hay que ver a quién se vende y cómo. Todo parece orientado al gran público que no está dispuesto a dar más que unos pocos pasos desde el coche. No vemos que se anuncien servicios de trecking por aquí. En la Reserva biológica hemos visto guías esperando a ser contratados por algún grupo. También, en pleno trabajo con alguna parejita o grupo que se pasea por los cortos y desbrozados senderos de la reserva. Puede que haya otras posibilidades, porque la selva parece extenderse mucho mas allá de los límites marcados por el escueto mapa que nos dieron al llegar. El problema es que no se detecta posibilidad de acceso.

N10.18.914-O084.49.015 . 12.20.28 . 16.04.2010
Restaurante italiano

En un punto entre Santa Elena y la reserva, más o menos a un kilómetro de ésta, el restaurante italiano es una casa de fantasía, hecha de madera y piedra, con tejado a varias aguas, pero finalmente plano. El ambiente recuerda el de las estaciones de esquí alpinas o pirenaicas. Ya entiendo de dónde sacó Jorge Manuel la inspiración para su lodge. aquí hay muchos edificios de esas características. A su vez, muy posiblemente estos se inspiraron en la arquitectura alpina.

Orientamos el micrófono a un parque por donde discurre un riachuelo de cierto caudal. En su interior vemos una garita que debe dar paso a otro parque temático.

Un ave se desgañita para superar el nivel de ruido de los vehículos, que pasan sin ningún respeto por la naturaleza. Esta mañana, por cierto, frente a mi habitación en la reserva, a eso de las 6.30 se ha parado una moto. Su ocupante ha estado hablando con alguien sin apagar el motor durante unos buenos diez minutos. Es un buen elemento de contraste con los carteles del primer piso, que exhortan a usar poca agua al lavarse los dientes o las manos. Estaría bien que sugirieran cosas similares acerca del empleo del sonido.

De las ventanas del restaurante italiano sale música de todo tipo. No excesivamente fuerte. Son más refinados que en Tabatinga. Si uno entrara en el interior, comprobaría seguro que el nivel es generoso. Lo que sí es indiscutible es que aquí casi no se escuchan bichos. Hay menos actividad que en Santa Elena y algo más de animales. Poco. De momento, el agua, no se ve demasiado afectada.

En general, no apreciamos en esta sociedad excesiva preocupación por el medioambiente. La idea de entregar a la explotación pequeñas áreas de terreno salvaje para preservar el resto es interesante. Por supuesto que las reservas oficiales parecen seguir esa orientación. Pero no estamos seguros de que la población de a pie esté demasiado concienciada ni tenga la menor idea de esa forma de proceder.

N10.18.158-O084.47.719 . 14.38 . 16.04.2010
Entrada de la Reserva biológica Bosque Nuboso Monteverde

Sentados en un banco de la plaza de entrada frente al bar-restaurant La Foresta y con la garita del guardia detrás, a nuestra derecha quedan las basuras. Plástico, Genérico, Aluminio, Organico. Enfrente, una fuente. La antena parabólica preside el techo del edificio donde nos alojamos. Una turista exhibe articulaciones y músculos flexibles de espaldas a nosotros. Muy healthy, la chica, sí señor. Ella y su amiga van a ir al puente. El guardia les da toda suerte de explicaciones. Creo que la duración del trayecto no coincide. Debería ser mucho menos de la que les ha dicho.

Como para puntuar, cada veinte segundos, una emisión sonora. Si en lugar de un veinteavo de hercio, su periodicidad fuera de dos hercios, sonaría a la clásica sirena de alarma de destrucción total de la nave. El pájaro se acelera. Totalmente ajenos al fenómeno, una empleada del parque barre y los guardias de retén charlan cerca del parking. De vez en cuando, insectos de batido continuo inician su canto, pero pronto se apagan y dejan paso a los pájaros. Creo que se acerca un coche. No. Si. No. ¿Pasa de largo? Se para, acelera y sí : se acercaba algo. Debe ser un autobús o un 4x4. No. Es un camión de abastecimiento de cerveza imperial lo que se para junto al museo de fotos de Monteverde, en la misma entrada al recinto de la reserva.

N10.17.963-O084.47.848 . 15.12 . 16.04.2010
Curva del camino de Monteverde a la Reserva

Micrófono disimulado bajo un poste de la línea eléctrica que abastece la reserva y las instalaciones cercanas. El bosque es muy abierto aquí. Por eso hay poca presión acústica. Desde este punto se divisa parte del macizo montañoso donde se extiende la reserva. Desde luego que el bosque llega mucho más lejos que los senderos que nos han marcado. Cómo se hace para ir más allá? Hay alguna forma o es selva virgen? El secreto parece celosamente guardado.

Los pájaros están lejos.

N10.18.156-O084.47.447 . 16.04 . 16.04.2010
Pájaro metálico-cristalino

Nos hemos acercado al pájaro de canto metálico-cristalino que ayer tanto nos fascinó. El sonido es extrañamente metálico. Como si fuera una modulación en anillo. Pienso esto último y un sonido nuevo aparece en el campo acústico : no estoy seguro de si es otra fuente o si se trata del batracio ése que parece un sirena. Repentinamente, suenan todos los animales bastante lejos. Es como si nos hubieran visto. Seguro que nos han visto. Habitualmente, cuesta un buen rato que se restablezca el orden sonoro una vez nos detenemos a grabar en algún punto. Algo cambia súbitamente ¿se acerca nuestro objetivo? No está claro aún. Difícil hablar de perspectivas cuando la fuente de fondo general es tan poco densa como las colonias de insectos. Es claramente la hora de los pájaros, pero extrañamente se escuchan aún muy tímidamente. Los batracios son también ocasionales.

El sitio es precioso. Lo preside una vieja ceiba en la que viven muchas otras plantas. Centenares, seguramente. Ocasionalmente, escucho algo que suena a mueble de madera que roza sobre un suelo también de madera. Ya lo escuché antes. La cantidad de planos es impresionante esta tarde, pero nuestro objetivo, el pájaro metálico-cristalino se aleja hacia el fondo del valle y nos deja solos con el cantus firmus rítmico de un ave persistente. Lo que priva a esta hora es lo ocasional. También el viento lo es, que, como ayer, agita sólo las copas de los árboles. El único no ocasional es el batracio del principio. Se hace uno consciente de él cuando los demás se lo permiten. Se acerca el metálico-cristalino y los persistentes callan. ¿Le tendrán miedo o respeto? No, porque vuelven súbitamente a la carga y el otro continúa por ahí. El chirrido de madera vuelve y un segundo después, cuando la tormenta ruge a lo lejos, el viento se manifiesta por enésima vez. Retorna así el color electrónico del principio de la toma : un pájaro de canto que yo reproduciría con una modulación de frecuencia sobre la frecuencia de corte de un filtro resonante, comenta la tormenta. Leves movimientos de los árboles, brisa y una tormenta lejana que, si se manifestara de forma más continua, parecería un avión. Pero no. Es una simple tormenta y algún insecto nocturno tímidamente la invoca cuando al modulador de filtro resonante le da por puntuarla. De manera vacilante, la chicharra nocturna, un grillo, quizá, inicia su canto.

N10.18.163-O084.47.454 . 16.29 . 16.04.2010
Más pájaro metálico-cristalino

Esta toma es muy similar a la anterior, pero el pájaro de metal y cristal está mas cerca. Alguien grazna y puntúa sus frases. Alguna gota cae y eso parece dar paso a nuevos insectos nocturnos, pero callan nuevamente. No se instalan en su canto. También está el mismo pedal rítmico que ocasionalmente calla y vuelve a empezar. La tormenta parece más cercana y el pájaro de metal y cristal se mantiene a una distancia prudencial de nosotros. Nunca se acerca demasiado. Nunca lo ha hecho tanto como la primera vez que lo oímos.

La hora va cambiando. Las cigarras-clave son cada vez más frecuentes y el pájaro de metal y cristal se hace más electrónico con sus sextas entre mayores y menores. La selva se anima. Cuando dos pájaros de metal y cristal cantan se forman contrapuntos que devienen color en las superposiciones de frecuencia. Esos choques de partículas sonoras producen destellos. De un pájaro a otro, aunque partan de frecuencias distintas, el material melódico se transpone.

El pájaro modulador de la frecuencia de filtro resonante es enorme. Lo he visto desplazándose de un árbol a otro. Las cigarras-clave nos rodean lentamente y en su vuelo se acercan a nosotros. Pero pasan de largo. Y dale con las sextas. ¡Se acerca! Ahora sí. A ver si continúa. Es lo que requiere la naturaleza : persistencia. Ahí se escucha con su sexta repetida y terminando a veces con una modulación de frecuencia, similar a la del pájaro grande, pero menos intensa. La tormenta ruge amenazadora y las gotas, de momento pocas, se oyen a nuestro alrededor. Me hago súbitamente consciente de que el graznido no se repitió más. ¿Como fue que me puse a pensar en él?

Carlos decide aguantar un rato más la grabación porque esto se ha puesto interesante : el pájaro de metal y cristal está cerca. Lo acompañan unos de canto repetitivo que se contestan en la lejanía. Otra vez parecía que se afianzaban las cigarras nocturnas, pero son como las de ayer : van y vienen. En esta selva todo se mueve. El pájaro de metal y cristal no sólo produce sextas. También cuartas y segundas mayores y menores, pero le gusta repetir intervalos de cuarta o sexta. Ayer le decía a Carlos que me recordaba los sonidos eólicos de las flautas y me reafirmo en ello.

El trueno ha sido muy largo ahora. Parece que el moscardón quiere remedarlo, igual que a un aleteo que suena más tarde y algo más lejano. Eólicos y modulación en anillo con cierta modulación de frecuencia. Senoides moduladas y el pájaro ese enorme que se posa en un árbol cercano a nosotros. Lo estoy viendo. Diría que es un buitre, pero no lo ubico aquí. Se aleja con su chisporroteo. Un grave lejano nos dice que quizá la tormenta deje de amenazarnos y el pájaro de cristal, metal y viento continúa su impredecible canto. Mientras, los demás, sin hacerle caso, llaman a los suyos. El gigante solitario insiste en su chisporroteo con dudoso éxito : no escuchamos a ningún otro de su especie. Ni cercano ni lejano. Soledad.

Y ahora que nos vamos, el pájaro de cristal, metal y viento parece querer seducirnos con su mayor proximidad y nuevos cantos. Terceras menores ascendentes y descendentes acompañan a las cigarras-clave, que cada vez están más cerca. La selva ha premiado nuestro silencio.

N10.18.338-O084.47.620 . 18.08 . 16.04.2010 . 1549 metros de altitud
Reserva biológica Bosque Nuboso Monteverde . Grabación en ausencia

10.18.084-084.47.547 . 18.35 . 16.04.2010
A la búsqueda de los batracios

Ayer escuchámos las ranas campana por aquí. Por eso hemos vuelto. Ahora mismo no suenan, pero esperamos que vengan algo más tarde. La espera siempre se traduce en algún premio. Lo que no se conoce nunca de antemano es la naturaleza del premio. Eso creemos, al menos. De momento, las cigarras nocturnas aumentan y disminuyen la dinámica. Mientras, algo suena por ahí detrás. Para mí que es un ave. Demasiado imprevisible para ser rana o insecto. Las cigarras-clave suenan bien flojo, pero están cerca, indudablemente.

Hace un rato las luciérnagas nos acompañaban. Ahora, ya no veo tantas. Justo enfrente, una cigarra más rítmica, más típica. Al poco, las luciérnagas vuelven con nosotros.

Qué hambre, después de la caminata de hoy. Nuestra intrepidez nos ha jugado una mala pasada. Hemos ido a parar a un camino que bordeaba el río todo el rato, así que no tenía demasiado interés dejar la WlidLife toda la noche por allí, ya que el sonido del agua era demasiado constante. Ahora, sentados en un banco orientado al valle en la ladera donde se hallan las instalaciones hoteleras de Monteverde, escuchamos a lo lejos coches y músicas. Hasta aquí llega el influjo de la actividad humana. Es viernes por la noche y nadie quiere perderse la fiesta. Ni los más integristas. Y ahí está el problema : nuestras argumentaciones se oponen a veces a lo que nos pide el cuerpo. Siempre llega un momento en que no somos capaces de controlar los impulsos. Lo que pide el cuerpo no siempre es lo mejor para todos, sin embargo. Ni para uno mismo. Conviene tenerlo en cuenta.

Me gustaría saber cuánta área protegida tienen estas reservas; si todo lo que ofrecen al público es todo lo que hay o si hay mucho más. En ese caso, sería bueno hacerlo público y que existiera una forma de obtener un permiso de entrada, para el que estuviera bien definido el pliego de condiciones indispensables.

Bien uniforme es este paisaje. ¡Las ranas, que no aparecen y la música, que no para!

A esta parte de la reserva llega el sonido de lo que parece una discoteca. Después de cenar hemos ido a localizar la fuente de sonido. Es una fiesta popular que tenía lugar en una explanada, junto a un restaurante y otros servicios. Las coordenadas eran 10.18.834-94.49.066

17.04.2010

N10.18.206-O084.47.670 . 06.03 . 17.04.2010
De madrugada

A esta hora, la respiración del bosque se pone de manifiesto en el pedal continuo, constantemente cambiante y aparentemente lejano de moscas que, de vez en cuando, se materializan en el zumbido en primer plano de una que pasa o que te descubre y decide acecharte. Las especies de plantas se apelotonan por doquier. Delante tengo, al menos, cinco especies de helechos. En la selva, los árboles grandes son la casa de cientos de otras especies vegetales. Empiezan su vida acogiendo musgos, líquenes, todo tipo de plantas; y así crecen, hasta que, un día, silenciosamente, les sobreviene la muerte.

Un zumbido difuso se distribuye por todo el bosque. Parecen moscas, pero quizá sea otro volador. El que daba vueltas a mi alrededor era una mosca. Seguro. De las cigarras, que ayer a otras horas eran las reinas de este espacio, no parece quedar ni sombra. Es hora de pájaros, sobretodo. Cada familia tiene su fiesta particular. Echo en falta el compañero de metal y cristal. Distingo ahora uno que produce un glissando corto ascendente con un color próximo al del diente de sierra. Es algo periódico. ¿Está ahí el pájaro de metal y cristal? No. Este entona un mantra compuesto de segunda mayor ascendente y tercera mayor descendente, silencio, tercera mayor ascendente, cuarta ascendente, silencio... Es otro animal. Por cierto, uno que no había escuchado antes. Se escucha rodeado por todas partes de piares varios, cercanos y lejanos, de revoloteos livianos y chisporoteos de los que a veces surgen silbidos cortos en glissando ascendente con pocos armónicos. Cerca. En el plano más lejano, otro canto : tercera ascendente, tercera descendente, silencio y vuelta a empezar. El silbador de los glissandi ascendentes continúa impasible.

Gorjeos. En la maraña de pitos varios, vuelve el mantra cristalino : cuarta ascendente, silencio, tercera descendente, segunda descendente, tercera menor descendente. Aleteo. Graznido y trino lento a mi derecha, revoloteo sobre mi cabeza y monos aulladores. A éstos no los había escuchado antes por aquí. Gorjeo liquido.

N10.18.156-O084.47.731 . 06.31 . 17.04.2010
Puerta y nevera de la Foresta

Los empleados de la Reserva Bosque Nuboso Monteverde van llegando. Sus voces se suman a los cantos de los pájaros. Ahora, sin embargo, lo que nos interesa es la nevera. Hemos querido hacer la experiencia de abrir la puerta en plena grabación. El autobús amarillo llega con más empleados y clientes que pronto empezarán un paseo. Uno se acerca al banco, los otros se quedan junto a la fuente y el autobús permanece un rato con el motor en marcha. La luz se enciende en le interior del establecimiento y el autobús se va. Otro empleado abre la puerta y la deja abierta. La Foresta se llama el lodge de servicios de restauración de la Reserva. Noto por aquí, en Monteverde, cierta tendencia italianizante. En el interior, los empleados trabajan y bromean. Los visitantes esperan a los guías comentando el gran mapa de itinerarios de la Reserva que hay en el muro externo de la caseta de atención al público.

Después de las 9

Creo que nunca había almorzado a las 10 y media de la mañana. Llovía y hemos pensado que lo mejor era salir cuanto antes para San José.

En el camino de vuelta, que hasta ahora ha transcurrido sin incidentes, como no podía escribir por los saltos que pegaba el coche, me he dedicado a tratar de identificar árboles. He creído ver unas mimosáceas enormes. Las llaman guanacastes, por aquí. Pero también he visto higueras muy grandes. Higuerones, les dicen. Deben dar muy buena sombra, pero si se llenan de moscas como las nuestras, una siesta bajo una de ellas no debe ser demasiado placentera.

Nos acaba de parar un coche de policía. Con gesto displicente, el policía ha ordenado a Carlos situarse a mano derecha de la carretera y la función ha empezado.

-Conducía Ud. 70 km / h. Y aquí, en una zona urbana, no se puede ir a más de 40. Hay una señal.
-No la he visto, señor. Voy conduciendo con mucha precaución, pero no me he fijado en ésta.
-No se trata de que no la haya visto. Se trata de que superaba en más de 30 km/h. la velocidad permitida.

A todo esto, un ciclista con cara de loco parece querer embestir al poli.

-¡Tarado, a dónde vas! Ese tío va fumado. Fuma mucha marihuana. Ya le conozco. ¿De que hablábamos? Ah si. Ud. Iba a 30 km/h más rápido de lo permitido y ¡en una zona urbana y escolar! Eso no puede ser.

Tiene en la mano una especie de pistola con la que media la velocidad de los vehículos que pasan

-Ve? Ese va a 63km/h. Pero ahí ya puede porque hay una nueva señal, ve?

Con la pistolita apunta a los coches que pasan y al apretar el gatillo, obtiene la velocidad instantánea del vehículo enfocado

-¿Ve? 50, 45, 61, esto es muy bueno, ¿ve? ¡Esto no se equivoca! 65, 48, ¿ve? Todo eso es tolerable. Pero lo suyo, no. Tengo que multarle. ¿De qué país son?
-De España.
-En España las multas son muy caras. Más que aquí, ¿no?
-No señor, depende. Allí te quitan puntos.
-Aquí también, pero esta infracción no quita puntos. Deme su permiso de conducción. ¿Hasta qué día se quedan en Costa Rica?
-Hasta el domingo que viene.
-Bien. Le voy a multar con 220000 Colones. (Más de 400 Dólares). Deme su pasaporte. ¿Tiene sello de entrada?
-Claro. Esta ahí, mire. Pero, por favor, no me ponga la multa, que aquí todo es carísimo.

Se ha llevado el pasaporte y el carnet de Carlos. Al cabo de un minuto vuelve con un papel y le dice a Carlos que son 280000 y que eso, con los impuestos debe subir, más o menos, a 700 dólares.

-Pero señor, si yo conducía bien.
-¡Iba a más de 30 kilómetros por hora más de lo permitido!

El loco de la bicicleta, que vuelve, ha enfilado al guardia otra vez. Esta vez he podido verle más la cara y los rizos. Verdaderamente, parece bien pirado. Al pasar le toca la cabeza al poli, que se ha quitado la gorra.

-¡Está loco! Fuma marihuana. Ese tío es un fumao. Bueno. ¿En que estábamos? ¿Ya se pone el cinturón de seguridad?
-Me lo he quitado para hablar con Ud. ¿Me permite salir del coche? Aquí tengo mucho calor.

Carlos está visiblemente agobiado, y con razón, porque si el de la bicicleta parece zumbado, el poli no le va a la zaga. Como poco, parece que esté de cachondeo.

-¿Salir? Ponga el aire acondicionado.
-Con el motor parado, el aire acondicionado no funciona. Voy a salir.
-Salga, pues. ¿Y que lleva Ud. ahí dentro? ¿Ha comprado un peluche?

Ya fuera y algo más distendido, Carlos ha tratado de hacerle entender que éramos gente de bien.

-No. Eso es un micrófono. Somos músicos. Vinimos de grabar pájaros en Monteverde.
-Y su amigo, ése que no dice nada, ¿de dónde es? ¿Alemán?
-No. Soy español, pero estaba Ud. hablando con mi amigo.
-Bueno, calle. ¿En que estábamos? Bueno, si son dos, la multa les saldrá mas barata, ¿no?
-No. Las multas de tráfico son de difícil compartir, señor.
-Ya, bueno. ¿En qué estábamos? Ah sí. ¿Y cómo era la comida allí en Monteverde? ¿Barata?
-No, muy cara. A 20 dólares por comida.
-Les han engañado. Eso es muy caro. ¿Y los hoteles?
-También caros.
-Eso depende. Si busca Ud. bien, seguro que los encuentra muy baratos. Y si le hiciera una rebaja, ¿Ud. cuanto pagaría?
-Señor. Dígame Ud. lo que tendría que pagar. Yo no puedo decir. Pero no tengo 700 dólares.
-Bueno. Puede pagarla en el banco el lunes. ¿Y son músicos, dice? A mí me gusta la musica New Age. ¿Tiene algún cédé de música suya?
-Pues no. Este cédé que ve Ud. aquí es de un compañero costarricense.
-¿A ver? ¿Cantos de la llorona? Eso no es New Age.
-No es New Age, pero tampoco es lo que se puede uno imaginar al leer el título. Mire : le dan el Premio Nacional de Música el lunes que viene.

Escuchamos un rato la música de Otto y el hombre nos dice que a él le gusta Jean Michel Jarre y Enia,

-Esa música de su amigo no es de aquí...

Y sin dejarnos parar la reproducción del cédé, prosigue :

-Hemos hablado de música, de precios de comida, de hoteles... Allí, ¿qué moneda tienen? Y si le hago una rebaja, ¿Ud. cuánto pagaría?
-No le puedo decir, señor, yo le pido que no me ponga esa multa. Estaba conduciendo con mucha atención.
-¿Ah sí? ¿Y cómo no vió la señal?. Y -dirigiéndose a mi- ¿Ud., qué piensa?
-Pues mire, yo creo que tanto mi compañero como yo hemos tenido la oportunidad de aprender mucho de todo lo que Ud. nos ha mostrado.
-Calle, que no le oigo - Pasaba un camión de esos del tubo de escape inexistente, que cuando reducen la marcha suenan como si un elefante tocara el trombón - Vale, continúe.
-Pues eso; que con sus indicaciones, tenga Ud. por seguro que nunca más volveremos a infringir.
-No se trata de no volver a infringir. Aquí se trata de pagar. ¿Cuánto pagarían por esta multa?
-Yo creo que si Ud. nos perdonara, aprenderíamos mucho más que si nos pusiera la multa.

Y, con la misma falta de precisión y displicencia en el gesto que al principio, nos dice :

-Bueno, váyanse.

Y, en el camino hacia su coche de policía, que parece sacado de una serie televisiva estadounidense, desaparece de nuestra visión reducida del interior de la cabina del pequeño Suzuki.

19.04.2010

N09.55.99-O084.04.62 . 19.00 . 19.04.2010
No se tomó sonido
Teatro Nacional de Costa Rica . Premios Nacionales de Cultura

En la amplia mesa centrada del escenario del teatro a la italiana, la Ministra de Cultura y Juventud, las Viceministras de Ciencia y Tecnología y de Cultura y Juventud y la Directora General de Cultura. Cualquiera diría que estamos en el Teatro Romea. Tiene proporciones parecidas.

En una tarima a la izquierda de la escena, dos lectores, chico y chica, leen los edulcorados comentarios ensalzadores de las muchas excelencias de los premiados. ¿Quién habrá escrito todo eso?

En esencia, como a los galardonados se les obliga a acceder al escenario subiendo desde platea por una estrecha y temblorosa escalera y salir de él por las bambalinas y sin apenas darles opción a girarse para saludar al publico, la ceremonia de entrega de los Premios Nacionales de Cultura de Costa Rica 2009 consiste en una procesión de espaldas cuyos propietarios se adivinan saludándose y cruzando apretones de manos con las representantes del gobierno, las únicas de cuyas caras gozamos los que asumimos el papel de público.

Nos hemos alegrado mucho de que Otto Castro haya sido galardonado con el premio de composición musical. Es gracias a su invitación que asistimos a esta ceremonia. Nosotros no somos más que observadores, así que, aparte de acompañar a nuestro colega en un día tan señalado, poco papel o ninguno tenemos en el acto. Nos extraña un poco que lo más celebrado por el público haya sido el Premio de Cultura Popular Tradicional a Sigfrido Garrido Cordero. ¿Tanta importancia tiene aquí la cultura popular tradicional? Esta vez, la propia Ministra de Cultura y Juventud se ha levantado para abandonar la mesa y así recibir al premiado y entregarle la estatuilla en el mismísimo centro del escenario. En todo un derroche de gestualidad escénica, ese hombre ha sido uno de los pocos a quienes se les ha concedido tiempo suficiente para saludar al público.

Resulta muy contradictoria una ceremonia de entrega de premios donde la mayoría de galardonados son ninguneados hasta el punto de hacerles pasar por la escena como si fueran almas en pena y apremiándoles casi a salir pitando tras recoger el premio. El sentido de una ceremonia de esas características debe ser poner en valor el trabajo de quienes han merecido ser premiados. Si no es así, se alimenta innecesariamente la sospecha de que la razón del acto no sea otra que el ensalzamiento de quienes acaparan más tiempo la atención, es decir, los representantes del Gobierno. Este no es un caso aislado ni restringido a Costa Rica. Situaciones similares tienen lugar en todas partes. Recientemente, participé en Sueños de Silicio, una muy buena exposición de arte y tecnología organizada por La Agencia en el espacio Tabakalera de Donosti y auspiciada por la Presidencia Española de la Unión Europea. Fue inaugurada por la Ministra de Ciencia y Tecnología. Los artistas no fuimos presentados a la señora ministra. Nuestras obras fueron explicadas por la comisaria de la exposición, con quien tampoco tuve el gusto de charlar para contarle de qué iba mi trabajo ni para saber cómo ella lo veía integrado en el contexto de las demás obras. Me pregunto qué sería lo que esa señora le diría a la ministra en cuestión acerca de mi obra. Pero no fue ésta la única vez que me he encontrado en situaciones parecidas. Todo se jerarquiza, de manera que, pese al grado de parentesco aparentemente limitado entre dos humanos cualesquiera tomados al azar, las distancias se hacen cada vez más grandes y se convierten en barreras insalvables. ¿A quién interesa esa situación? ¿Tan poco dignos de los políticos se nos considera a los artistas? ¿Tan incapaces de expresarnos se piensa que somos, que se nos imponen figuras intermedias para explicar nuestro trabajo? ¿Tan importantes son los políticos, que no pueden rebajarse a charlar un rato con quienes a fin de cuentas hacemos posible día a día que el arte exista? En el año 1986, contribuí en Procesos, una exposición en el Reina Sofía acerca de las ya entonces cacareadísimas nuevas tecnologías. Como previamente Sonia Sheridan le había hecho un retrato electrónico, Lluís Callejo y yo, con la ayuda de los medios tecnológicos de la época, nos aplicamos en la tarea de hacer cantar una coral bachiana a la Reina, a pesar de que ella insistía en que tenía muy mala voz. Fue poco tiempo, pero estuvimos un ratito hablando con ella y con el entonces Ministro de Cultura, Javier Solana. Las cosas han cambiado mucho desde entonces, por lo visto. Cada vez hay más escalones en las pirámides de poder y más insalvables son las barreras entre uno y otro. Tengo la sensación de que cuanto más alto es el escalón, más interés tienen sus ocupantes en dificultar el acceso desde escalones inferiores.

Las intervenciones de los grupos musicales, Grupo de Música Antigua Ganassi y Ensamble de Percusión Costa Rica UNED han sido muy discretas. La orquestación de las piezas de los primeros me ha parecido poco apropiada. Por supuesto que mi opinión es discutible, pero lo que no se entiende desde ningún punto de vista es que la primera pieza de los segundos de comienzo con un movimiento fugado fusilado de cualquier obra bachiana, interpretado a las marimbas. Según los comentarios de la chica y el chico, se les ha entregado el premio por su aportación a la Música Contemporánea. Vaya falacia, dar un premio a la contemporaneidad musical por eso, 360 años después de Bach. ¿Dónde está la contemporaneidad de esa música? ¿En las marimbas? En arte también hay que exigir rigor intelectural. Su buena salud lo requiere. La de la cultura, también. Las inexactitudes sólo sirven a la fundamentación de discursos que, por la realidad de los hechos, no se sustentarían. Ningún dominio de la cultura puede convertirse en lugar habitual de justificación de posiciones interesadas. La comunidad artística debería rechazar esa función. De la misma forma que el arte es un lugar de libertad y creatividad, de flexibilidad y tolerancia, de apertura a cuantos más puntos de vista, mejor, no es defendible que ese contexto se aproveche para la diseminación de la desinformación. Una cosa es la libertad y otra muy otra, la mentira. Un jurado que da un premio nacional con interés en la Música Contemporánea no habría de aceptar posicionamientos musicales tibios o revisionistas que den lugar a malinterpretaciones. La ejecución de materiales musicales del siglo XVIII con instrumentación del XX no supone ninguna contemporaneidad. Todo lo contrario; lo único que con ello se da a entender es que es posible una música contemporánea con los valores del siglo XVIII y ahí está la falacia en la que ningún músico debería estar dispuesto a contribuir.

Como dijo mi tío Andrés un día, la modernidad es un estado de ánimo. Voluble como los movimientos de la bolsa y subjetiva como las previsiones futbolísticas.

Entre las ocurrencias que hemos podido escuchar esta noche, me ha parecido curiosa y digna de destacar la apelación a Steve Jobs y a Apple en el discurso de la Viceministra de Ciencia y Tecnología. Hasta de los viejos y revolucionarios ordenadores NeXT, ha hablado. Es la primera vez que escucho a un responsable político de tan alto nivel haciendo propaganda de una marca comercial. En el polo opuesto, muy estimulante y llena de honestidad, se ha manifestado Virgina Pérez Ratton, la Directora de Teorética, ganadora del Premio Magón de Cultura, el más importante de todos los que se han entregado esta noche.

21.04.2010

N9.56.204-O084.03.249 . 14.00 . 21.04.2010
No se tomó sonido
Universidad Nacional de Costa Rica. Campus Rodrigo Facio
Texto para el periodista de la Gaceta de la Universidad

Sonidos en Causa es un proyecto de documentación y de registro del patrimonio sonoro. Se vincula, por tanto a la cuestión general del patrimonio inmaterial.

Se trata de una iniciativa de la Orquesta del Caos con el soporte de la Agencia Española para la Cooperación Internacional y el Desarrollo que pretende tomar registro sonoro de los parajes más frágiles debido al desarrollo económico de los países latinoamericanos. Otro objetivo importante de Sonidos en Causa es la creación de una red internacional de artistas e investigadores interesados en el paisaje sonoro.

Los materiales grabados se pondrán a disposición de todas las personas que deseen realizar con ellos trabajos de creación e Investigación vinculados a Sonidos en Causa.

En la actualidad, la Orquesta del Caos lleva a cabo en Costa Rica la segunda fase del proyecto. Tiene lugar con especial interés en las reservas biológicas y parques naturales de este Pais.. La primera fase tuvo lugar en las inmediaciones de Leticia, ciudad de la Amazonia colombiana en la frontera con Perú y Brasil. Futuras campañas se prevén en Argentina, Mexico, Cuba, Brasil, Peru, Guatemala, Ecuador, Bolivia, Paraguay y Chile. Otros países latinoamericanos formaran parte del proyecto cuando la Orquesta del Caos cree vínculos estables con sus investigadores y creadores.

23.4.2010

N09.56.191-O084.03.856 . 09.00 . 23.04.2009
No se tomó sonido
La Casita . Centro de Cultura de España en San José de Costa Rica

El Seminario de Paisaje Sonoro empezó el 19 de Abril, justo al día siguiente de nuestra vuelta de Monteverde. Las actividades han tenido lugar en el Centro Cultural de España en San José de Costa Rica y en la Sabana, donde ayer tomamos diversas muestras de sonido que hoy hemos comentado. En esencia, a lo largo del seminario, nos hemos dedicado a divulgar y comentar los detalles de la metodología de grabación aplicada a las campañas de Sonidos en Causa. La Sabana es el pulmón principal del aglomerado urbano de San José de Costa Rica. Como está rodeada de vías de tráfico rodado, es un lugar ideal para mostrar la metodología del proyecto. Es posible establecer caminos entre los puntos más afectados por los sonidos del tránsito y los que se mantienen más aislados de ellos. Uno de los lugares más al abrigo del rugido de los motores es el nuevo estadio de fútbol que China ha regalado a Costa Rica en muestra de agradecimiento por el reciente reconocimiento que este país ha hecho de aquél, en claro desafío a los intereses de su tutor principal, Estados Unidos.

Hoy, tras la discusión final con los asistentes, tengo la sensación de que vamos a tener que volver para realizar más tomas. El país está lleno de ambientes sonoros que no hemos podido registrar. Hay comunidades culturales que viven en lugares muy alejados. Por ejemplo, la Comunidad Bribrí, pero hay muchas otras.

Cuando intentamos visitar Talamanca, ya conocíamos la existencia de la Comunidad Bribrí y de la Reserva Natural la Amistad. No pudimos entrar demasiado en la zona porque no era posible vadear el río. Para llegar a esa región se necesita mucho más tiempo del que hemos empleado en toda la campaña. Otra solución es acceder a ella en helicóptero. Cualquiera de las dos opciones se escapa de nuestros presupuestos habituales. Habrá que estudiar la manera de llegar ahí.

Alex Arias, que trabaja con Catiana García en un trabajo de fotografía muy bello e interesante, muy sabiamente se preguntaba esta mañana acerca de la significación de las tecnologías en las comunidades culturales especiales, como las indígenas. Para ejemplificar su planteamiento, Alex explicaba que en una ocasión, el patriarca de una comunidad indígena que conoció hace unos años poseía un magnetofón que mostraba a todo visitante a quien deseara impresionar. El caso es que, al ponerlo en funcionamiento, el deterioro de la máquina y, muy posiblemente, de la cinta magnética, impedían que sonara algo mínimamente inteligible. Sin embargo, contaba Alex, que ese detalle no parecía revestir ninguna importancia para el patriarca en cuestión, que tan sólo pretendía mostrar que estaba en posesión de la máquina en sí, al margen de la utilidad para la que hubiera sido diseñada. Era un objeto talismán.

Al hilo de esa cuestión y tratando de explicar las contradicciones del paisaje sonoro en el contexto de las comunidades Bribrí que viven en Talamanca y en la Reserva Nacional la Amistad, Alex llegó a un punto más directamente relacionado con nuestro proyecto. Resulta que en la zona hay asentadas comunidades religiosas anglosajonas que tratan de evangelizar a los indígenas. En muchos casos, esas comunidades llegan a robar terreno a los indígenas que han vivido allí desde siempre. Poseen grupos electrógenos con los que emiten música a niveles que, en un lugar donde no es posible llegar por carretera, nadie más puede alcanzar. Los suministros les llegan en helicóptero. Seguramente toda esa actividad tiene lugar al margen de la legalidad, pero el Estado de Costa Rica no parece estar en disposición de contener esas injerencias culturales. La cuestión es muy delicada, porque la pérdida de identidad cultural de los Bribrí viene ya de lejos. Hace ya mucho que los niños prefieren el Español a la lengua de sus mayores. Me recuerda lo que ocurría en el Rosellón en los años 60 : los niños no querían hablar Catalán con sus abuelos. Preferían el Francés. De hecho, muchos jóvenes costarricenses ya prefieren el Inglés al Español. A saber si Costa Rica terminará como una estrella más de los Estados Unidos. Siempre según Alex, en esa zona y otros lugares del país, muchos, casi inaccesibles, existe un vacío económico que los extranjeros y las iglesias, también extranjeras, tienden a llenar. El Turismo rural puede representar también una forma de penetración extranjera cuestionable en esos medios culturales que, por su fragilidad económica, corren peligro de pérdida de identidad. Muchos de los integrantes de las comunidades nativas han buscado suerte en la Capital y viven en lo que algunos llaman la Zona Roja de San José, que se halla junto al Paseo de León, donde con frecuencia se ve mendigos que piden para comer. Muy extendida se manifiesta la creencia de que en la Zona Roja sólo habita gente del ambiente de las drogas y de la prostitución, pero según Alex, la inmigración también llega a ese agujero negro social.

24.04.2010

N09.58.598-O083.50.929 . 12.16 . 24.04.2010
Cráter del Irazú

La primera toma de hoy tiene lugar a unos 3300 metros de altitud, en un cráter secundario del Volcán Irazú, junto a un árbol de una especie muy característica de la zona, que se nos ha ido mostrando a lo largo de todo el camino en nuestro prolongadi ascenso por la ladera. A veces recuerda a los olivos, a veces, a las encinas. Pero no parece dar ni aceitunas ni bellotas. ¡Pero si es un alcornoque! ¡Claro! En Catalán, Alzina Surera, es decir, Encina del Corcho. Hasta ahora no había visto ninguno de cerca. El viajar en coche tiene sus ventajas, pero el detenimiento no es una de ellas.

Aquí, el ecoturismo autóctono parece pletórico. A 30 quilómetros de San José, las instalaciones del Parque están llenas de gente del país. Hasta ahora, la mayoría de los visitantes con quienes nos habíamos topado era extranjera. Esa proporción se ha invertido totalmente : los únicos extranjeros en este lugar somos nosotros. Para llegar, hemos recorrido un camino muy tortuoso. Pretendíamos ir a la Reserva Nacional Braulio Carrillo, con la intención de completar el trayecto de grabaciones entre San José y Sarapiquí. Pero un desprendimiento que ha cortado completamente la carretera ha hecho imposible el viaje. Por encontrarse a medio camino entre San José y el Parque Nacional, la opción de dirigirnos a este volcán era la que más se adecuaba a nuestras necesidades de registro. Las pendientes son muy pronunciadas y las carreteras, bastante malas.

Ahora, el micrófono está situado en la ladera del cráter, lejos del centro, donde hay algo de vegetación. Cerca del alcornoque, unos arbustos muy parecidos a los rododendros se alternan con unas plantas que parecen gencianas. El rojo y el amarillo contrastan con el degradado de color de la enorme diversidad de plantas tropicales. La ladera verde, de tonalidades muy diversas, está salpicada de puntos rojizos y amarillos. Si nuestro alcornoque es verde grisáceo y los otros arbustos, verde mucho más oscuro, lo que desde aquí parece manzanilla es amarillo pálido. El blanco de otras flores, con esta niebla que viene y se va, parece un reflejo de las nubes.

Según reza el cartel, el centro del cráter es una zona de regeneración biológica. Casi nadie lo atraviesa por ahí. ¿Les dará miedo? La mayoría pasea por el borde del lago imaginario delimitado por una arena negra de la que emergen matojos de color amarillo-verde muy cerrados, como mochos de fregona, desperdigados aquí y allá. La hierba de esa zona, rodeada de la negrura de la arena volcánica, aloja diversas especies de plantas. Entre ellas, una de hojas espinosas y de simetría poligonal que me recuerdan las carlinas.

Las voces de la gente que pasea sobre la ceniza se oyen desde un kilómetro o más. No sólo se les oye, sino que se les entiende perfectamente. La niebla sube, pero los pájaros parecen indiferentes a ella. También deben serlo a la gente, porque cantan bastante, a pesar de tanto ir y venir. Carlos y yo estamos más cerca de los pájaros que de la gente. Sin embargo, he oído decir a alguien : ¿no te recuerda la playa? Sí, he pensado, pero sin olas. Las risas, las toses, las conversaciones se aprecian con claridad. Cuando en la playa hay oleaje -y eso ocurre casi siempre-, los mensajes hablados nunca se captan a tanta distancia. Desde mi posición de escucha, a unos cincuenta metros de nuestro micrófono, distingo perfectamente las voces de un grupo de gente. Opinan que nuestro micrófono parece una flor rara. Bien rara, porque no hay ninguna igual por aquí. Se han dado cuenta de que estamos grabando, pero les da un pito. Sin cortarse ni un pelo, continúan su camino pegando patadas a una lata de cerveza. Son ocho patos viudos con mochilas. Cuando están a más de doscientos metros de distancia, aún puedo distinguir : “¡qué hijo de puta!”. La sensación de espacio es bien bizarra : mate, sin reflejos, roma, atenuada y, sin embargo, clara y definida. Amor a seres al azar. Sarajevo, Roma, amor o vejaras : raza, láseres, aroma.

N09.58.608-O083.47.753 . 13.48 . 24.04.2010
Una curva sombreada y húmeda del camino de carro que lleva al Parque Nacional del Volcán de Turrialba

La vegetación aquí es parecida a la del volcán de Irazú y sus accesos. De sonido de fondo, moscas. Hace un rato, justo cuando instalábamos el micrófono, unos pajarillos bien pequeños, no tanto como los colibrís que yo había visto en Cuba hace años, pero bien nerviosos y de colores azulado-metálicos, producían un canto espectacularmente ágil. Se fueron enseguida. Lástima. En su lugar, quedó un ave cuyo canto suena parecido a un dispositivo de síntesis por modulación de frecuencia. Hace un momento que también calló, y fue substituída por otra bien elegante que acaba de irse también. Un pájaro de canto parecido al de los colibríes ha surcado el aire cantando para encontrarse con unos congéneres en un árbol cercano. Era bastante más grande. En el mismo árbol, que está rodeado de helechos, ha cantado un pájaro ocasional. De hecho, todos son ocasionales. Ninguno se instala en un sitio a cantar un rato. Se paran unos instantes, cantan un poco y se van. A todo esto, han pasado un caballo y un Suzuki. Un motor de dos tiempos se detiene antes de que podamos ver el vehículo.

Un pájaro de canto aflautado se manifiesta brevemente y se va. Los pequeñísimos también andan por ahí. Se escuchan en un plano intermedio, pero quedan enmascarados por un Quad que se acerca hasta que escucho la voz de sus ocupantes. Se paran y enseguida aparece un 4x4 rojo tras de una curva. Es un Toyota nuevo. El del caballo vuelve. Bueno, será otro distinto de los de antes. Sí, son dos : un instructor y su cliente. Sus voces resuenan bien bonitas y claras. Al pasar, nos saludamos. Yo, sólo con el gesto, porque como de costumbre, hago todo lo posible por no contaminar la grabación. Brisa y aleteos sutiles durante veinte segundos dan paso al canto de una especie de ave que alternativamente genera dos notas con un color parecido al de un instrumento de doble caña. Los del Quad se han quedado ahí arriba y no bajan. Toman el sol y admiran el paisaje desde su curva. Un aleteo apenas más fuerte que los anteriores anuncia la voz de niño a la que se suma el traqueteo de un 4x4 grande. Va cargado de niños en la parte descubierta. Son cuatro. Los padres nos saludan desde dentro.

07.05.2010

N41 24.001-E002.10.113 . 07.05.2010
No se tomó sonido
Estación Verdaguer . Metro de Barcelona

Era un ombligo lo que vi en el interior del vagón del metro, a través del cristal de la puerta que se acababa de cerrar. Luego alcé la mirada, inexpresiva, creo, porque no era un ombligo demasiado especial, y me encontré con la suya. También me miró inexpresiva, pero enseguida se giró hacia su acompañante con una mueca en los labios. Luego se volvió hacia mi con un gesto de adiós y una sonrisa impertinente que el vagón se llevó a lo más oscuro del túnel. ¿Era el gato de Chesshire?. Creo que me malinterpretó. O quizá no.