Sonidos en Causa de Orquesta del Caos observa la Licencia Creative Commons Atribucin-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported
Un proyecto de la Orquestra del Caos
Con el soporte de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID)
Campaña de recogida de datos en Quilino-Salinas Grandes. Córdoba y El Soberbio-Saltos del Moconá. Misiones. Argentina
En un principio, habíamos previsto para nuestra actividad las zonas próximas a Iguazú y Wanda, en el norte de Misiones. Pero durante el proceso de discusión y actualización del proyecto llevado a cabo con Gonzalo Biffarella, que realizó viajes prospectivos y una serie de contactos muy importantes, a proposición suya, substituimos esas zonas iniciales por los entornos de las poblaciones de Quilino, en Ischilín, en el noroeste de Córdoba y El Soberbio, al este de Misiones, en la ribera occidental del río Uruguay. En los alrededores de Quilino, de acuerdo con las orientaciones metodológicas de Sonidos en Causa, la idea de Gonzalo era tomar muestras entre las Salinas Grandes, en el límite de la provincia de Córdoba con las provincias de Catamarca, Santiago del Estero y La Rioja, y las estancias agropecuarias cercanas. Desde hace años, éstas han ido ganando terreno a los campesinos autóctonos, pequeños ganaderos caprinos, que se han visto empujados fuera de sus tierras, hacia las salinas, un lugar donde de ninguna manera pueden desarrollar sus actividades. Tanto es así y tan sorda es la lucha por la tierra, que los campesinos se han visto obligados a organizarse en distintas asociaciones para hacer frente a la ofensiva industrial. Esta primera parte de nuestras tomas de sonido concluiría en la propia ciudad de Quilino, que, con algo más de 4000 habitantes, es el mayor centro económico próximo a las Salinas Grandes. Si la cobertura telefónica y las posibilidades de acceso a Internet son nulos en las proximidades de las Salinas Grandes, no ocurre así cerca de Quilino, donde es posible encontrar puntos de acceso WiFi gratuitos.
En Misiones, el trayecto propuesto fue el que va desde El Soberbio, una población fundada a principios del siglo XX, ahora con algo menos de 4000 habitantes, a los Saltos del Moconá, a unos 70 kilómetros al norte de El Soberbio, remontando el río Uruguay. Sólo hay un cibercafé en toda la zona y algunas redes WiFi cerradas que en una primera inspección, no es posible saber si se trata de servicios públicos o dispositivos privados. A lo largo de ese trayecto, donde la cobertura telefónica argentina va siendo cada vez más deficiente, los colonos, que en su mayoría llegan a la región desde Brasil, acostumbran a asentarse donde les conviene, tanto si el lugar tiene propietario como si no, para cultivar yerba mate, esponja, caña, tabaco, maíz, avena, cítricos, citronela y ananá. Las compañías tabacaleras acostumbran a convencerles de que cultiven tabaco. Les construyen un secadero, les dan semillas y les compran toda la producción. Se cuenta que al cabo de unos años, la tierra enferma y no da más. Entonces, los colonos se ven obligados a vender la tierra a nuevos colonos recién llegados y ocupan otra. Los terratenientes antiguos propietarios de esas tierras tienen la opción a comprársela nuevamente, pero si no lo hacen, parece que el Estado se ha comprometido a darles un título de propiedad al cabo de 20 años. Otra actividad económica importante en esta región es la tala de madera de ley. La realizan empresas importantes, como Harriet o Larragui, que son los propietarios de una reserva enorme de más de 250000 hectáreas. Juan Alberto Harriet, conocido empresario ganadero, cedió en el siglo pasado 1000 de ellas para la creación del Parque Provincial Moconá. Esas empresas explotan las 249000 restantes, se dice que de acuerdo con el Ministerio de Medioambiente, que regula la tala de algunas especies. No conocemos los detalles de las condiciones en que se permiten las talas. Sí hemos visto transitar por esa zona camiones enormes cargados de madera. El punto más alejado al que llegamos dentro de esa reserva particular fue el puente Lopez Lining, donde realizamos tomas de sonido. Más allá hay tribus guaraníes. En el corazón de ese territorio se halla la Reserva de la Estrella que alberga la Estación Biológica Marcio Ayres, a la que no pudimos acceder.
En esta región, donde las carretas tiradas por bueyes son imágenes habituales a lo largo de los caminos y la carretera asfaltada, la nueva industria incipiente es el ecoturismo, al que suponemos se deben las obras de la construcción de la nueva vía que llega a las instalaciones del Parque Provincial Moconá, donde también realizamos tomas de sonido. En la actualidad, el parque queda aislado cada vez que las aguas crecen, porque la pasarela que atraviesa el Río Yabotí queda cubierta por las aguas, de manera que el vadeo resulta imposible para los coches normales. De momento, esas obras junto con las serrerías parecen ser la mayor fuente de ruido de la región. En ese lugar, las comunicaciones son difíciles. Llegar al corazón de la selva misionera es, en ciertos casos, imposible.
Personas que han colaborado en la campaña de Argentina
Gonzalo Biffarella, Artista y Compositor, Centro de Cultura España-Córdoba
Pancho Marchiaro, Gestor cultural, Director del Centro de Cultura España-Córdoba
Mario Bárcenas, Campesino
Amalia López, Campesina
Javier González, Campesino
Marcelo González, Campesino
Gabriel González, Campesino
Ramon Pérez, Campesino
Alonsa Bustamante, Campesina
René López, Campesino
Luisa Aldeco, Campesina
Horacio Britos, Ingeniero agrónomo
Soledad _______, Trabajadora social
Celina _______, Trabajadora social
Leonardo Olivera, Guardaparques del Parque Provincial Moconá, propietario de la Reserva Yasí Yateré
Santiago _______, Guardaparques del Parque Provincial Moconá
Andres Pfederl, Músico
Daniel Vignolo, Músico
Rosana de Olivera
Ricardo Lining, músico
Rosana Glocker,
Julian Biffarella,
Carlos _______, fotógrafo, motorista
Guillermo _______, motorista
Marcelo _______, motorista
Nicolás Ostrorog, Director de Tránsito 21.
Emilio Rocholl, músico, Director de la licenciatura de Música de la UNAM del departamento de actividades Centro del Pensamiento de Posadas
Francis Wdoviak, Secretaria Académica de la UNAM de Oberá
Loris _______, Secretaria de Extensión Académica de la UNAM de Oberá
Actividades llevadas a cabo durante la estancia en Argentina
Al concluir las tomas de sonido en Quilino y El Soberbio, La Orquesta del Caos llevó a cabo un concierto a cargo de José Manuel Berenguer y Carlos Gómez en el Centro Cultural España-Córdoba como presentación de las muestras de sonido tomadas en las campañas de recogida de datos en Colombia , Brasil, Perú, Costa Rica y Argentina.
Al finalizar la campaña en Misiones, antes de volver a Córdoba, también tuvo lugar una presentación de Sonidos en Causa en el Centro del Pensamiento de la ciudad de Posadas, gracias al buen hacer de Francis Wdoviak y Loris …., de la UNAM de Oberá, que pese a las dificultades de comunicación con nosotros, llegaron a reservar espacio para que la presentación llegara a buen término en unos plazos verdaderamente difíciles de cumplir.
Desarrollos ulteriores relacionados con este viaje
Otro posible trayecto a estudiar en la zona es una reserva, propiedad de la empresa Papel Misionero, cerca de la cual, la Universidad Nacional de Misiones (UNAM ) tiene una estación de estudios. Particularmente interesante es el hecho de que en esa reserva no hay mucho tráfico turístico, por lo que debe mantenerse en un buen estado de conservación.
De momento, estamos en vías de llegar a acuerdos para el de alojamiento de archivos con la finalidad de que se pongan a la disposición de los creadores sonoros de las áreas de acción de :
Centro Cultural España-Córdoba
Universidad Nacional de Misiones . UNAM
Universidad Nacional de Córdoba
Campañas previstas para el año 2011
México . Chimalapas
Chile. Rio Baker
Cuba . La Habana . Sierra Maestra
Diario de actividades y tomas de sonido
Quilino-Salinas Grandes
Diario de las tomas de sonido
Por diversas razones, no todas las localizaciones se asocian a algún archivo de audio. Por ejemplo, las grabaciones nocturnas realizadas en ausencia aún no han sido subidas a la red. En breve lo serán. Sin embargo, en la mayoría de ocasiones sí ocurre y, en ese caso, el vínculo al documento mp3 correspondiente aparece siempre bajo el nombre de la localización. Conviene señalar aquí que los archivos en formato mp3 no son los ideales para la escucha del paisaje sonoro y que muy pronto se dispondr en las sedes de la Red de Centros Culturales de AECID de copias de los archivos originales grabados a 24 bit de resolución y 48kHz de frecuencia de muestreo.El servidor de archivos está activo todos los días, de 12.00 a 03.00, hora española.
Por supuesto que los archivos de esta página pueden ser empleados libremente en todo tipo de proyectos. Sin embargo, conviene tener en cuenta que el empleo de alguna información del presente archivo genera el compromiso de cumplir tres requisitos. El primero es la cita de la procedencia del material empleado en todas las publicaciones : Proyecto Sonidos en Causa de la Orquesta del Caos, el link en Internet: http://www.sonoscop.net/sonoscop/sonidosencausa/ y el logotipo de la Orquesta del Caos. El segundo, que el trabajo realizado a partir del material descargado sea enviado al archivo Sonoscop con el permiso explícito de consulta pública. El último requisito consiste en dar permiso a la Orquesta del Caos para incluir el trabajo en la programación de Zeppelin-Festival de Proyectos Sonoros, en el caso de que la dirección del festival lo considere oportuno.
Para llevar a cabo este intercambio de información, los usuarios interesados en el empleo de estos documentos deberán escribir un correo electrónico a caos@sonoscop.net
22.07.2010
S31.25.107-O064.11.075 . 13.00 . 22.07.2010 . 417 metros de altitud
No se tomó registro sonoro
Córdoba
La salida de Madrid en Jumbo fue espectacular. Como tenía ventanilla y era de noche, la estructura de las poblaciones se apreciaba diáfana en el alumbrado. Mucho mejor que de día. Parece que las estrategias de crisis no se aplican a la reducción de ciertos gastos públicos, así que hasta se distinguían las vías de comunicación entre algunas poblaciones cercanas. Al sobrevolar el Atlántico sin nubes y con el mar a oscuras, me desentendí del paisaje, porque con la claridad lunar apenas podía verse alguna estrella solitaria. Desperté de madrugada cuando debíamos pasar por Porto Alegre. El brillo de los tendidos eléctricos en Brasil y Uruguay era mucho menor que el que tanto me había impresionado en España, apenas unas horas antes. Al ver Buenos Aires desde el aire, me llamó la atención una diferencia aún más marcada : el tendido eléctrico de la ciudad parpadeaba mucho. Inevitablemente, la mente se me fue hacia los procesos oscilatorios acoplados. Que una gran cantidad de luces parpadeara no daba la impresión de ser un fenómeno aislado. ¿Había sincronía en esos parpadeos? Para tratar de comprobarlo, no tenía más herramientas que mis ojos. Pasé todo el aterrizaje fascinado por la posibilidad de que el parpadeo de una luz en la red ciudadana influenciara el parpadeo de otras. La opción negativa es la que me sedujo más : mientras el estado encendido de una bombilla podría restar intensidad a las que estuvieran en puntos más sensibles de la red, su estado apagado permitiría el aporte de energía necesaria a las vecinas para que alcanzaran el estado de encendido.
A la hora de comer, Gonzalo Biffarella nos ha pormenorizado algunos detalles valiosos de los lugares donde realizaremos nuestras campañas de recogida de datos. Para la primera serie de grabaciones en Quilino, hace unos días, Gonzalo contactó con el Movimiento Campesino de Córdoba. Muchos de ellos son mestizos. Algunos tienen memoria familiar de más de 100 años. Se trata de los descendientes de la comunidad que de toda la vida habita la región. También trató de establecer contacto para grabar en una gran estancia de 20000 hectáreas : Las Corzuelas. Sin embargo, aún no ha obtenido el permiso del gerente. El asunto se dirimirá mañana, cuando el propietario llegue de Europa. A mí no me preocupa mucho porque, de todas maneras, aunque no consigamos el permiso, grabaremos igual. Desde la carretera nadie puede impedir que hagamos tomas de sonido.
Con nosotros comía también Julio Catalano, que se ha brindado muy amablemente a acompañarnos en su Peugeot 204 a Villa Quilino, donde viven Horacio Britos y su compañera, Soledad. Él es ingeniero agrónomo y ella, trabajadora social. Ambos están muy comprometidos con el Movimiento Campesino de Córdoba. Esta noche nos alojarán en su casa y mañana partiremos de madrugada al encuentro de Mario Bárcenas y su familia. Serán nuestros anfitriones durante los días en que realicemos las tomas de sonido en la región próxima a la Salina Grande.
En la Carretera Panamericana, la Ruta Nacional 9, la Policía Caminera nos ha parado. Carlos y yo no llevamos puestos los cinturones, así que han multado a Julio. No sabíamos nada de la obligatoriedad de llevar puesto el cinturón en los asientos traseros. Además de la multa, le van a quitar cuatro puntos del carnet. Es excesivo. No ha habido manera de convencer al guardia de que la responsabilidad era nuestra : la multa es al conductor, concluía el hombre para zanjar cualquier conclusión. No ha querido saber nada. Mientras su compañero le ponía la multa a Julio, comprobamos que le gusta parar al personal y generar colas. Al parar un camión y ponerse a charlar con el conductor, se ha llegado a formar una de al menos tres cientos metros. El coche de policía estaba parado al borde de la carrera, tapando uno de esos altares-hornacina de tiras rojas flotando al viento del Gauchito Gil, que murió en los brazos del poli que le había herido de muerte, mientras vaticinaba la curación inminente de su hija enferma. Las márgenes de las carreteras de este país están llenas de construcciones dedicadas a ese personaje. Compiten con las urnas que contienen estatuas de la Virgen María, aún más profusas. Unas y otras se ven bien mantenidas, así que debe haber una legión de seguidores dedicada a esa tarea.
Aparte del multazo, suficientemente desagradable de por sí, el camino no ha tenido otros sobresaltos. Largo, sí ha sido; por el tráfico y por las obras. Al llegar a casa de Horacio y Soledad, antes de ir a comprar el avituallamiento para la cena de esta noche y nuestra alimentación de los próximos días, hemos aprovechado para instalar la Wild Life en el jardín, que ha terminado subida en un schinus molle; molle, a secas, según nos cuenta Horacio. Nadie ha tenido alergia luego, a pesar de que parece que la resina de ese árbol es especialmente alergénica. Los dependientes del supermercado de Quilino estaban divertidos con tanta compra. Tan cargados nos íbamos, que Carlos se vió en la obligación de contarles que estaríamos cuatro días en una zona donde no se puede comprar nada.
Con tanto movimiento he tenido miedo de molestar a Soledad y Horacio, pero parece que están acostumbrados a las visitas, porque son muy acogedores. Nos han tratado muy bien; hasta fueron a buscar colchones con la camioneta, porque no había suficientes en casa. Los pidieron prestados a Celina, una compañera de trabajo de Soledad, con quien antes, al llegar, hemos tomado unas infusiones. Vive con otra compañera en una casa cercana donde hay instalada una emisora de radio UHF que permite la comunicación entre la gente del Movimiento Campesino de Córdoba. Casi no hay cobertura de telefonía móvil en la zona que visitaremos mañana. Apenas la hay en unos pocos puntos donde sólo llega un hilo de señal que se pierde intermitentemente.
La conversación de la cena ha dado comienzo con la problemática social que afecta a la zona, profundamente marcada por la lucha por la tierra. Los grandes, como siempre, comen al chico. En el mejor de los casos, lo aíslan y terminan por desproveerles de sus derechos. ¿Por qué es tan alto el precio de mantenerse chico, si a la larga es lo único sostenible? A los postres, le ha tocado el turno a los temas inevitables de la política española : el paro, el alarmismo social del PP y la falta de compromiso proletario de los sindicatos. Nos nos hemos alargado mucho. Había que dormir, porque mañana debemos levantarnos pronto.
S30.12.280-O064.27.951 . 19.15 . 22.07.2010 . 428 metros de altitud
Casa de Horacio Britos . Grabación en ausencia
23.07.2010
S30.17.397-O064.55.503 . 10.08 . 23.07.2010 . 243 metros de altitud
Micrófono orientado al noreste
Campo Comunitario
El Campo Comunitario es una porción de tierra a la que tienen acceso los integrantes del Movimiento Campesino de Córdoba. La zona geográfica donde se encuentra recibe el nombre de La libertad. La vegetación es bastante uniforme del lado norte, cerca de la casa de Mario. Hay muchos arbustos y algunos árboles; nunca muy altos, porque aquí hay poca agua. El mistol es uno de los árboles más frecuentes. Tiene muchas ramas que, junto con las hojas, forman un entramado denso. Seguro que en verano da buena sombra. Su fruta alimenta a cabras y chanchos, especialmente, aunque en otras provincias, por su sabor dulce se emplea en la fabricación del bolanchao, un postre típico del norte de Argentina. Durante tiempo se creyó que el ziziphus mistol, como le llaman los botánicos, era un cruce entre el árbol endémico más alto de por aquí, el quebracho blanco y el quebracho rojo. La copa del quebracho blanco acostumbra a tener muchas ramas en la parte superior y muy poquitas en la inferior. A Mario no le gusta demasiado ese árbol, porque su fruto no puede ser aprovechado por nadie, dice. Es como una pequeña arepa que se exfolia cuando, seco, termina por caer al suelo. Otro de los árboles característicos del lugar es la brea, verde y robusto, de resina muy pegajosa y consistente, cuyas propiedades están siendo estudiadas como substituto de la goma arábiga. Me pregunto si alguien alguna vez la ha usado como antorcha. Crece en lugares desérticos, por lo que tiene mucha utilidad medioambiental en la recuperación de tierras degradadas. Entre los arbustos se cuentan el chañar, de madera especialmente ligera, y la jarilla, de hoja perenne, que contiene yodo y se emplea en el tratamiento de luxaciones. Hasta tiene propiedades antipiréticas. También hay tala, celtis tala, una planta muy densa, con ramas cubiertas de espinas, que da cobijo a gran variedad de aves, y tintitaco, prosopis torquata, cercano a algunos algarrobos, muy retorcido y de madera durísima.
Los sesenta kilómetros de camino entre Quilino y la casa de Mario son llanos y polvorientos. El polvo se acumula en algunos lugares de la carretera hasta el punto de dificultar la circulación de los vehículos, que, en determinadas épocas del año, llegan a encallar. Es casi arena. Una arena finísima que se hace necesario retirar con máquinas especiales. Entre el frío intenso, la oscuridad y la velocidad, poco hemos podido gozar del paisaje. Al llegar ya era día, pero como debíamos elaborar una estrategia de grabaciones con Horacio y Mario, no era posible salir enseguida. Además, la tortilla de pan de Amalia estaba riquísima. Había que saborearla.
La mirada de Mario es clara. Da confianza. Persona tranquila, de gestos pausados, cauto, no quiere vender su alma al diablo. Tiene ideales. En los ojos se le adivina el entusiasmo por las causas justas. Nos ha traído hasta aquí con un paso tan leve que parece acariciar la tierra polvorienta. Sin duda es un hombre delicado, de acciones y movimientos que nunca lastiman el medio. Al apartar respetuosamente las ramas que nos dificultan el paso o las piedras que halla en el camino, sus manos también acarician. Durante el paseo, da los nombres de las plantas con las que nos vamos encontrando y cuenta que en esta tierra, cuando hay viento del norte, como hoy, el ambiente se calienta, con lo que la temperatura aumenta. Los días en que ese viento es diurno, la calma llega por la noche. Ahora que estamos al abrigo de los árboles, todos bastante bajos, a excepción de un quebracho blanco cercano, suena acariciante por encima de nuestras cabezas.
El micrófono está al borde del camino blando y arenoso, entre unos arbustos. Al principio sólo se escuchaba el viento del norte y el ladrido casi mántrico de un perro. Se adivinaban esos pájaros que cantan tan tímidamente, con un gorjeo aquí y otro allá. Hace un momento cantó otro algo más fuerte. El viento arrecia, pero los gorjeos y los piares leves no se anulan totalmente. En cualquier caso, mucho viento y pocos cantos hay a esta hora. Aunque no dejen de oírse algunos por ahí, los animales no se muestran especialmente interesados en llamar la atención. Por ahora, los únicos que se desgañitan son el perro y la sierra mecánica ésa que se escucha a lo lejos.
Al oído, está bien claro, pues, que éste es un bosque seco y que estamos en invierno.
S30.16.883-O064.55.686 . 11.13 . 23.07.2010 . 242 metros de altitud
Micrófono orientado al norte
Viento, cabras y polvo
Viento y más viento, una motosierra y algún gorjeo. Es invierno y todos están casi callados. Pero no del todo. Por ejemplo, algo pía cada diez segundos. También se produce algún gorjeo que se repite tras un período más largo, hasta que a lo lejos, un pájaro pasa graznando. Luego, algo más de viento; no suficiente como para levantar la pesada capa de polvo del camino. Los cantos que creo de pájaros podrían ser de insectos. Aunque lo que supongo un canto de pájaro podría también ser el crujido de la madera de las ramas de los arbustos frotándose por el influjo del viento. Imposible identificar la mayoría de crujidos. Ya sean pájaros, árboles o insectos, los cencerros de las cabras suenan claramente a unos cincuenta metros.
Mario y Gonzalo están sentados al sol. Inmóviles y en silencio. Una cabra se acerca. Está a 6 metros de mí. De hecho, son varias que pasan. Corretean. Para localizarlas fácilmente, les atan un palo que se ven obligadas a arrastrar, de manera que su paso deja marcas claras en el suelo arenoso.
Entre las fuertes ráfagas de viento algo pía sutil. Viento lejano y cercano. Nos enmascara parcialmente ese graznido móvil que, próximo inicialmente, termina abandonándonos. Más viento. Mis manos están poco ágiles. No por el viento. Por el frío. Envidio a Mario y a Gonzalo, que sabiamente se han sentado al sol. No como otros incautos que, como yo, nos hemos quedado a la sombra de un mistol.
S30.16.674-O064.56.825 . 12.42 . 23.07.2010 . 245 metros de altitud
Micrófono orientado al sur
Paisaje sonoro desértico
Tras medio kilómetro de bosque de breas, la vegetación cambia. Son talas lo que más abunda aquí. Entre ellas, algún mistol aislado.
Al comenzar la grabación, aparte del viento que no querrá dejarnos hasta el ocaso, escucho un pájaro que grazna-pía como si su aparato fonador fuera un instrumento antiguo de doble caña. Anda por ahí, pero no identifico su posición. Mucho más cerca, algún gorjeo supera el umbral acústico del viento, cada vez más fuerte. A pesar de ello, los pájaros están. Se oyen esporádicamente como sobresaliendo del ruido rojo constante. Una pregunta se me hace entonces imposible de eludir ¿Cómo ocurre que un pájaro decide cantar? No lo decide conscientemente; creo que ésa es la cuestión. No decide nada. Canta y ya está. Pero entonces, debo cambiar mi pregunta. ¿A qué se debe que cante? ¿Qué le lleva a cantar?
Hace rato que no oigo aviones. Desde que llegamos a Córdoba, de hecho. Súbitamente me hago consciente de ello. Sin embargo, alguien dijo haber visto pasar uno, que por aquí había rutas aéreas. Entonces, ¿por qué no se oyen?
Paisaje sonoro desértico : gorgoritos esporádicos y el viento, que arrecia. Aunque amaine a ratos, es una progresión creciente. Y la espalda, que no suena, pero me duele. Me estiraría y me abandonaría al sueño. Hoy me he levantado a las 5 de la mañana. Desperté porque Horacio se puso a lavar los platos de la cena y yo dormía en una cama improvisada en el salón, donde uno de los perros pasa las noches en el sofá. Según me contaban ayer, es su cama; aunque a veces pretende meterse en la de los invitados. No ha sido el caso, por suerte.
S30.16.886-O064.54.342 . 17.08 . 23.07.2010 . 229 metros de altitud
Casa de Mario Bárcenas . Grabación en ausencia
S30.16.998-O064.55.083 . 17.48 . 23.07.2010 . 228 metros de altitud
Micrófono orientado al sur
En el corazón de un bosque seco, en una zona de mistoles secos
Saliendo de casa de Mario hacia el oeste, el viento va amainando. La actividad sonora es más intensa que esta mañana. Pasamos demasiado rato hablando, de manera que a las diez, a ningún bicho le quedaban ganas de expresarse. El coche del vecino acaba de llegar. Ahora, con el motor del grupo electrógeno y los animales de la estancia de fondo, los gallos cantan igual en que todas partes del mundo. Es impresionante. Parece que el que tenemos más cerca diga : “el de Bilbao soy yoooo” y el más lejano : “que vaaaa”. Las loras andan de recogida. Momentáneamente aumentan su frecuencia de canto. Cuando al cabo de un rato la disminuyen y parece que se van a callar, el cencerro de la cabra guía suena al fondo, casi como para dar paso a la máscara más generalizada de esta tierra: las ráfagas de viento, otra vez. Las rachas modulan la intensidad de los sonidos que nos llegan, pero es cierto que ya no son tan fuertes como por la mañana. Termina una y nos deja descansar medio minuto antes de que otra nueva la substituya. Del viento parece surgir un sonido parecido al llanto de un niño, por ahí al fondo, cerca de la casa, llamando ¿Será Nereo, el pequeño de Amalia y Mario? No es un niño.¡ Son las cabras! ¡Y el pastor!
Un pájaro se acerca y, con él, una nueva ráfaga trae el ladrido del mismo perro de esta mañana, ahora ya no tan mántrico, mucho menos previsible.
S30.16.579-O064.55.220 . 18.36 . 23.07.2010 . 233 metros de altitud
Micrófono orientado al sur
Campo comunitario, junto a la carretera
Aunque hemos llegado andando desde la casa de Mario, es evidente que estamos cerca de la carretera, porque acabo de oír una moto antes de instalarnos a grabar. A pesar de que pudiera parecer raro en un lugar al que hemos llegado a pie sin ver a nadie en el camino, no es extraño encontrar gente o signos de su presencia. En el desierto del Sahara la gente se halla en lugares aún más inhóspitos que éste. Es difícil comprender como en uno de los juicios a los que aludía esta madrugada Horacio Britos en nuestro viaje a La Libertad, para legitimar la compra de grandes estancias pudiera alegarse que la zona está deshabitada. Lo cierto es que hay muchas personas viviendo aquí.
Los pensamientos intensos casi no me dejan apreciar un grupo de piares hacia el este. En cuanto me concentro en la escucha, un grupo de gorjeos surge al sur. Las ráfagas de viento del norte son cada vez mas ocasionales. Al sureste, un silbido rítmico que se aleja cuando un aleteo surca el aire próximo a nuestras cabezas.
Cuando el viento se oye ya lejano y el silbido rítmico empieza a sumergirse en el límite de lo acústicamente distinguible, suena la doble caña de un ave de ésas. Otra, al cabo de diez segundos y los silbidos dejan paulatinamente paso a una calma que llega tras un día trabajosamente ventoso. Otro aleteo y silbidos rítmicos y no tan rítmicos que parecen alejarse. En cualquier caso, se mueven. Las ráfagas cada vez mas débiles y espaciadas rebajan el umbral de lo audible, de manera que se torna perceptible una densa presencia de piares y gorjeos quedos que antes, a pesar de estar ahí, era imposible escuchar. La calma se afianza.
El gallo está lejos, pero se oye. Mucho menos que los gorjeos quedos cercanos. O que el silbido ése ascendente tan rítmico que de repente se oye más, casi tanto como un gorjeo grave que pasa rápido sobrevolando nuestras cabezas. El canturreo medianamente agudo no descansa. Me distrae de la atención de los demás sonidos, pero súbitamente me descubro dirigiendo mi atención al oeste, de donde parece venir un ronquido de altura media. Sólo una vez. ¿Dónde puede haber sonado eso? ¿En el mistol que tengo a cuarenta metros? La respiración del mundo se hace más lenta. Piar gorjeante y aleteo, al norte. A mi espalda, pues. Y al oeste, otro canturreo que rápidamente se transforma también en piar gorjeante. Aquí hay vida, a pesar de ser invierno y de lo que digan los peritos del juez. Al oeste, una gallina, casi del mismo lado que ese gorjeo solitario. Decididamente, el ronquido debe ser un aleteo. Al sur, gorjeo, y al noroeste, animales de granja. Gallinas. ¿Hay dos granjas? ¿Una al oeste y otra al este? Decididamente, este lugar no está deshabitado.
La espalda me duele justo bajo el omóplato izquierdo. Hace menos de una semana no podía andar por la playa de dolor en la zona lumbo sacra. Ahora, caminar por los caminos polvorientos de esta pampa casi no me cansa. Sólo este dolor achacable a que llevo casi 15 horas vagando por esta tierra.
El viento que descansa pero que no para, ¿cesará hoy a alguna hora?
S30.16.934-O064.55.032 . 19.39 . 23.07.2010 . 232 metros de altitud
Micrófono orientado al Este
Casa de Mario, de noche
La Luna está alta, al sureste y todo lo que es capaz de reflejarla destella con su luz. Piedras, botellas de plástico, metales, cristales. A esta hora sólo se escucha el motor de un camión de una casa cercana, un cerdo, un cabrito y un niño. También, un cencerro y antes, un murmullo que podría haberse confundido con el canto de un grillo. El viento ha amainado definitivamente. Solo queda una brisa ligera. Con el sol, mañana volverá a soplar el viento del norte, según el vaticinio de Mario. De vez en cuando, el caballo resopla, casi muge. ¿Qué ha sido ese crujido más cercano?
Los cabritos balan con mayor insistencia cuando la brisa se hace más intensa. Viene del norte, como el viento esta mañana. A la escucha, ahora, sólo cencerros, cabras y los hijos de Mario. Tiene ocho. Recuerdo a Matías, Nereo, Lucas, Elías. No sé si nos ha dado más nombres.
Y el cencerro otra vez. Se oye todo, aunque débil. Nada se enmascara. Es la calma paradigmática. Cuando la brisa para es como si el tiempo no pasara. Los ciclos se completan y vuelven a empezar. En sitios como éste, mucho más. Tanto silencio hay, que oigo mi respiración. Un resplandor momentáneo me arranca de mis concentración. ¿Alguien hace fotos? Los cabritos han sido substituidos por un dialogo de cerdos, pero alguno bala por ahí, nada insistentemente, porque se calla. Golpe de madera y voz de mujer o de niño. No se entiende lo que dice.
Un pájaro. O pájaros salvajes, por ahí. A saber. La linterna de Carlos da fin a la grabación, a pesar de que los cerdos se hayan puesto ahora mismo la mar de interesantes. Carlos es implacable: las grabaciones tienen veinte minutos.
24.07.2010
S30.16.864-O064.54.958 . 07.00 . 24.07.2010 . 233 metros de altitud
No se tomó sonido
Casa de Gabriel López
Ayer estuvimos compartiendo nuestro proyecto con los vecinos de la familia de Mario Bárcenas. Se mostraron muy receptivos. Creo que se interesaron porque se sienten necesitados de apoyo para la difusión de su situación. Compartiendo un café caliente que algunos acompañaron de coñac, nuestros anfitriones, estuvieron preguntándonos acerca de la finalidad de nuestras tomas de sonido. Las mujeres se mantuvieron al margen, igual que Amalia había hecho durante el día, limitándose a las labores domésticas. Ya habíamos explicado el proyecto a Mario al llegar a La Libertad a las 8 de la mañana, pero ahora era importante diseminar la semilla de nuestro trabajo entre los componentes de la comunidad. Es imposible mostrar las finalidades cuando no están claras y un proyecto artístico puede no tener finalidades concretas y menos, utilidades. Eso es lo que ocurre con el nuestro, cuyos intereses son, en principio, artísticos, ya que, en cierta forma, lo que mejor nos define es nuestra actividad artística. El riesgo de que las investigaciones, artísticas o no, tengan una finalidad concreta es que se termine influenciando los resultados. Todo ello no es óbice para que pueda ser de utilidad en un determinado contexto. Eso es precisamente lo que deseamos : que cualquiera se sienta libre de emplear nuestra base de datos con la finalidad que mejor le parezca. Para dar un ejemplo de la forma en que nuestras tomas de sonido pueden ser de interés a otras personas, ayer tratamos de hacer hincapié en la posibilidad de monitorización del ambiente por medio del comportamiento del sonido y de la idea de paisaje sonoro. Imagínese un micrófono situado en un conjunto de lugares estratégicos y emitiendo constantemente a Internet vía satélite. Cualquier trabajo de explotación del entorno, anómalo o no, legal o ilegal, cualquier perforación clandestina de ésas que alcanzan agua a más de cuarenta metros de profundidad, que tenga lugar en el radio de sensibilidad del micrófono puede ser detectado con facilidad y, por ende, hecho público casi automáticamente. Creo que la idea se entendió perfectamente.
Cuando Javier, Marcelo y Mario se fueron a buscar la camioneta con la que a partir de ahora nos desplazaremos a los lugares de grabación, Gonzalo aprovechó para entrevistar a Gabriel, que durante un rato estuvo contando cómo había sido su vida en esta tierra y cómo se había esforzado en dar una educación y un trabajo a sus hijos. Era bastante tarde cuando el relato terminó. Debían ser las 11 de la noche. Se me cerraban los ojos. 18 horas en danza, ya. Carlos y Gonzalo también mostraban signos claros de fatiga. Nos habían preparado una habitación de tres camas en la casa de Gabriel, que vive solo. Sus hijos viven en la casa cercana. Está claro que tiene convicciones religiosas profundas. Como Mario. Curiosamente, la estructura de ambas casas es similar. También el tamaño que se reduce a una planta de 5 metros de ancho por un máximo de 4 de profundo. La puerta de entrada da directamente al comedor. El extremo izquierdo de esa sala continúa en un distribuidor de un metro de ancho que da acceso a dos habitaciones. Frente a la más escondida, hay un baño. La nuestra es la más cercana al comedor.
S30.19.086-O064.55.500 . 07.49 . 24.07.2010 . 252 metros de altitud
Micrófono orientado al Sudeste
Madrugada al sur del Campo Comunitario
S30.19.086-O064.55.500 . 08.21 . 24.07.2010 . 252 metros de altitud
Micrófono orientado al Sudeste
Madrugada al sur del Campo Comunitario
Tras un trayecto de traumática conducción sobre la arena, al volante de una vieja camioneta de tres marchas que no había visto en mi vida, a oscuras, con los cristales empañados, sin calefacción y cuatro personas en el asiento delantero, nos detenemos en un lugar cualquiera. Vas demasiado a la derecha del camino, decía Mario hace un momento. Sigue las huellas. Tal vez. Yo no veo nada, pensaba, pero si tú lo dices. Muchos creen que hay que seguir las huellas de los otros automóviles en los caminos no pavimentados. No siempre es lo indicado. Al tomar un desvío, nos hemos encallado en el polvo, porque la chata, que es el nombre que le dan a las camionetas por aquí, no tenía suficiente fuerza para salir de las roderas. Tiene una primera demasiado larga. Los otros han tenido que empujar. Lo siento.
De madrugada, antes que nadie, canta la rondanita. La llaman así por su parecido sonoro con una rondana (un término con el que aquí se designa al cojinete) cuando una de sus bolas se encalla.
El canto del gallo, que desde las tres de la mañana no nos abandona, ahora lejano, ha sido sustituido casi de golpe por el de las especies salvajes. La rondanita, que era la única cuando llegamos, también ha callado. Pero cantan muchas otras especies distintas. Por el ritmo de una de ellas, diría que por ahí suena algo parecido a una tórtola. Es algo más ronca que la imagen que guardo de esa especie desde que por primera vez me hice consciente de su canto en el centro de Francia.
La grabación ha empezado de manera espectacular, con un borbotón de sonido monumental. Quizá fuera un ave que pretendía ahuyentarnos. No sería la primera vez que algo así nos ocurre. Ahora, los cantos son poco densos pero muy variados. Bien espaciados, se manifiestan en forma de chisporroteos que surgen de cualquier lado. El ritmo cansino de la tórtola, que se multiplica en todas direcciones, es una especie de pedal continuo. Se superpone al aumento paulatino de la luz, en correspondencia casi continua con una extraña sensación de expansión del espacio acústico.
A esta hora las nuevas apariciones son súbitas y frecuentes. Un trino burbujeante es el nuevo género de explosión suave de sonido que se produce aquí y allá ¿Son varios individuos que se contestan, es un pájaro que va de un lado a otro o son varios que se contestan y van de un lado a otro? No hay tiempo para responderme, porque un camión lejano parece acercarse. No. Se va y al dejar de ser percibido permite la escucha de nuevas explosiones de trinos. Son muchas y tenues. Compiten con unos graznidos agudos, generados a empellones, como dándose impulso, que contrastan claramente con el graznido algo más grave de otra ave que pasa volando de oeste a este. Un nuevo actor despierta. Y se contesta con otro. Es un silbido rápido de frecuencia ascendente y luego descendente en unos ciento cincuenta milisegundos. Las tórtolas aparecen por todas partes y callan por un momento cuando los silbidos de otros, más ágiles y enfáticos, adquieren protagonismo. Parece como si se empeñaran en hacer el cantus firmus de todo lo demás. Cualquiera diría que constituyen una especie de textura sobre la que los otros se asientan. Pero la textura no existe por sí sola. Como el espacio, que cobra existencia y se curva con la materia, la textura se genera por la existencia del propio sonido. No existe, a menos que alguien cante o que algo suene, rítmicamente o no. Eso es algo que muchos músicos deberían comprender. Si las tórtolas no estuvieran, la textura estaría hecha de aleteos súbitos y aislados, de graznidos lejanos y gorjeos móviles, de trinos burbujeantes; ninguno demasiado presente. El espacio sonoro se expande y se contrae en la mente de quien escucha. Así, el nuevo trino burbujeante que brota al norte puede ser vivido como una expansión a la que sucede la contracción de un silbido descendente, casi piado, inseguro en la sintaxis de las alturas, pero repetido con insistencia hacia el sudoeste.
Carlos está concentrado en la escucha y, o no se da cuenta de que hemos rebasado el límite de tiempo, o no quiere parar. Sí. Para. No. Pide cinco minutos más de grabación. A ver si se nos pone en marcha la chata después de tanto rato parada con este frío.
S30.19.033-O064.56.809 . 08.39 . 24.07.2010 . 251 metros de altitud
Micrófono orientado al suroeste
Frío
En el noroeste de Ischilín, junto a las Salinas Grandes, la hora más fría de la mañana es entre las 8 y las 9. Como el nivel de entrada es muy bajo, Carlos ha abierto el micrófono al máximo. Todo se oye, hasta el mas mínimo roce de la ropa. Por supuesto, también los carraspeos que no somos capaces de controlar. Por eso nos vemos obligados a alejarnos del micrófono.
Hay de todo a esta hora, pero suena flojito : chasquidos, ronquidos, gorjeos, piares, mugidos y graznidos. Hasta un golpe de algo que acaba de caer en una casa lejana. Con la salida del sol, que va subiendo y dentro de poco calentará, parece que los niveles de sonido han ido intensificándose. Las tórtolas quedan lejos ahora. Fácilmente dejan de percibirse cuando se producen aleteos de diversa entidad o algo como un ronquido. Será un mamífero que mastica algo. Es como grave y duro, de localización poco precisa. Contrasta mucho con un piar agudo, bien definido y localizado en la rama de un mistol, que parece marcar un ritmo de zortzico en contrapunto con un repiqueteo que suena en el tronco de un quebracho blanco del que antes salió una bandada de loras. El sol me calienta la cara. Espero que pronto me caliente la mano con la que escribo. Ese pájaro zortzico es bien especial. Pero se ha callado y en la lejanía sólo quedan las tórtolas, que no paran. Hay que ver qué vitalidad.
Pocas fotos podré hacer ya. Pasará tiempo hasta que pueda volver a cargar la batería. Aquí sólo hay placas solares de muy poca capacidad. No será fácil cargar las baterías de los aparatos. Yo me llevo reservando la batería del ordenador para cargar el iPhone cuando ya no pueda aguantar más. Esta noche, para economizar, lo he apagado.
S30.18.356-O064.55.952 . 09.27 . 24.07.2010 . 246 metros de altitud
Micrófono orientado al Noreste
Campo comunitario sur. Junto al viejo molino
Las aspas del molino abandonado han sido cubiertas por un enorme nido de loras. Es un buen sitio para ellas porque junto al molino quedan unos abrevaderos que les proporcionan agua. Al llegar nosotros, se ha producido un gran revuelo. Por eso, Gonzalo y yo nos hemos distanciado un poco del micrófono. Carlos se ha quedado solo con el grabador. Hay muchos pájaros aquí. Pero también una vaca que muge y pasta. Se desplaza pesadamente. El mugido es largo, repetitivo y suave. Curioso contraste con los aleteos nerviosos y los gorjeos de todos los pájaros que, al quedarnos nosotros quietos, han ido acercandose otra vez. Junto a mí, revolotean unos tordos. Picotean unas heces de caballo y vuelven a la brea de mediano tamaño que parece ser su base de operaciones. Muy cerca de mí y relativamente cerca del molino, también hay unas loras de canto especialmente imprevisible. Un graznido bien complejo apoyado por un fondo de motores. La actividad campesina lleva ya unas horas en marcha. El motor de un camión se va haciendo cada vez más claro. Se acerca. A ver si la chata le va a impedir el paso. Mario me ha dicho que la dejara en medio del camino, porque por ese lugar no puede pasar nadie. Son así, por aquí. La chata se deja en medio del camino con las llaves puestas y ya está. Por puro automatismo de mis gestos, al bajar la primera vez esta mañana, hice un intento casi inconsciente de sacarlas de la cerradura, pero llevaban tanto tiempo puestas que ya no salen. El coche que nos han alquilado es comunitario. Lo han comprado entre Marcelo, Mario y otro campesino que no he llegado a conocer. No deja que las llaves se extraigan. Uno tiene que dejarlas puestas toda la noche. Parece un homenaje a Susana.
A medida que el motor se aleja, las loras se muestran cada vez más cómodas y van de uno a otro árbol de la formación boscosa cercana al viejo molino. La que yo tengo delante, al este y que debe estar al oeste del micrófono, es particularmente rica en matices. Las loras son bien particulares. Hasta la calidad de sus revoloteos es distinta de la de los otros pájaros. Me recuerdan las urracas de San Lorenzo, que, aunque cantan menos, vuelan juntas de un árbol a otro, de una antena a un tejado y de ahí al pararrayos. Deben ser algo gamberras. Las loras, quizá más.
Al desaparecer de mi imagen acústica, un aleteo silbante de norte a sur me devuelve a una realidad dominada por tórtolas, que no dejan de cantar en horas. Aunque su mantra es más quedo que el del perro de ayer, no por ello me cargan menos ¿Por qué unos pájaros se pasan todo el tiempo cantando y otros no? Debe ocurrir como en las personas. Unos son más extrovertidos que otros. No es la redundancia del canto de las tórtolas lo que me afecta, porque también lo es el insistente ritmo en zortzico que tampoco nos abandona a lo largo de esta toma y, por cuestiones de similitud de registro, hasta enmascara discretamente cada nuevo actor que entra en escena. Me hastía especialmente su carácter pesado. El pájaro zortzico, que es igualmente insistente, me resulta más inesperado, porque, a primera instancia, parece más difícilmente predecible. Eso lo hace menos aburrido. Si pienso en sonidos humanos que me inducen rechazos parecidos al que siento estos días por el canto de las tórtolas, lo primero que me viene a la imaginación es el ritmo a cuatro por cuatro que exuda de algunos automóviles dotados de altavoces de subgraves. Cuando me descubro pensando en ello, observo que mi rechazo pivota en la contradicción profunda entre el contenido rítmico, esencialmente conformista, y la pretensión inconformista de quien, en virtud de ese sonido bronco, anticipable y desprovisto de aristas, pretende expresar su identidad frente a un entorno del que rechaza determinados aspectos. No me molesta el sonido del tráfico. Sin embargo, sí me ataca el sonido de la motocicleta que acelera a tope y sobresale del fragor ciudadano sin otro efecto aprovechable que la satisfacción del ego del conductor, a quien, en el mejor de los casos, no se plantea si molesta o no y, en el peor, habría que ver si molestar no supone un valor añadido. Uno y otro se oponen tanto en lo rítmico como en lo tímbrico. El primero es predecible y romo. El segundo, ocasional y estridente. Coinciden en lo agresivo.
Como desde el punto de vista sonoro, tórtolas y pájaros zortzico no comparten otra cosa que la insistencia, la más que discreta agresividad hacia su entorno y la necesidad de expresarse, mi rechazo no puede ser debido a otra cosa que a la asociación. Además, ¿qué hubiera pasado si, de repente, van y se callan todas las tórtolas y todos los pájaros zortzico? Una sensación aún más recurrente y uniforme hubiera sobresaltado a mi consciencia : la ausencia de todo pájaro o insecto. La soledad.
S30.18.493-O064.56.129 . 10.14 . 24.07.2010 . 248 metros de altitud
Micrófono orientado al oeste
Mantras y antimantras
Parece que el viento del norte quiere levantarse otra vez. Puede que no sea tan fuerte como el de ayer. O tal vez sí. Ajenos a estas cábalas, por ahí andan los pájaros cantando cada vez con menos fuerza. No por el viento. Por la hora. Hay cierta variedad, pero lo fugaz continúa siendo lo que hoy más me atrae. Como un gorjeo único que, bien próximo, acaba de contraponerse al mugir periódico y cansino de la vaca. Detrás de mi, un caballo que relincha esporádicamente y al norte, los pájaros zortzico, mucho más repetitivos. Al este, como el relincho, silbidos cortos ascendentes y descendentes. Repetidos, pero no por mucho tiempo. Un relincho más, imprevisto, no consigue interrumpir los graznidos rítmicos de una lora que canta al oeste. Va volando, porque la oigo en distintos sitios y estoy casi seguro de que siempre es la misma. Un relincho más a mi izquierda me informa de que hay más de un caballo cerca.
El cencerro de las cabras que se escuchaba hace rato y luego calló, vuelve justo ahora, pero se para en seco. En la proximidad, nada se oye. Ahora mismo, mi oído sólo se nutre del sempiterno mugido lejano que compite con el cansino canto de las tórtolas por erigirse en trama de fondo. De súbito, silencio. Casi. Esta mañana, antes de empezar a grabar, la sensación sonora sí era lo más próximo a una cámara anecoica. Por supuesto que se escuchaba todo lo que Cage describió. Incluidos el pito agudo y el sonido grave. El roce de la ropa, también, igual que la respiración, por leve que fuera. Ahora no es así. La percepción es mucho mas suave, mucho más placentera. Gran espacio con el viento soplando a lo lejos, el camión de la leña ronroneando por ahí y las loras otra vez marcando terreno con sus graznidos. Pero la tierra se va callando. Esta es la última hora de la mañana en la que podemos grabar. Vaya, la rondanita suena por ahí. Qué curioso, amanecen las primeras y luego se callan para aparecer 3 horas más tarde, cuando todos empiezan a recogerse.
La brisa se acerca. Dentro de una hora poco habrá que grabar.
S30.16.951-O064 54.925 . 12.00 . 24.07.2010 . 227 metros de altitud
Casa de Mario . Fiesta del 17 cumpleaños de Lucas
No hay tiempo para escribir. Estamos de fiesta
S30-16.955-O064 55.095 . 16.21 . 24.07.2010 . 268 metros de altitud
Campo Comunitario . Grabación en ausencia
S30.28.783-O064.52.273 . 17.17 . 24.07.2010 . 339 metros de altitud
Micrófono orientado al suroeste
Tutucos
Las Palomas es una estancia enorme. Hace un rato hemos visto que tiene un campo de golf y hasta un estanque. Todo un alarde en un lugar donde apenas hay agua. La primera grabación de la serie que le dedicamos, tiene lugar en la parte sureste de su valla, donde la vegetación es mucho menos densa. De hecho la característica paisajística predominante es lo que aquí llaman desmonte, es decir, la falta de vegetación autóctona, a menudo asociada a los movimientos de tierras.
Zumbido de moscas que, si pudieran, se me comerían. Es porque hay mucho ganado cerca : más de doce mil cabezas, dicen. Sus mugidos completan un paisaje sonoro compuesto de graznidos de loras especialmente prosódicas y algo que suena extraordinariamente grave. Tres notas descendentes bien separadas. Las loras nos sobrevuelan ¿Se acerca un motor? No se oyen los aviones, por aquí. Sólo viento y moscas. En general, los pájaros pasan lejos de nosotros. Con la brisa, que mueve las espigas que hay tras de mi en el borde de la carretera, las moscas dejan de ser molestas. Hay tórtolas, también por esta zona. No me extraña. Están por todas partes.
Al cabo de un rato, otra vez un sonido grave. El de ahora es particularmente denso y repetitivo. Especialmente grave, pero muy percusivo, lo sitúo a unos 8 metros del micrófono ¿Qué será? Seguro que es lo mismo de antes. De repente, da comienzo a una serie de repeticiones de sonidos a la misma altura tonal, a un tempo de 80 bpm que mantiene durante unos segundos, retrasa un poco al llegar al final y termina por callar. Otro sonido exactamente igual se produce a unos cien metros de aquí, o más, con el mismo patrón. Después del rallentando, calla. El cercano recomienza con sus tres notas. Es diferente de cualquiera de los otros sonidos que se producen en este paisaje. Tras el rallentado, calla, de manera que puedo escuchar a sus congéneres lejanos. Al cabo de un rato, retoma. Una vez comenzada, la secuencia siempre es igual. Lo imprevisible, en este caso, como en muchos otros, es el lapso de tiempo entre secuencias iguales o casi iguales.
Todo el mundo está de acuerdo. Los responsables de nuestra sorpresa acústica son los tutucos; unos ratones muy esquivos a los que se supone imposible atrapar. Hasta verlos es difícil, porque a la mínima amenaza, se esconden en sus madrigueras. Yo, desde luego, no he visto nada.
S30.27.282-O064.53.075 . 18.01 . 24.07.2010 . 312 metros de altitud
Micrófono orientado al suroeste
Ganado
Desde aquí, no puedo apreciar la especie de árboles diseminados aquí y allá por el pasto. Creo que son mistoles. Pero lo digo sin convencimiento. Breas, no son, desde luego. Quebrachos blancos, aún menos. No parecen plantados expresamente. Más bien, dan la impresión de haberse quedado aislados, tras muchos desmontes a lo largo de los años. Gonzalo y Mario se han alejado por el camino en dirección a la entrada de la estancia. Gonzalo le entrevista. Como a doña Luisa, antes de comer y a Gabriel, ayer, después de cenar. De vuelta a La Libertad, entrevistará a Amalia.
Mientras un ternero intenta sin éxito montar una vaca, por la cañada se acerca un rebaño considerable. Parece una clase de vacas distinta de la que grabamos antes. Sus mugidos se producen ahora sobre el fondo industrial del motor de una bomba que suena del otro lado de la carretera, también territorio de Las Palomas. Estas vacas no llevan cencerros, porque con tantas vallas no hace ninguna falta. Por eso, las loras, muchas menos que las vacas, despuntan con sus graznidos agudos y estridentes sobre el grave casi amorfo del arrancar hierba y masticarla de las vacas.
No sólo nos ven. Nos miran. Las hay negras, pardas, marrones y manchadas de blanco con predominio de cualquiera de esos tres colores. Aquí habrá lo menos un centenar de cabezas, pero a lo lejos se divisan muchas más. ¡Qué cantidad de metano! Como un ex-cuñado mío decía de un gran herbívoro con el que nos topamos en Serengueti más de diez años atrás, las vacas son grandes defecadores. Y masticadores, diría yo. Metabolizadores. Nos miran, sí. Medio curiosas, medio miedosas, arrancan la hierba del suelo. La que tengo delante parece hipnotizada. Desde que empezamos a grabar no ha bajado la vista. Se va a morir de hambre como no nos vayamos.
Las loras van a la suya. Una moto se acerca. Se acercaba. No. Se acerca. Parece que viene del norte. Se aleja. Es arduo saber la dirección de los desplazamientos cuando los rebotes de los sonidos amplifican sus fuentes originales. Sólo puedo decir que suena del norte. Concentrado en el análisis de mi experiencia espacial, vuelvo en mí por un trino súbito que continúa en graznido sforzando, con accelerando y parada inesperada. Al terminar un taconeo sutil en el quebracho blanco que hay al noreste del micrófono, la realidad de la moto me llama otra vez ¿Vuelve, entonces? No. Definitivamente, se aleja.
S30.26.006-O064.52.943 . 18.34 . 24.07.2010 . 308 metros de altitud
Micrófono orientado al oeste
Olivos
La chata ha pasado ya. Aún se oye. Venía oyéndose mientras se acercaba. Al pasar, el conductor ha saludado con un gesto leve de la mano sin soltar el volante. Como en Gales. Creo que se acerca otra. No sé por qué dejo de oírla. Sí. Ya la veo. Ha cambiado de marcha y ahora acelera nuevamente. Como la anterior, lleva detrás una estela de polvo. Nos va a dejar bien cubiertos. Mario, tras el parabrisas de nuestra chata, no se deja ver.
El sol, bajo al oeste, entre los olivos. La luna, al este, también baja, entre lo que aquí llaman monte. Es monte bajo, de matas y arbustos. Entre tantos olivos, la vida de los pájaros no debe ser demasiado fácil. Quizá por eso están tan lejos. Se oyen, desde luego, pero a mucha distancia, del otro lado de la carretera, aún sin explotar. Las vacas también han quedado lejos, más que el motor de la bomba, que en este punto empieza a confundirse con el grupo electrógeno de la casa rosada de Las Palomas, ya al alcance de nuestra vista. En sentido contrario al de las chatas de antes, se acerca un coche ¿Es el Peugeot 504 de Marcelo? Va para La Libertad.
El paisaje sonoro de la casa no se adivina especialmente llamativo. Aún no vemos el campo de golf ni el estanque, pero sí la antena. No debe haber nadie, aparte del guarda. Un camión para en la casa. Bella puesta de sol de nivel sonoro bajo. La comparación acústica de este ocaso con el de ayer muestra bien claramente la diferencia entre una explotación agropecuaria industrial y una campesina.
25.07.2010
S30.11.711-O065.01.119. 07.59 . 25.07.2010 . 174 metros de altitud
Micrófono orientado al este
Baños de Unquillo. Toma en cercanía del micrófono
Antes de llegar aquí, hemos parado en casa del gordo Ramón, que vive cerca del Molino, con su madre, la señora Alonsa, de 94 años. Aún a oscuras, en el camino nos contaba Mario que los inversores le cercaron la casa para que su ganado no pudiera acceder a los campos de alrededor. El Movimiento Campesino le ayudó quitando las vallas, pero más adelante, pagaron a gente que vino con la policía. Llegaron a instalarse en los terrenos que Ramón había empleado toda la vida. Nuevamente, el Movimiento Campesino vino en su ayuda para dialogar con los ocupantes pagados, que, por fin, se fueron. Hace dos años que este episodio tuvo lugar. Nadie ha vuelto por allí a incordiar a Ramón, que, desde entonces se siente muy en deuda con el Movimiento Campesino de Córdoba. Mario quiere que venga con nosotros porque, como fue picador de sal, conoce bien la salina y puede orientar nuestros movimientos en ese desierto llano y extrañamente reverberante.
Ramón es un hombre de pocas palabras. Le conocí ayer, en la fiesta de cumpleaños de Elías, que hacia 17 años. Me miraba de reojo sin saber demasiado que decir y esperando que yo dijera algo. Sin embargo, yo no sentía el impulso de hablar. Saludé, me presenté y callé, porque no estábamos solos y yo no era más que un desconocido recién llegado. Carlos y Gonzalo habían ido con Mario a cargar las baterías de sus aparatos a casa de Javier y Marcelo, así que me encontraba de lleno en una celebración familiar. Luego entendí el por qué de su expectativa. Mario y Horacio le habían hablado de nosotros y de que necesitaríamos su ayuda para nuestras tomas de sonido en las Salinas Grandes. Por eso me dijo que estaba a mi disposición para lo que hiciera falta. De pocas palabras, Ramón me pareció un hombre sensible que, rodeado de niños, se dedicaba a salvar del ahogo a las abejas en el pozo de casa de Mario. También me pareció algo débil, porque acataba sin chistar las órdenes de uno mucho más joven que se presentó con un hermano menor de Amalia a última hora en su camioneta nueva y quiso interrogarme acerca de todo, especialmente, de mi opinión sobre cuestiones políticas locales, relacionadas con La Libertad y otras más lejanas, como la crisis en España. Como de costumbre en estos casos, me hice el idiota. Ni me gustó su actitud con Ramón, un hombre ya mayor que debería ser respetado por uno joven, ni me pareció recomendable la ideología que subyacía en sus preguntas. Me dediqué a echar pelotas fuera. Creo que Mario se reía para sus adentros.
La primera parada en el camino hacia las Salinas Grandes, es el edificio de los Baños de Unquillo, una especie de santuario donde, nos cuentan Ramón y Mario, la gente viene a tomar las aguas con la intención de curar sus dolencias. Se dice que el agua, fría en verano y caliente en invierno, está indicada en el tratamiento de problemas relacionados con huesos y articulaciones.
Al salir de la chata, siento la agresión del ambiente ácido-básico de este lugar en la poca piel que llevo al descubierto. Frío y salina es todo lo que siento. No puedo hacer fotos porque la batería de la cámara está baja y el frío la bloquea. Como ayer, inesperadamente, pude volver a hacer fotos al calentarse el ambiente, ahora ya sé que no es que la carga esté totalmente consumida. Dentro de un rato, cuando el sol caliente un poco más, podré fotografiar otra vez. Por eso, le he pedido a Gonzalo que con su iPhone recién cargado tome fotografías de todo. Especialmente, del altar dedicado a la Virgen en la parte trasera del edificio, que, único, totalmente aislado, junto a un curso de agua donde se refleja el cielo y la valla, se alza en un viejo médano. Esta tierra previa a las salinas, arenosa y algo arrugada, forma dunas donde crecen arbustos psamófilos como el jume, algunas cactáceas y matojos, unos pocos, verdes, pero, en general, aislados y secos. El resto es espacio blanco abierto que se experimenta enorme a causa de un misterioso eco.
De fondo y a lo lejos, distribuidas por igual en todos los lugares cubiertos de vegetación, cantan las tórtolas. Los pájaros andan por todas partes y se comunican. Hoy no escucho rondanitas ¿Será porque ya callaron? Hay uno negro ahí, en el agua. En general, el nivel es bajo, pero se escuchan muy claramente unos silbidos largos ascendentes y repetidos. Se reflejan. Pero ¿dónde? ¿En la sal? ¿En el suelo plano y salado que se extiende un poco más allá? No sólo son ascendentes, otras veces se trata de un silbido ascendente y descendente corto casi trinado. Lejos de ser palindrómicos, los silbidos en glissando ésos son espectaculares. Pero casi lo es más el eco que generan ¿Y por qué se reflejan más éstos que los otros sonidos si el espacio es el mismo? Decir que los limites del espacio condicionan más la resonancia a unas frecuencias que a otras no me explica nada. Necesito saber más. Los únicos límites visibles de este espacio son el suelo y la vegetación, mayormente, de troncos finos y bastante hoja verde o seca. Si no es sólo la sal y la planura del suelo lo que determina el reflejo de los silbidos de esa manera, el fenómeno quizá tenga también que ver con que son los sonidos más intensos que conforman este paisaje. Además, al tratarse de silbidos, su espectro es muy simple, de manera que cualquier coloración posterior a su producción puede hacerse muy evidente. Pero insisto : todas estas reflexiones no explican nada. Quizá nada pueda explicar nada.
Sale el sol y sube algo la temperatura. Puedo escribir con mayor comodidad, pero lo único nuevo es un gorjeo al sur seguido de un balanceo de silbidos al sudoeste. Vuelve a hacer frío. Normal : es la hora; pasan casi 20 minutos de las 8 de la mañana.
El pajarillo negro continúa plantado ahí delante. No le preocupamos nada y tiene razón. No hay nada por lo que tenga que preocuparse.
S30.11.711-O065.01.119. 08.22 . 25.07.2010 . 174 metros de altitud
Micrófono orientado al este
Baños de Unquillo. Toma en lejanía del micrófono
Carlos ha pedido que repitiéramos la grabación en las mismas coordenadas, pero dejando el micrófono solo, porque, con el nivel de entrada que se requiere para grabar estos sonidos tan poco intensos, se escucha cualquier roce de la ropa, cualquier movimiento. Nos hemos vuelto todos a la casa. A pesar de que el edificio nos protegía, hacia tanto frío que no me he sentado. El sillín se ha quedado apoyado en el muro de los baños. En un momento de la escucha, muy similar a la de la toma anterior, he pensado que apoyado ahí corría el peligro de quedar olvidado en este lugar tan particular. Durante un rato, he fabulado con la idea de que un piadoso visitante del santuario lo encontraba y se lo llevaba como si fuera un regalo del cielo. Hasta he imaginado que bendecía a dios por habérselo dado. La fabulación me ha llevado entonces a la disyuntiva de que es contradictorio que uno piense que dios vaya a beneficiarle como resultas de la desgracia de otro.
El caso es que, cuando una vez subidos todos a la chata realizaba la maniobra de salida de los baños, muy trabajosa, Mario me ha pedido que parara. Por un momento he pensado que iba a chocar con algún obstáculo que no veía. Un palo ahí detrás, he pensado. Al bajar Mario de la chata, todos hemos pensado que su intención era orientarme, porque la maniobra era realmente muy pesada : había que girar completamente el volante unas 6 veces a derecha e izquierda y cambiar de marcha adelante y hacia atrás a cada giro; vamos cuatro delante, la dirección asistida no existía cuando el vehículo se concibió y cada vez que cambio de marcha tengo que darle un golpe en la pierna al pobre Gonzalo, que debe estar ya harto de mí.
Me he sonreído al ver volver a Mario con mi sillín portátil. Menudo acto fallido. Tengo que analizarlo.
S30.10.763-O065.01.439 . 09.10 . 25.07.2010 . 177 metros de altitud
Micrófono orientado al norte
Salinas Grandes
Salinas Grandes es un extenso salar que determina la frontera ecológica entre las provincias de Córdoba, La Rioja, la provincia de Catamarca y la provincia de Santiago del Estero. Junto con las Salinas de Ambargasta, las de San Bernardo, La Antigua y otras menos importantes, el área de esta vastísima zona, otrora denominada Desierto de las Salinas, es de unos treinta mil kilómetros cuadrados. El origen de estas salinas se asocia a la Mar Chiquita, también llamada Mar de Ansenuza y, antiguamente, Laguna de los porongos, una enorme laguna salada que se encuentra al noreste de la provincia de Córdoba, en los confines con las provincias de Santa Fe y Santiago del Estero.
La llanura salada parece nevada. No sería incongruente con el frío que hace ahora, pero aquí no nieva casi nunca. Al contrario, en este lugar pueden llegar a superarse los 45 grados centígrados, por lo que en verano no es aconsejable aventurarse sin protección solar ni abundante reserva de agua. Menudean las historias de contrabandistas y narcotraficantes que aterrizaron clandestinamente en las salinas y, al ser descubiertos, se vieron forzados a adentrarse en la llanura ardiente y encontrar allí una muerte segura.
Plantados en la superficie plana y salada que protege la tierra húmeda, vemos como en el borde crece una densa vegetación compuesta de varios tipos distintos de arbustos, cactus y algún que otro árbol. Quebrachos, parecen desde aquí. Imaginamos que ahí se guarecen las tórtolas y todos los otros generadores vivos de los sonidos que escuchamos. En la llanura no hay nada más que ese manto blanco. Al menos, eso parece. Desde este punto, los silbidos se escuchan mucho menos intensos que antes. Muy débiles, pero definidos e igualmente distribuidos, se confinan en el interior de un intervalo de tercera mayor. De repente, la nota surrealista : como un rebuzno o un mugido. No es un mugido, es un rebuzno de burro y especialmente característico. Ha callado. No; continúa ¿Cómo es que se ponen así los burros? ¿Protestan? ¿Llaman? ¿Hay matices o sólo dicen eso? ¿Y cómo es que hay un burro por aquí? Yo creía que esto no estaba habitado.
S30.10.811-O065.01.422 . 09.43 . 25.07.2010 . 185 metros de altitud
Micrófono orientado al Nordeste
Médanos de las Salinas Grandes
Nos hemos internado en el corazón de lo que suponemos el principal generador de sonido del lugar. El médano, que bordea la llanura blanca nevada de sal, es una duna enorme donde la vegetación crece muy asilvestrada. Para llegar a lo alto, uno tiene que subir abriéndose paso entre los matojos y los arbustos, que en su mayoría tienen hoja pinchuda, como las coníferas, pero más gruesa. Es un terreno muy cerrado y de acceso difícil. El suelo vuelve a ser polvoriento, de arena fina, como en La libertad. En los médanos de Salinas Grandes, sin embargo, la diferencia fundamental es que hay cactus.
No lejos de aquí se oye a unas aves que parecen repetir un mantra. Sin interrupción. Es claro que se trata de una especie distinta de las que hemos encontrado estos días. En la dirección opuesta, pero igualmente cerca, hay otra especie que frasea de forma bien curiosa. No repite su fraseo enseguida. Es capaz de pasar mucho rato sin que lo vuelva a producir. La grabación ha dado comienzo con ese sonido. A medida que el sol asciende, los cantos de los pájaros abandonan paulatinamente el paisaje sonoro. Cuando el ave fraseadora emite su última serie de repeticiones y calla, a lo lejos se escuchan las tórtolas en el fondo. Como son tantas, dan una impresión parecida a la de los insectos que cantan en una superficie extensa. Son los efectos espaciales debidos a las diferencias de fase entre generadores iguales o similares. Terminarán yéndose también.
S30.12.880-O064.59.759 . 10.27 . 25.07.2010 . 199 metros de altitud
Micrófono orientado al oeste
Casa de Ramón
Gonzalo quería entrevistar a Ramón y a su madre, la señora Alonsa, que tiene 94 años y lleva toda la vida viviendo aquí. Los módulos de las viviendas y las dependencias de la minialdea se alzan entre las dunas apoyados en palos de madera retorcida.
Aunque estamos a varios kilómetros de la salina, diría que los rebuznos venían de aquí. En este lugar es donde más actividad sonora detectamos esta mañana. Creo que los animales se concentran en las proximidades de las aldeas porque hay agua y alimentos. Junto a la casa de Ramón hay otra donde vive una familia. Mario ha ido a visitarles mientras tienen lugar las entrevistas de Gonzalo. Carlos y yo nos hemos alejado de la casa, para grabar un poco tras unas matas grandes de retama, desde donde se oye todo tipo de cosas. La radio ya estaba sonando al ponernos a grabar. Desde nuestro escondrijo, distinguimos claramente la voz de la señora Alonsa y también la de la mujer que habla con Mario. También, la de un niño que monta en bicicleta y, antes, la un hombre, que sería el padre. Al parar la radio, canta el gallo y el cerdo ronca al sol. Los perros andan por ahí, pero no dicen nada. Es de agradecer, porque como al llegar nos han hecho un montón de fiestas, temía que no nos dejaran trabajar tranquilos.
Entre los arbustos del médano que rodea la aldea, pájaros varios y como un aleteo. Las aves fraseadoras andan particularmente cerca ahora, igual que una cuyo piar metálico me resulta fino y delicado; especialmente, en comparación con el rudo mugido de la vaca.
S30.12.865-O064.59.708 . 10.57 . 25.07.2010 . 198 metros de altitud
Micrófono orientado al Norte
Chacra de la Casa de Ramón
En el interior del cercado, la vegetación es igual que la del borde del lago. También hay esos arbustos de hoja picuda, cactus, algún mistol, algún algarrobo y, emergiendo del suelo, como un roble incipiente. No puede serlo, claro, pero la hoja es muy parecida. Estamos algo más lejos de la casa y ya no se escucha tanta actividad salvaje como antes. Los pájaros van siendo substituidos por las moscas, aunque siempre queda algún leve piar por ahí. Hasta algún ave prosódica de las que hemos escuchado estos días, pero en general, calma. De hecho, ya es la hora.
Es casi medio día y nos vamos a comer por última vez a casa de Mario. Allí nos despediremos de Amalia y de Gabriel, que viven a cien metros. El nos dirá que volvamos cuando queramos, que allí siempre querrán acogernos. Nosotros, que estamos muy impresionados por la experiencia de los días pasados, le reiteraremos nuestra amistad y nuestro deseo de volver cuanto antes. Cuando Marcelo termine de comer, nos iremos todos a la Reserva Monte de las Barrancas y luego, de vuelta a Villa Quilino, donde ya nos esperarán Horacio y Soledad.
Hace un momento, Mario me ha obsequiado con un pañuelo amarillo del Movimiento Campesino de Córdoba. Nos cuenta que no tiene más, que nos daría uno a cada uno. Creo que me lo da a mí porque soy el más viejo. Me ha impresionado mucho, así que me lo he puesto enseguida. Ya no me lo quitaré hasta que nos vayamos a dormir.
S30.09.446-O064.55.495 . 14.25 . 25.07.2010 . 183 metros de altitud
Micrófono orientado al este
Pampa cercana al Monte de las Barrancas
El guarda de la reserva tiene prisa por atender a una gente que tiene de visita. No nos va a dejar entrar solos, porque no tenemos una orden. Lástima. No fue posible conseguirla. Algún funcionario dijo que no hacía falta y ahora éste nos la requiere. Para no dejarnos sin entrar, nos acompaña unos kilómetros en coche y luego nos hace bajar en medio de una pequeña llanura salada. Tras unos minutos a pie, alcanzamos el límite de una pampa desértica, donde sólo crecen matojos bajos y aislados. Carlos se queda grabando bajo el sol y al viento. Gonzalo y yo, para dar ejemplo a nuestros anfitriones, entre los que ahora hay dos nuevos y no saben que es necesario alejarse del micrófono y no hablar, nos volvemos al coche, que se ha quedado solo con todo el material. Por eso, el guarda se va con Mario y Marcelo. No les oímos ya. Vemos como les muestra los límites de la reserva y les indica con gestos amplios dónde está cada cosa. Aquí les gusta mucho mostrar los lugares y sus límites, a dónde se llega por allí y qué es lo que hay tras de aquella loma.
S30.09.896-O064.54.948 . 15.03 . 25.07.2010 . 189 metros de altitud
Micrófono orientado Sudoeste
Dunas del Monte de las Barrancas
Aquí no se oye casi nada, aparte de moscas. Estoy inquieto, porque el guarda de la reserva acaba de decidir que ellos, Mario, Marcos y él, se van con la chata y toda la carga y nos dejan a nosotros grabando. Está claro que sus prioridades son distintas de las nuestras. Justo hace un momento les explicaba a él y a Marcelo que Gonzalo y yo nos habíamos vuelto a vigilar la chata, porque se había quedado sola. Ambos me decían que no hay problema, que por aquí todos son muy honrados. Pero por supuesto que no tengo duda de ellos. A estas alturas está claro que me fío de su honradez, como ellos de la mía. Pero, si se incendia la camioneta y nosotros no estamos, ¿quién decide lo que hay que evacuar primero en el caso de que haya tiempo? ¿Tienen idea ellos de lo que importa más entre todo lo que llevamos ahí dentro? ¿Y si dejan la camioneta sola, como antes, con toda la carga y alguien aprovecha el momento para llevárselo todo?
Pese a mis temores y reflexiones, las cosas son como son : moscas y viento, especialmente a esta hora y en esta época del año. Y cactus y mistoles, ramas secas y retama. Espero que no haya ocurrido nada cuando los encontremos. En su mentalidad, parece que nunca pasa nada, que nunca puede pasar nada inesperado. Tal vez. Pero los cambios bruscos le toman a uno por sorpresa. Y nuestro mundo, se ha vuelto muy sorpresivo y violento en los últimos tiempos. Aquí también. Suerte que con las ráfagas de viento, las moscas se van.
S30.11.810-O064.36.234 . 17.41 . 25.07.2010 . 290 metros de altitud
Micrófono orientado al norte
Las Corzuelas
Las Corzuelas es una estancia de veinte mil hectáreas. Grabamos precisamente aquí, delante de esta zona clara de desmonte, porque es el lugar hasta donde ha llegado la chata. El gas no dio para más y el indicador no nos avisó, así que nos quedamos parados. Lo primero ha sido comprobar todas las bujías, luego, el distribuidor, los platinos, el filtro, el pedal del acelerador, la bomba... Marcelo es un buen mecánico, capaz de desmontar todo el motor. Pero a medida que pasaba el tiempo, cada vez estaba más claro que faltaba combustible. ¡La chata, sin combustible y mi iPhone, casi sin batería! Por suerte, el iPhone de Gonzalo ha encontrado al fin cobertura, así que se ha puesto en contacto con Horacio, que dentro de poco vendrá y nos remolcará.
Carlos y yo, nos hemos adelantado un poco para hacer la ultima grabación. Aquí el paisaje tiene viento, moscas, loras y algún que otro pájaro. A esta hora debería haber mucha más cosa, a mi parecer. Claro que el viento de la puesta de sol es bastante fuerte. Horacio pasa como una exhalación y todos se ponen manos a la obra en la preparación de la chata para remolcarla hasta la primera gasolinera. Desde aquí, en medio de la carretera, a dos cientos metros oigo como las puertas cierran y abren. De hecho, se acercan. Deben estar remolcando ya. Sí : ya vienen. Vamos a tener que terminar la grabación.
26.07.2010
S30.12.547-O064.28.110 . 10.50 . 26.07.2010 . 435 metros de altitud
Micrófono orientado al Oeste
Plaza de Villa Quilino
La llegada a Quilino no supuso la puesta en marcha inmediata de la chata. No sólo se había quedado sin combustible. También había un fusible fundido, por lo que el gas no pasaba a los cilindros. Horacio estaba divertido con tanto movimiento. Parece que le va la marcha. Marcelo tuvo que hacer un puente para dejar un relé abierto y así poder llegar a casa de Horacio, donde estuvimos escuchando los materiales grabados mientras preparábamos la cena. Los comentarios de Soledad y Horacio me sorprendieron muy agradablemente. Realmente escuchan. Quizá ellos no se den cuenta de lo difícil que es encontrar gente que escuche. Yo me impresiono mucho cuando alguien me da muestras de que es capaz de pensar en el sonido y en las formas en que puede emplearlo. Está claro que les haremos llegar todos los materiales en cuanto podamos. Después de cenar, Mario y Marcelo se volvieron para La Libertad. Nos entristeció separarnos después de la intensidad que habíamos vivido juntos. Esta mañana me he descubierto tocando la Sardana Flamenca a la guitarra de Horacio. Sin uñas y tratando de no golpear la tapa para no dañarla. No recuerdo cuándo fue la última vez que toqué la mía. Al cabo de un rato, nuevamente sorprendido, me escuchaba cantando Suzanne y esbozando alguna de las canciones que de joven arreglé con Hilario Camacho. La nostalgia puede salir al paso de uno en cualquier momento. Al poco llegó Julio a buscarnos y fue el momento de marcharnos. Me enterneció el comentario de Horacio : Ustedes son como nosotros; buscan la libertad. Tiene razón. Nos parecemos mucho.
Aparcado el coche de Julio junto a un centenario aguaribay productor de bolitas rosadas de pimienta, nos dirigimos al centro de la plaza, donde hay una plazoleta delimitada por árboles altos de varias especies. Llama especialmente la atención que haya pájaros cantando a esta hora tan tardía de la mañana.
Protegidos por unos murillos de ladrillo, destacan tres coníferas de hoja muy larga. Julio Catalano me cuenta que son pinos elliotis. El tronco es como el de los del Mediterráneo. Las loras, que tienen sus enormes nidos instalados en ellas, van graznando de una a otra. Nos están dando un concierto magnífico. Su canto no es un simple graznido. De una complejidad considerable, acorde con sus capacidades cognitivas, sus producciones sonoras van del simple graznido a la frase articulada. Lo más común en esta grabación son las conversaciones entre varios individuos, integradas por sonidos de duración y formas dinámica y frecuencial muy diversa, con las consecuentes acentuaciones rítmicas, que son particularmente ricas. Hasta las repeticiones de entonaciones identificables como un único elemento formal diferenciado son distintas entre sí. Uno puede pasar mucho rato escuchándolas sin apreciar repeticiones. En realidad, no hay recurrencias exactamente iguales. No hay periodicidad en los cantos comunitarios de las loras y eso aboga en su bien clara condición de fenómeno caótico. El hecho de que vivan en comunidad influye en la complejidad del objeto que uno escucha. En realidad, no tiene sentido tratar de analizar el canto de una única cotorra si no es en relación con el canto de las otras.
S30.12.853-O064.29.962 . 11.29 . 26.07.2010 . 411 metros de altitud
Micrófono orientado al sur
Plaza de Quilino
Demasiado normativo, es mucho menos agradable e interesante éste que el paisaje sonoro anterior. Tiende a sonar más a ciudad. La música de algún establecimiento se oye demasiado fuerte y de vez en cuando pasa algún viandante con su generador de ruido particular. La primera fuente de sonido destila nostalgia por no ser ciudad. La segunda, falta de consciencia del bien que se posee.
Debemos estar en un punto donde la cobertura de telefonía móvil es particularmente buena, porque junto a nosotros, a 15 metros, se ha instalado un hombre que parece hablar a una emisora de radio. Ahora anuncia unos partidos de la liga de fútbol. Empezó describiendo la plaza. Dijo algo del edificio de la policía que está delante y también, que hacía una mañana espléndida. Cierto. Su colega, ese tipo en chandal que lleva su generador de ruido normativo incorporado en algún recoveco de su atuendo, se ha quedado algo apartado mientras hablaba. Luego, al terminar de hablar, el enjuto de chandal y gorra ha tarareado un par de compases de la canción que sonaba por su radio y cada uno se ha ido por su lado.
Preside el centro de la plaza un monumento al general San Martín. Hay más variedades de árboles por aquí que en la plaza de Villa Quilino. Alguna palmera, cipreses, los mismos pinos elliotis de antes y muchos otros pinos de clases distintas.
El de la radio, que parece conocer a todo el mundo, ha vuelto por una de las callecitas radiales que llegan al monumento formando una rosa de los vientos y se ha puesto a hablar con una señorita sin bajar el nivel del receptor. No es necesario que lo haga porque en realidad no hablan; están juntos, pero callados. Escuchan la radio.
Ése no es el único generador de sonido que tenemos por aquí. Además de la música ésa tipo Muzak que no veo de dónde sale, oigo pájaros que cantan subidos al pino de detrás del micrófono, junto al cipresito recién plantado, y, por supuesto, los motores de los vehículos, no demasiados, que pasan por las calles adyacentes a la plaza.
Al terminar la grabación, saliendo de la plaza por la misma callecita radial por la que hace un momento entró el hombre de la gorra, Gonzalo me hace reparar en que la música impersonal que yo atribuía al ánimo expansionista del propietario de algún establecimiento comercial, en realidad, proviene de unos altavoces que rodean la plaza. Julio me hace notar que están por todos lados en el pueblo. Propalación Quilino, parece ser el nombre de la empresa que gestiona la iniciativa. Seguro que el consistorio la considera un servicio a la comunidad. Ahora me doy cuenta de que mi sentimiento de normalización sonora procedía únicamente de la música, porque el resto del paisaje sonoro era bien tranquilo y apacible para los tiempos que corren.
Sin localización precisa . 27.07.2010
Un paseo por la ciudad de Córdoba
El Soberbio-Parque Provincial Moconá
29.07.2010
S27.04.383-O053.54.461 . 18.37 . 29.07.2010 . 265 metros de altitud
Puente López Lining . Grabación en ausencia
S27.04.720-O053.55.088 . 18.56 . 29.07.2010 . 332 metros de altitud
Micrófono orientado al este
Reserva de Biosfera Yabotí
El camino es relativamente fácil para un 4x4. En coche, difícil. Marcelo, el motorista, es una persona bien formada y muy amable. Nos contaba un montón de cosas durante el camino. Nos explicaba, por ejemplo, que en el municipio de El Soberbio se cultiva la citronela, un cítrico cuya vaina se asemeja mucho a la del limoncillo. Sin embargo, la citronela no tiene aplicaciones culinarias. Por su contenido alto en geraniol y citroniol, se emplea como repelente de insectos y como base para la fabricación de productos de limpieza. Como su aroma perfuma toda la localidad, se dice de El Soberbio que es la Capital de las Esencias. Esta tierra permite el cultivo durante todo el año, porque raramente hiela. Como máximo, eso ocurre tres o cuatro veces al año, no más. La razón está en el río, que de madrugada cubre de niebla su cuenca, de manera que se amortigua mucho la tendencia al descenso de las temperaturas. De todas maneras, este invierno, tanto la hierba como la citronela se han quemado a causa de las bajas temperaturas. Por eso, a lo largo de todo el camino se veían plantas cuya parte superior aparecía coloreada de amarillo.
En su presentación de la región, mientras nos encaminábamos a la Reserva de Biosfera Yabotí, Marcelo ha mencionado un dato realmente importante para nuestro proyecto. A unos 45 kilómetros de aquí está el desvío de la Ruta Provincial 15, que atraviesa la provincia de Misiones. Los primeros treinta kilómetros son carretera más o menos normal, los últimos veinticinco son pasto y sólo transitan por ellos los guardaparques. Esa vía atraviesa dos reservas y un parque provincial donde aún hoy hay bosque primario. Se trata de la Reserva Natural Cultural Papel Misionero, de la Reserva de Uso Múltiple Guaraní de la Universidad Nacional de Misiones y del Parque Provincial Caa Yarí. La empresa Papel Misionero, que compró con la intención de explotar la madera y nunca pudo por cuestiones medioambientales, trata ahora de vender sus más de diez mil hectáreas de reserva a través de una inmobiliaria porteña. Nuestro apretado programa no nos permite cambiar trayectos, así que más adelante será necesario volver a El Soberbio para documentar sonoramente todo esto.
A la entrada del camino sin asfaltar que nos adentra en la Reserva de Biosfera Yabotí, Marcelo ha parado para mostrarnos los helechos arborescentes que hay en esta selva. No los había vuelto a ver desde que visité Manizales.
Poco antes de descender al Puente López Lining, nos hemos parado. Se empezaba a escuchar el agua, por lo que no hemos querido dejar la Wild Life demasiado cerca. Casi no se ve nada. A ambos lados del camino, bosque primario, contaba Marcelo hace un momento. La selva respira y el cielo se va despejando. Tengo Venus enfrente y se pone. Es el oeste, pues. Cuando el grillo de mi derecha emite su canto cada dos segundos, parece como si los insectos que cantan frente a mi, bajen de nivel. Pero eso no es más que una sensación. Al fondo se escucha agua en bastante cantidad. Es el río Yabotí que se junta con el Pepiri Mini. Seguro; pero, ¿hay algún salto? Esporádicamente, me sobresalta un leve chasquido de élitros. Dura unos dos segundos. Lo hace en dos ocasiones. Cerca de mí y sólo una vez, un batir de alas casi insonoro. Quizá fuera de un murciélago. No creo que fueran las mariposas nocturnas que revolotean a mi alrededor. Ellas sólo creen que mi iPhone es la luna. A mi derecha, un pito corto suave y rítmico. Tras de mi, algo como un chasquido. Y a la izquierda, un grillo que hace tresillos de negra en una pulsación hipotética de corchea. Otro, que espacia el tiempo en blancas con punto. Un chasquido ahora en frente de mi. Cada vez es más oscuro. Yo creía que cuando empezamos ya era totalmente oscuro. Pero no. Ahora lo está más. Curiosamente, el paisaje sonoro es muy estable en esta hora de cambio. Lo que sí se percibe perfectamente desde el camino es una profundidad de plano sonoro inusitada.
Como si alguien hubiera sido testigo de mi sorpresa, me descubro súbitamente envuelto en chasquidos de élitros. Por todas partes están. Cada insecto los espacia unos dos segundos. El fenómeno tiene lugar durante treinta segundos. Muy bello. Luego callan y todo continúa estable como antes.
-¿Donde podemos cenar hoy, Marcelo?
-¿Donde han comido?
-Pues en BeyCo
-Entonces, lo mejor es que vayan a Don Enrique
Lo ha dicho sin entusiasmo, pero como si no hubiera otro mejor. La cena, pues, es en Don Enrique. La carta pinta bien. Pido un bife de chorizo bien jugoso. Gonzalo, también. Al cabo de veinte inexplicables minutos de espera nos traen un pedazo de carne requemada bastante pequeño para un bife de chorizo. Dado el aspecto taciturno del camarero, planteo la cosa con un tratamiento de choque :
-Perdón señor, le pedimos que estuviera bien jugoso y la carne está como una suela de zapato.
-Aquí, jugoso lo hacemos así.
Sonrío con cara de no haberme tragado la disculpa, pero está claro que no hay discusión posible. Tendremos motivo para comentarios jocosos en lo que queda de viaje.
30.07.2010
S27.08.565-O053.58.871 . 07.38 . 30.07.2010 . 384 metros de altitud
Micrófono orientado al este
Reserva de Biosfera Yabotí. Casi a la entrada.
El lugar elegido para esta toma está a mil doscientos metros de la entrada del camino sin asfaltar que lleva al Puente López Lining. El micrófono está plantado en el margen derecho del camino frente a un pequeño desmonte, más allá del cual, la Selva Misionera da la impresión de no haber sido jamás explorada. En lo sonoro, lo más llamativo es un piar rebotante que se distribuye por todo el bosque. Es móvil y caprichoso. Se opone a un pedal continuo de insectos a los que llamaría saltamontes sin ningún convencimiento. La brisa va y viene con la salida del sol, que apenas lleva veinte minutos saliendo. Desde mucho antes, las brumas han ido levantándose en el valle del río Uruguay. Con la manifestación de un gorjeo en accelerando y parada súbita, me doy cuenta de que el pedal continuo se insectos se va debilitando con la brisa. Es como si se moviera para jugar al escondite con el productor de un silbido que se mezcla con el canto esporádico de un nuevo insecto. Es curiosa la contraposición de este canto con el de otro insecto distinguido por una pulsación constante a 160 bpm, de acentuación aleatoria, que se estabiliza en un período de emisión de dos segundos y medio, con una pausa de 1 segundo.
Se esta operando un cambio con la aparición de un silbido prosódico. Parece venir de las copas de los árboles más altos, que se empiezan a iluminar. Es el momento de aparición de un gorjeo tenue, ascendente y luego descendente. Se da en períodos aleatorios y dura apenas dos segundos. Los chasquidos de élitros también son ocasionales esta mañana. El canto de esa especie debe ser así en esta estación fría.
Los insectos de fondo que ayer nos acompañaron durante todo el viaje no han desaparecido totalmente. Silbido agudísimo, muy rápido y de ritmo gorjeante con un período de pulsación de segundo y medio. Se mueve. Se produce un chasquido en el interior de la selva y calla por unos instantes. Luego continúa. Soy consciente de él hasta que escucho un inexplicable sonido grave sobre mi cabeza. ¿Un vehículo? Al fondo se escucha los vehículos que pasan por la carretera. Pero no es eso lo que me produjo esa sensación : por primera vez oigo un avión. Al desaparecer para mí, un gorjeo rítmico se prolonga durante unos diez segundos.
S27.08.281-O053.59 . 08.11 . 30.07.201 . 387 metros de altitud
Micrófono orientado al norte
Tala de árboles
Esta vez también ponemos el micrófono a la derecha del camino y enfocando al interior de la selva. Al principio escuchábamos un piar muy próximo. Se ha ido, pero el insecto que produce un pedal medioagudo, no. En su lugar, queda todo tipo de gorjeos. Y van en aumento. Vienen de la espesura. Antes de empezar a grabar, se levantó una escuadra entera de loras. Ahora queda una por ahí. Pero lo que más me suena, aparte de los movimientos de máquinas de manipulación de madera, es la variabilidad de piares y gorjeos.
Continúa siendo hora de cambios. Un nuevo actor es ese gorjeo rítmico que aparece por el sur. Le afecta la brisa del oeste. El que no se afecta en absoluto es el insecto pedal, el más antiguo de esta grabación. Insiste e insiste. Su periodicidad es bastante estable. Canta rítmicamente a 140 bpm durante unos cuatro segundos y calla durante uno. Luego ha permanecido en silencio durante un rato, lo que nos ha permitido escuchar otro, seguramente de la misma especie, pero algo más percusivo. Ahora vueve a la carga y calla de nuevo para que podamos escuchar otra vez el percusivo. Los aleteos son muy frecuentes, pero no son los únicos movimientos que se escuchan por doquier. Todos ellos dan cuenta de la gran actividad que a esta hora hay en el bosque. Las máquinas han parado por unos instantes. Pero vuelven. Trabajan. Explotan. Ayer, de vuelta de instalar la Wild Life, nos topamos con un camión enorme con remolque. Iba cargado de troncos bien gruesos. Eran casi las ocho de la noche, justo en el límite del horario de circulación permitido por estas carreteras forestales. Alguien le esperaba a la entrada de la zona reservada a la empresa Harriet. Esta mañana hemos visto un camión exactamente igual que el de ayer. La carga era similar. La primera impresión es que la explotación de la madera en este lugar es bien importante.
Han venido loras y las tripas de alguien se oyen por ahí. Se nota que no hemos desayunado.
S27.09.319-O053.59.063 . 08.52 . 30.07.201 . 339 metros de altitud
Micrófono orientado al oeste
Junto a la carretera asfaltada
La vegetación, variadísima, incluye unas palmeras que recuerdan a los buritís brasileros. Una diferencia es que aquí no muestran los cursos de agua. Hay agua por todas partes.
Un graznido insistente se acerca por los aires, permanece cercano unos instantes y se va. Quedan cantos de grillos, piares y gorjeos. Un graznido sutil casi queda enmascarado por los grillos; igual que un gorjeo piante descendente que, al quedarse en silencio, hace más evidente el paso de automóviles por la carretera. También hay máquinas madereras por aquí. Definitivamente : el canto de los insectos es como el de los saltamontes en el Pirineo y tantos otros sitios. Me costaba aceptarlo, pero una vez formulado por escrito no me parece tan extraño.
Se levanta brisa ahora por el este. Todos los del lugar dijeron ayer que hoy llovería. A mi ánimo le conviene dudarlo. Suena el anorak de alguien y la brisa se toma un respiro para ponerse más dura. La imagen térmica no es congruente con la sonora. Esta última no da la impresión de que haya parado : se confunde con el lejano frotar de neumáticos en el asfalto. Cuando el vehículo se acerca, queda claro que es un camión ¿Entra? Las máquinas madereras trabajan constantemente por aquí. La brisa arrecia. Si sigue así, pronto se convertirá en viento y puede que termine por traer lluvia. Viene del oeste.
S27.13.830-O054.02.625 . 09.56 . 30.07.201 . 184 metros de altitud
Micrófono orientado al sur
Parrilla
Al lado izquierdo de la carretera, según se viene de la Reserva de Biosfera Yabotí en dirección a la Aldea Yabotí, hay una parrilla. A simple vista no parece un establecimiento público. Es un negocio familiar de muy pequeñas dimensiones. El comedor y la parrilla están en el mismo porche de la casa. Muy amable, el propietario nos ha dado permiso para grabar en la chacra. A esta hora de la mañana, la familia aún no se ha puesto en marcha. Por su acento, no son de Misiones, pero está bien claro que Argentinos sí son. De la casa sale un caminito que va en dirección al río. No es el Uruguay, que está muy cerca, por supuesto. Es sólo un arroyo al que no nos acercamos, porque el sonido del paso del agua enmascararía demasiado otros sonidos que para nosotros son más interesantes. Por eso, disponemos el micrófono antes de salir de la chacra, rodeado de restos de cultivos antiguos entre los que vemos unas plantas de yerba mate. Están podadas. Ayer, Marcelo nos mostró la diferencia entre el árbol en estado natural y el podado de las plantaciones. La apariencia entre un estado y otro no tiene nada que ver. Más allá, hacia el sur, hay vegetación autóctona. Nuestra posición equidista de la parrilla y de la casa vecina, por lo que las voces de los integrantes de otra familia se escuchan con claridad. Particularmente, sin embargo, los gritos de un hombre. Espero que no sea el mismo que tan amablemente nos ha permitido grabar hace unos minutos. No hay nada peor que la falta de respeto cotidiana. Los perros remedan esos gritos, fabulo. Ladran con fuerza. Hacia el este, al otro lado de la casa, han instalado un cercado donde pastan dos mulas. Y aún más al sur, discurre ese arroyo que algo oímos pero que no hemos visto. La carretera pasa muy cerca de aquí. Apenas a cincuenta metros. Precisamente ahora pasa una furgoneta. No creo que sature el micrófono, porque el trazado se hunde en un terraplén, justo a nuestra altura. Sorprendentemente, los pájaros cantan casi más aquí que en la selva. Bueno, no es tan sorprendente. Lo hemos apreciado otras veces. En los entornos rurales, cerca de las viviendas de los campesinos, se puede escuchar mucha fauna. Siempre he imaginado que se debe a cuestiones relacionadas con el suministro de nutrientes. También ocurre que este lugar está muy cerca del río. Los saltamontes cantan particularmente fuerte aquí. Su emisión rugosa de medio segundo a cada segundo y sin parar desde que hemos llegado, me tiene maravillado. Manifiestamente, son saltamontes y no grillos ya a estas horas. Su percepción queda momentáneamente atenuada por una moto que entra en la chacra y para el motor. Cada vez pasan más vehículos por la carretera.
S27.13.270-O054.05.037 . 10.39 . 30.07.201 . 239 metros de altitud
Micrófono orientado al sureste
Colonos
Buscamos un secadero de tabaco para grabar en sus inmediaciones. No lo vemos cerca de la casa, pero nos detenemos porque éste es uno de los pocos lugares donde vemos fácil apartarnos de la carretera sin molestar. La casa, de madera y techo de zinc, tiene las ventanas rojas. No lejos de ella, un cobertizo hace las veces de despensa. Y mas allá, algo más cerca del riachuelo que la separa de la carretera, otro cobertizo alberga un montón de trastos, quien sabe si ya inútiles. Entre ellos hay algo que tiene aspecto de carreta monoplaza victoriana, pero que en realidad debe ser una máquina que se engancha a un caballo o a un buey para recolectar en algún tipo de plantación. En la chacra, donde picotean las gallinas, los pollitos y el gallo, hay plantados cuatro mandarinos. Debe haber otra familia cerca, porque se oyen voces con mucha claridad y buen nivel sonoro.
Nada más preguntarle Gonzalo, un chico de rizos morenos nos ha permitido grabar. Probablemente hijo del propietario, muy amable, me ha dado la mano de forma muy rara; sin apretar, únicamente, encajándola con la mía y retirándola enseguida sin apenas rodearla con sus dedos. Nos cuenta en Portuñol que cultivan el tabaco y también la esponja. Apenas habla Español. La lengua de los colonos es el Portuñol, que aquí, según nos explicaba ayer Marcelo, está contaminado con algunos vocablos alemanes. No todos aprecian la influencia Brasileña en la región. Muchos los ven como invasores. Es llamativo que a lo largo de esta carretera, las redes telefónicas móviles mayoritarias son brasileñas. A menudo, los proveedores argentinos desaparecen totalmente del alcance de los teléfonos celulares.
Debe ser porque estamos alejados del río Uruguay, pero aquí se oye mucho menos la fauna. Sólo algún pajarito, las gallinas, el gallo, que contesta a otro que se oye no muy lejos, y los grillos.
Al marcharnos del lugar y salir a la carretera, comprobamos que unos veinte metros más allá, esta familia tiene su secadero de tabaco. Perfecto. Era lo que necesitábamos.
S27.12.0057-O054.06.262 . 11.21 . 30.07.201 . 392 metros de altitud
Micrófono orientado al suroeste
Colonia
El campo arado separa el micrófono unos cincuenta metros de unas palmas bajas que parecen plataneras. Otros cincuenta metros más allá está la carretera. Y al otro lado, una antena de unos veinte metros de altura. Unos colonos arreglan una motosierra a la puerta de su vivienda, que se halla algo más hacia el oeste. Al poner la motosierra en marcha, se produce un eco espectacular. Detrás del micrófono queda una plantación de árboles de crecimiento rápido para la explotación de madera. De ella surgen sonidos leves que podrían resultar de frotamientos entre materiales diversos, quizá movidos por el viento, quizá por algún animal que merodee por ahí. El camino discurre desde la carretera hacia un grupo de viviendas parcialmente escondido tras un cambio de rasante del que hace un momento salían unos niños escupiendo. Nos han saludado amablemente al pasar, camino de la carretera. Ahora pasan otros y nos miran curiosos. Probablemente se dirigen a la escuela de la colonia, al otro lado de la carretera. Quién sabe si a la parada de autobús. Como esto es una colonia y no una casa aislada, podíamos grabar sin preguntar. De todas maneras, por cortesía, Gonzalo ha ido a hablar con los colonos de la motosierra para pedir permiso. No hablan Español, sólo Portuñol. Están de acuerdo ¿Será por eso que nos han obsequiado con la puesta en marcha de su motosierra y el eco consecuente?
En el fondo sonoro se escucha una motosierra lejana y alguien que golpea tablas. Son muchos planos los que se escuchan, pero ninguno cercano. Cada vez pasan más coches y se escuchan menos los grillos. Muy lejano, un gallo. Algo más próximas, las gallinas de los colonos cloquean a unos cien metros.
Los niños que acaban de pasar no iban directamente a la carretera. Se han sentado un rato con los colonos y luego se han levantado. Al salir ya no eran niño y niña. Eran tres. El nuevo niño era algo más pequeño.
S27.04.382-O053.54.495 . 17.32 . 30.07.201 . 270 metros de altitud
Micrófono orientado al sur
Reserva de Biosfera Yabotí, cerca de la posición de la Wild Life
En el camino, nos cuenta Guillermo, nuestro motorista de hoy, que Harriet y Larragui son los explotadores de madera de la reserva de la biosfera, que en total tiene doscientas cincuenta mil hectáreas. Como es un apasionado de las plantas, le he pedido que nos cuente cosas de los árboles de la zona. El primero que nos muestra es la guayubira, de cuyo tronco, el núcleo dura cincuenta años a la intemperie. Luego nos habla de la guayca, una especie de laurel de madera blanda pero resistente, de la grapia, un árbol de unos diez metros, de copa redondeada y tronco blanco, de una boraginácea que llama loro negro o peteribí, mucho más alto, y del cedro misionero, sapindal de hoja caduca y nada parecido a la idea que hasta ahora yo tenía de cedro. Están sin hoja en esta época del año, por lo que, entre tanta exuberancia, dan la impresión de estar muertos. Pero no es así y en esta selva no es el único árbol que se desnuda. Por ejemplo, el cedro australiano, que alcanza gran altura, también es un sapindal de hoja caduca. Es la toona ciliata... ¿Australiano? Entonces, esto no es bosque primario. No. Ah, vaya. Estaba confundido. Nos muestra uno de tronco y ramas cubiertas por un parásito y explica que de todas formas, hay pocas especies extranjeras. En general han sido introducidas en este bosque por las propiedades de su madera. El laurel es nativo de aquí. La cañarana, también. A mi se me antoja parecido a lo que antes nos decía que era un cedro misionero ¿Y ese alto cercano al cedro australiano? Es el timbó colorado, de tronco muy recto que alcanza los treinta metros. Sus frutos producen abortos en el ganado que las come. A ése de color verde oscuro, los guaraníes le llaman tarumá. Es de hoja perenne y ramas espinosas. Se emplea para cortes y el tum, para las embarcaciones. El alecrín, aquí le llaman ibirá-pepé, da una madera muy buena para el asado. Ni he visto el tal tum ni el alecrín. Creo que ha llamado sipo a una liana de la que nos cuenta que los guaraníes llaman escalera de mono. Pero el sipo es un árbol africano... Cuenta tantas cosas que no quiero interrumpirle con precisiones. Luego nos muestra una planta arbustiva de hojas grandes que llama tabaco bravo y aclara : fumo bravo, en Brasil. El monte nativo se regenera en su presencia. Está echando flores ahora. A su lado, una carqueja, o carquexia; Guillermo dice que es buena para el hígado, pero como propiedades medicinales es espectacular. Es la panacea, según he visto por ahí : antianémica, antiasmática, antibiótica, antidiarreica, antidiabética, antidispéptica, antigripal, antihidrópica, antiinflamatoria, antireumática, anti trypanosoma cruzi, estimulante del apetito, aromática, colagoga, purgante, digestiva, diurética, emoliente, eupéptica, estimulante hepática, febrífuga, hepatoprotectora, hipocolesterolémica, hipoglucémica, laxante, anti esquistosomosis, sudorífica, tónica, vermífuga. Otras fuentes dicen que es un sustituto natural del Viagra, mucho menos peligrosa, y que estimula el apetito sexual de las mujeres. No sé si será verdad, pero eso es coherente con el hecho de que tiende a bajar la presión.
El tacuapi y el tacuruzú son tacuaras, cañas en cuyo interior hay un agua con propiedades coagulantes. Otra planta con un reservorio de agua que se puede beber es la ortiga gigante. Son autóctonas, como ésas palmeras pindó. Tienen mucha fibra y arruinan las cuchillas de las motosierras. Aquí el conocimiento de los árboles se tiñe de elementos madereros. Toda la región vive de eso, ya se sabe. Y ésas son mamonas, muy aceitosas. Señala a una planta con hojas muy grandes y palmeadas. Bueno, eso es ricino. Si no me equivoco, hasta los griegos sabían de esa planta por los egipcios. ¡En este bosque hay de todo! Desde luego. Ese pasto ancho está por todas partes. Aquí le llamamos capín largo. Mientras Guillermo nos contaba sus secretos, las saracuras, unas aves grisáceas que sobretodo corren, han ido apareciendo aquí y allá a lo largo de todo el camino.
Al elegir un lugar de grabación, nos cuesta ponernos de acuerdo en las estrategias de colocación de los micrófonos. Por fin lo situamos a la derecha del camino junto a unas palmeras pindó, encarado a lo más espeso de la selva, que es donde creemos que más sonidos va a captar. Al poco, empiezan a sonar silbidos de procedencia aparentemente distinta y, muy tímidamente, van surgiendo gorjeos y graznidos agudos. Cada vez que desembarcamos a grabar, la actividad de los preparativos deja mudos a casi todos los animales del entorno.
Al cabo de unos minutos se escucha un canto de tempo uniforme que estructura la división rítmica del paisaje con una emisión cada doscientos milisegundos. Es una especie de graznido liso, de subida y bajada leves. Del mismo lugar procede un tenue cacareo que queda pronto substituido por un gorjeo rítmico, en contrapunto con otro más libre. De fondo, además de la cascada y los grillos, mucho más lejos, un piar en prosodia bastante más complejo que todo lo que tenemos cerca, como por ejemplo, ese graznido de dos frecuencias simultáneas y de ritmo periódico que sube ligeramente su frecuencia y desciende. O ese otro piar de frecuencia descendente, siempre igual. No lo he mencionado hasta ahora, pero por supuesto que los grillos están ya en marcha. Me pregunto si paran alguna vez en esta región. Esta mañana, estaban en danza bien pronto. Enmascarados por los saltamontes, pero nunca dejaron de escucharse. En el fondo de la selva se oye gran variedad. No se acercan a la carretera. Hay uno rugoso inicialmente ascendente que desciende luego en trescientos milisegundos. Su forma me es familiar, pero no la identifico. Los silbidos prosódicos continúan a lo lejos y también, en dirección opuesta, los graznidos y gorjeos más simples, aunque no menos interesantes. Como esta mañana, nos hemos puesto a grabar en una hora de cambio.
S27.05.305-O053.58.822 . 18.34 . 30.07.201 . 513 metros de altitud
Micrófono orientado al sur
Mesa Redonda
En Mesa Redonda no hay casas. Sólo es un cruce con nombre, pero en el mapa aparece como una población. Al llegar a este punto, Guillermo insiste en el hecho de que este camino es utilizado por los madereros y por los guaraníes. El desvío lleva a los Saltos del Moconá, pero todo el mundo dice que la carretera está impracticable. Pasamos ayer por aquí y nos quedamos con la idea de grabar en las inmediaciones.
Ya hace media hora que se puso el sol, así que lo que más suena son los grillos. Es la estructura rítmico-tímbrica sobre la que nuestra percepción, tan dada a establecer dicotomías entre fondo y forma, dispone un canto de silbidos atiplados. ¿Qué es percibir, si no destacar señales sobre el resto? Entre las señales que mi percepción decide proponer como forma sin la intervención contradictoria de la consciencia, no sólo está el pájaro de los silbidos : un graznido muy interesante acaba de producirse cerca del micro. Además, por ahí se oyen unos crujidos como de madera. Por el hecho de que son muy poco periódicos, casi estoy seguro de que los producía un animal al mover ramas. Todo eso es forma, por supuesto, pero si me olvido de ello y dirijo mi atención a lo que de entrada involuntariamente me propongo como fondo, los grillos, compruebo que también son formas. Y en su interior, más formas. Tengo la impresión paranoide de que llegaría a desmenuzar los sonidos hasta el infinito y continuaría escuchando formas. Por supuesto que no. La experiencia humana tiene límites. No así la locura.
Como queriendo distraerme de esas ideas de utilidad poco clara, se levanta una brisa en sincronía difícil de separar con la caída de unas ramas en el interior del bosque. Compruebo entonces que los grillos lejanos suenan una tercera mayor grande por encima de los que están cerca. A 180 pulsaciones por minuto y, si se ponen lentos, a la mitad. El crujido de madera vuelve a producirse. Uno, cerca de mí. Otro, enfrente.
Los madereros cortan troncos a oscuras. Antes ya se escuchó una sierra. Ahora otra. Justo al terminar escucharse su eco, vuelve a probar suerte el pájaro que nos regaló su silbido. Pero sólo le responde la maquinaria lejana. Él insiste. A los grillos les importa un pito. Ellos, a lo suyo, como los madereros. Ya no veo el 4x4. Los árboles son sólo sombras. A Gonzalo, ni le oigo ni le veo. Se ha alejado por el camino en dirección a El Soberbio. A Carlos, que está a diez metros de mí, sólo adivino su perfil cuando reparo en que enfrente, y muy lejos, debe haber algún grillo bien especial que canta una tercera menor por encima del mas próximo. Su periodicidad es mucho más rápida, cercana del registro audible. Por los veinte Hertz. Sube de nivel y luego baja, pero eso puede ser efecto de la brisa, que me lo trae a oleadas, igual que mueve las hojas que tengo detrás. Por un instante, tengo la sensación de percibir alguna presencia por ahí. Sólo por un instante.
Aparte de algún camión que le dé por pasar, no parece que vaya a haber grandes cambios en una hora.
Las estrellas han salido y, vete a saber, puede que mañana tampoco llueva.
S27.11.239-O054.06.266 . 19.47 . 30.07.201 . 402 metros de altitud
Micrófono orientado al noreste
Incendio
Volviendo a El Soberbio ya de noche, divisamos un fuego no lejos de la carretera. Guillermo nos cuenta que los colonos queman la selva con la intención de ganar espacio para la plantación de tabaco. Él mismo nos propone que lo grabemos. Parece como si tuviera interés personal en ello, porque podría ser hasta peligroso. Si él está convencido de que podemos hacerlo, por qué no. Después de todo, él conoce el terreno.
Agresivo y muy rápido, el fuego es enorme en comparación con otros fuegos que he visto de cerca. El viento lo trae hacia el punto del camino donde hemos parado el 4x4. Espero que no lo atraviese. Tiene como varios focos importantes. Cuando hemos llegado sólo parecía que hubiera uno, pero luego se han declarado unos cuantos más. Ahora, a la escucha, se perciben claramente tres lugares diferenciados donde el crujir de las llamas es más intenso. Se intensifica con las ráfagas de viento. Detrás del fuego, en la casa se oye música y perros. Pero la gente no está sólo ahí. Hay colonos mucho más cerca. Han venido con sus hachas a hacernos compañía. Como si nos vigilaran. Al pasar una moto en la que viajaban tres personas, el viento ha arreciado y, con él, el fuego. Ha sido bestial. Al quemarse, las ramas secas levantan llamas altas y entonces el aumento de temperatura se nota desde mi punto de observación, a unos cuarenta metros.
Guillermo piensa que ya no es seguro permanecer aquí, así que nos vamos antes de concluir los veinte minutos de grabación.
S27.17.936-O054.12.290 . 20.51 . 30.07.201 . 213 metros de altitud
Posada de la Puesta de Sol . Grabación en ausencia
31.07.2010
S27.17.113-O054.11.873 . 10.31 . 31.07.201 . 141 metros de altitud
Micrófono orientado al suroeste
Serrería
Al costado derecho de la carretera según se sale de El Soberbio en dirección al Parque Provincial Moconá, se encuentra una serrería bastante grande. Nada más pasada la serrería, a mano derecha hay un camino que se dirige a una pequeña propiedad. El coche está aparcado justo a la entrada y el micrófono, algo más allá, ante una construcción de ladrillo que muestra una pequeña puerta metálica en la base. Parece un gran horno. Comparte el espacio exterior de la serrería con gran cantidad de pilas de listones de todos los tamaños que se almacenan a la intemperie. ¿Cuánto tiempo llevan ahí? Hay maderas muy oscurecidas por la intemperie. Otras, totalmente blancas, deben haber sido depositadas hace poco.
El edificio de la serrería consiste en un inmenso cobertizo de planchas onduladas : unas, metálicas, otras, plásticas y transparentes para dejar pasar la luz. Se sustentan en unas columnas metálicas que crecen sobre bases paralelepipédicas de cemento. En el interior, el comportamiento sonoro de las máquinas permite adivinar la presencia de operarios. Como siempre, el factor que evoca la complejidad de comportamiento es la forma en la que los en los sonidos se imprimen relaciones entre periodicidad y aperiodicidad. Alguien debe estar aserrando tablas. No parece que haya mucha gente dentro, sin embargo. A lo sumo, dos personas. Aparte de los coches, que se oyen algo sordos al pasar por la carretera, el canto de unos pocos pájaros llega a nuestros oídos enmascarado por los sonidos mecánicos de gran potencia, a los que se suman las agresivas manifestaciones de alguna motosierra aislada y lejana.
Al otro lado del camino, un complejo de cabañas turísticas. Saltos del Moconá, se llama. La chacra alberga limoneros y coníferas de hoja larga y puntiaguda. Lejos de la entrada, un magnífico juncal que, si el aserradero no hubiera estado ahí, nos habría obsequiado con los cantos de todos los animales que hubiera podido alojar.
S27.13.536-O054 02.217 . 12.21 . 31.07.201 . 173 metros de altitud
Bosque cercano a la Aldea Yabotí . Grabación en ausencia
S27.14.262-O054.01.170 . 13.48 . 31.07.201 . 154 metros de altitud
Micrófono orientado al noreste
Comedor Las Malvinas.
El Comedor Las Malvinas está en un cobertizo elevado sobre una plataforma frente al Río Uruguay. Para acceder al interior, es necesario subir por una escalera de madera de guayubira. Así comprobamos que se trata de una madera al menos tan dura y resistente como Guillermo nos contaba ayer. Hemos venido a comer aquí, porque en la Parrilla, que se encuentra un poco más hacia el Parque Provincial Moconá, no tenían carne hoy. Se les estropeó el coche y no pudieron ir a comprar. Así es como por casualidad, hemos caído en este sitio de aspecto bien agradable. En la chacra hay cesped y plantas decorativas. Destaca un enorme tronco desnudo. Lo trajeron aquí para instalar una antena sobre él y así capturar la señal de Internet brasileña, porque la argentina parece mucho más difícil de cazar. La radio no para. Ahora es un locutor el que no deja de largar, pero antes sonaba música de corte totalmente brasileño. No sólo lo era la música : el acento del locutor también es brasileño. ¿Será fingido? No para, el hombre.
Alguien, mujer, friega en la cocina. El camarero, hombre, permanece sentado. Nos mira.
Al terminar la grabación, el hombre, ataviado con una camiseta caqui de manga corta picuda y tejanos, nos ha contado que el comedor se llama así porque él estuvo en las Malvinas. Mucha gente de la región fue obligada a ir a esa guerra desigual. Nuestro hombre estuvo preso en el Canberra. No puede decir cuánto tiempo, porque nunca les dijeron el día ni la hora y nunca se les permitió ver la luz del sol. Al liberarlo, junto con otros más de cuatro mil soldados, fue abandonado a su suerte en Buenos Aires. Considera que tuvo suerte, porque, aunque con algo de dificultad, pudo llegar a El Soberbio, su tierra, y abrir este restaurante.
S27.08.790-O053.53.857 . 15.44 . 31.07.201 . 330 metros de altitud
Micrófono orientado al Sudeste
Parque Provincial Moconá
Además de guardaparques, Leonardo Olivera es propietario de una reserva cercana llamada Yasí Yateré. Al dirigirse a él Gonzalo para solicitar acceso a zonas reservadas del parque, ha estado muy atento. Nos ha presentado a Santiago, el responsable de los guardaparques del Parque Provincial Moconá, con quien también hemos estado charlando un rato. Ambos han mostrado muy buena disposición a colaborar con nosotros. Al cabo de un rato, nos hemos adentrado en la selva guiados por Leonardo. Tras un paseo corto por el Sendero Chachi, que en Guaraní designa a los helechos arborescentes, Leonardo, nos desvia por un sendero mucho más estrecho. Apenas se ve. Nos cuenta que los guaraníes con quienes nos hemos encontrado antes a la entrada del camino, el cacique Arturo y su nieto, han venido por aquí desde su poblado, que se encuentra a unos treinta kilómetros.
Como llueve mucho, apenas unos minutos después de empezar, abortamos la grabación. Casi no he tenido tiempo de anotar las coordenadas del lugar. Quedamos en que, si pasado mañana nos es posible vadear el río Yabotí, vendremos a grabar otra vez. No podemos venir mañana, porque ya tenemos decidido viajar a Iguazú, donde pretendemos grabar el gran ruido rojo de las cataratas.
01.08.2010
S27.14.524-O054.02.358 . 07.00 . 01.08.2010 . 201 metros de altitud
No se tomó sonido
Aldea Yabotí
Hoy ha sido la primera vez en mi vida que he visto ese pájaro. No es raro, tratándose de mí. Lo raro es que lo tuviera tan claro. Era muy especial. Amarillo y regordete, estaba sobre la rueda de un viejo carro en desuso, frente a la puerta del modulo central de la Aldea Yabotí. Gonzalo me cuenta que en toda la Argentina hay aves como esa. Le llaman bicho feo, porque la gente acostumbra a remedar su canto con esa frase. ¡A mí no me parece nada feo, el bicho, oye!
Nos vamos a Iguazú.
S25.41.734-O054.26.239 . 12.56 . 01.08.2010 . 178 metros de altitud
Micrófono orientado al noreste
Garganta del Diablo.
La única forma de registar el inmenso grave del salto más importante de las cataratas de Iguazú es descolgar el micrófono desde la barandilla y depositarlo sobre la vegetación. De otra manera, como hay tanta gente, si el micrófono estuviera sobre el trípode, por ejemplo, estarían entrando en la grabación todo el rato. Por otra parte, un artefacto como el trípode molestaría mucho la circulación en un sitio tan transitado. Desde el otro lado, donde se divisan las instalaciones turísticas brasileñas, ni la vista ni el sonido pueden ser comparables a las que tenemos desde aquí.
Los fotógrafos profesionales se suben a unas precarias escaleras para picar el ángulo de perspectiva y así evitar la barandilla que, pese a protegernos, nos hace a todos iguales. Dicen que éste es un punto favorito de suicidas. Si uno consigue hacer abstracción de las conversaciones y de la presencia humana, el sitio es sobrecogedor. Tanto por el sonido como por la ingente cantidad de agua que cae en aceleración constante y que, tras hundirse en la nube de espuma resultante del choque del agua que le precedió, se reúne violentamente con la piedra que abajo le espera. ¿Será por eso que se llama del diablo o porque no es concebible la vida humana ahí abajo? No es ésta mi idea del infierno tradicional, mucho más calentito. Conozco otras gargantas del diablo en la tierra. En los Pirineos, por ejemplo, cerca de Saint Bertrand de Cominges, hay una mucho más pequeña que ésta. Será por lo grande y por lo inhóspito. Pero seguro que hay alguna vida en el lugar del choque. ¿Alguien ha estado para comprobarlo? ¿Qué se supone vive ochenta metros más abajo?
S25.42.073-O054.26.696 . 13.44 . 01.08.2010 . 184 metros de altitud
Micrófono orientado al norte
Estación garganta del diablo
El parque está de lo más organizado. Sólidas pasarelas metálicas acotan el camino. Ciertamente facilitan el acceso a casi cualquiera. Ya hemos visto en la garganta del diablo como era la cosa. Por la facilidad del acceso, la masificación es enorme. Quizá sea la más alta que jamás haya visto en un parque natural. Del lado brasileño, hasta se ofrecen viajes en helicóptero, cosa prohibida en Argentina.
Un anuncio sonoro se emite constantemente. La locución muestra claramente el espíritu consumista de la explotación. El acceso a lugares como éste debería ser personalmente más costoso. En mi opinión, tal como aquí se ofrece, pierde mucho valor. Si la tendencia continúa igual, los touroperadores van a terminar poniendo clavijas para llegar a al Everest. De hecho, ya empiezan a proponerse estudios para comercializar turísticamente el espacio.
S25.41.136-O054.26.770 . 15.13 . 01.08.2010 . 172 metros de altitud
Micrófono orientado al noroeste
Salto Bossetti
Hace fresco aquí, cerca del agua. Desde el mirador se ve casi todo : la isla San Martín y su salto, el salto Bossetti y el salto de la Garganta del Diablo. En las inmediaciones de la isla, lanchas cargadas de turistas y en el mirador, junto a nosotros, más turistas. Si uno dirige la vista al camino marcado por las pasarelas, lo mismo. Gente y más gente que, como hormigas, ocupan el camino. La barcaza neumática les espera en el embarcadero. Frente a nosotros, al otro lado del valle, las instalaciones turísticas brasileñas. Esta vez no veremos las proyecciones holográficas de Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, su descubridor para los agresivos cristianos. Por el cielo, buitres y helicópteros.
Ni el ruido rojo más potente del mundo podría acallar los gritos de los jovenzuelos haciendo el oso. Gritar es el impulso más natural ante tanta potencia, lo reconozco; pero es más rico y sublime dejarse sobrecoger por el estruendo y la magnificencia de la fuerza de la naturaleza proyectada en las aguas. Deberíamos ser capaces de sobrecogernos ante cualquier cosa. De quedarnos mudos para saborear el silencio que no puede estar en otro lugar que en nuestro interior. Tanta fuerza podría ser aprovechada para enseñarnos a callar. Pero si tan fácil es llegar aquí, ¿como vamos a ser capaces de valorar en su justa medida las impresiones que los lugares nos producen?
En vez de ello : “señor, ¿podría apartarse para que mis amigos salgan solos en la foto?” Es la segunda vez que me lo piden hoy. Sin apenas un gesto me aparto, pero me quedo con las ganas de hacerle notar lo ridículo y contradictorio de su intención.
S27.13.536-O054 02.217 . 16.00 . 01.08.2010 . 173 metros de altitud
Bosque cercano a la Aldea Yabotí . Grabación en ausencia
02.08.2010
S27.08.806-O053.53.204 . 10.47 . 02.08.2010 . 138 metros de altitud
Micrófono dando bandazos, como todo lo demás
Olla
Gonzalo venía entrevistando a Carlos, el motorista, que cuenta cosas muy interesantes de la geología del río y de la procedencia de los colonos. Es el primer hispanoparlante nativo de la zona que opina que la procedencia de los colonos no es Brasil. Proceden de Centroeuropa, explica, y se trata del mismo tipo de gente a ambos lados de la frontera. Es la gente de aquí, insiste. Hemos venido ascendiendo contra la corriente del río, siguiendo lo que el motorista llama el canal navegable porque fuera de él hay muchos remolinos. El fondo del río Uruguay es una gran zanja, una especie de cañón unas diez veces más profundo que el resto del río. No se rellena con la arena y los cantos rodados que transporta el curso de agua. No en vano, el lecho no es de arena. Es de piedra y en muchos tramos se halla a una profundidad de ochenta a cien metros. A medida que ascendemos, los remolinos aumentan. En los Saltos del Moconá, el agua cae de través al curso del río. Viene del oeste. Se debe a una falla geológica en el manto de basalto que genera una brecha de dos kilómetros y medio. En Guaraní, Moconá significa “el que todo lo traga”. Cuando no hay crecida, las cascadas tienen diez metros de desnivel, pero si la hay, el salto es como máximo de sólo dos. Es lo que ocurre hoy, tras las fuertes lluvias de antes de ayer. La Olla es el lugar donde el río hace más remolinos. Impresionante. Como es imposible escribir mientras damos bandazos a la merced del río y del motor Mercury de no sé cuantos caballos, desisto y me dedico a tomar imágenes en movimiento con mi pequeña cámara fotográfica.
S27.09.294-O053.53.509 . 11.15 . 02.08.2010 . 150 metros de altitud
Micrófono orientado al sur
Piedra Bugre
El embarcadero Piedra Bugre no es otra cosa que una trocha que llega hasta la orilla para sumergirse en el río. Después de pasearnos por los Saltos del Moconá a caballo de la lancha, hemos conseguido que el motorista Carlos nos permita desembarcar en el Parque Provincial Moconá. En la proximidad de los saltos era imposible parar. La corriente se nos llevaba. El lugar de la toma de sonido es frente a dos grandes palmas plataneras en un claro de la selva debido a un antiguo desmonte. Pareciera que a esta hora del día no íbamos a escuchar ya ningún animal. Pero sí. Por el gran tamaño del claro, la presión acústica es baja. Sin embargo, se escuchan muchos sonidos distintos. Todos, por supuesto, ligeramente enmascarados por el fragor de las aguas del río, que en esta zona llena de remolinos bajan muy rápido. Si uno no se para a escuchar con detenimiento, el sonido del agua es igual a lo largo del tiempo. Por el contrario, se trata de un ruido rojo muy variable. A causa de la presencia constante del agua, los planos sonoros se achatan y así es como los sonidos lejanos parecen quedar todos a la misma distancia. En cuanto a sus procedencias, aparte de los saltamontes y la vegetación movida por el viento, en su mayoría, los sonidos de esta toma son cantos de aves.
S27.08.742-O053.55.320 . 12.20 . 02.08.2010 . 133 metros sobre el nivel del mar
Micrófono a la deriva
Oveja negra
Remontando el Yabotí en la Zodiac de motor Mercury amenazador que esta mañana remolcamos desde el Comedor de las Malvinas, llegamos a un lugar denominado Oveja negra. Tratamos de parar ahí, en medio del río, pero la corriente se nos lleva a la deriva. Si la ribera norte manda un graznido, la sur, un gorjeo. Si uno es a favor de la brisa, el otro viene en contra y mucho más débil. Carlos controla el movimiento de la lancha con el remo. Aparte de un grillo solitario, es lo único que se oye. Ambas riberas son mucho más verdes que las del río Uruguay. Las ramas de los zarandajos rozan el casco de la lancha arrastrada por la corriente. El sol calienta. Embarrancamos en las ramas y por fin, nos paramos. Entonces todo descansa y volvemos a escuchar el graznido y el gorjeo grave de antes viniendo de lugares opuestos. Otro graznido distinto se les suma. Así, con un piar da comienzo una sección llena de piares y gorjeos. Mi estornudo lo destroza todo. O no. Es un punto de inflexión. Como la ramas no nos retienen totalmente, no paran de sonar bajo el casco. Crujen. Protestan. “Flexible y resistente, como zarandajo en la corriente” suelta Carlos, que es un hombre afable de pocas palabras. Es medicinal, dice. Buena para el ácido úrico y la leucemia. Será.
A todo esto, el diálogo de silbidos entre ambas riberas, bastante alejadas ahora, parece haberse intensificado. Junto con el piar descendente y el gorjeo grave, los silbidos estimulan la producción de un eco muy particular. Recuerda el de las Salinas Grandes. Las aguas tranquilas y la sal parecen tener propiedades de reflexión parecidas.
S27.08.610-O053.55.407 . 17.10 . 02.08.2010 . 171 metros de altitud
Refugio Moconá . Grabación en ausencia
S27.08.391-O053.55.491 . 17.26 . 02.08.2010 . 174 metros de altitud
Micrófono orientado al sur
Refugio Moconá. Cerca del salto Horacio
De fondo y constante, un salto de agua; muy posiblemente, el salto Horacio. En la senda que desciende hacia él desde las inmediaciones del refugio, la actividad sonora animal es muy poca. Tenuísimos insectos y muy poco densos cantos de pájaros es lo que escuchamos ahora. Mucho más intensos, pero de vez en cuando, los camiones que pasan por la carretera. Hoy está cortada a causa de la subida del agua. Esta tarde, la pasarela del río Yabotí sólo era practicable en chata. Por eso, los saltos del Moconá eran más bien rápidos esta mañana. Antes de ayer llovió toda la noche. Tendremos que volver en otra ocasión al Parque Provincial. Los pájaros andan muy silenciosos esta tarde. Antes hubo tímidos intentos, pero ahora sólo tenemos ruido de fondo : camiones y automóviles desplazándose por la carretera. También, el motor de una bomba que falla de vez en cuando y produce entonces una explosión sorda.
Cuando por fin un pájaro arranca a cantar, nadie le contesta. Soledad. Al fondo, graznidos repetidos. Casi en primer plano, gorjeo también repetido. Si fuera algo mas lento, escucharía un trino. Entre gorjeo y trino no hay diferencia de calidad física. La distinción es psicofísica. Somos nosotros quienes le damos nombre en función de la frecuencia. Es algo así como las notas de una escala. El nombre se lo damos nosotros. Las categorías perceptivas las establecemos nosotros. ¿Cómo sería la percepción sin categorías?
Más explosiones falsas de la bomba, como extrasístoles. ¡Y vaya frío! Dejemos respirar a la selva y vayamos a grabar a otro sitio la despedida definitiva del sol.
S27.08.194-O053.55.715 . 18.14 . 02.08.2010 . 185 metros de altitud
Micrófono orientado al oeste
Trecking del refugio
No hay manera de deshacerse del motor de la bomba del refugio. Al principio he pensado que era un generador, pero no. Sin embargo, como la cascada queda muy lejos y la bomba, también, la sensación general del paisaje es de calma. Hace apenas unos minutos que se ha ido el sol. Los silbidos empiezan a manifestarse. Lo más cercano al micrófono es un piar muy agudo. Bastante lejos, pero quizá lo más fuerte de este momento, un silbido repetitivo parece que no vaya a parar nunca. Por un rato es el cantus firmus de la selva. Como estamos en invierno, hay pocos insectos. Pero se aprecia variedad de cantos de aves. La prosodia descendente ha terminado por un momento con ese canto repetitivo, que, a pesar de estar apoyado por algún congénere, se ha extinguido al cabo de unos segundos.
Por ahí, cerca del micrófono, chisporroteos y el repetitivo, que continúa pareciendo empeñado en ser la base melódicorritmica del momento. Si suena un trino o un gorjeo o silbido, él tiene que ser la trama de fondo. Abrupta, una repetición en el registro medio agudo se atreve a plantarle cara. Diría que es una alarma de un coche si no estuviera aquí, en plena Selva Misionera. Se ha ido alejando, calla y vuelve a empezar. El repetitivo del principio es, contra todo pronóstico, demasiado constante. Puede con todo. Las aves de esta selva parecen primitivas. Cuando un nuevo individuo, también repetitivo e insistente, ha comenzado a cantar, el primero ha callado, como si quisiera escuchar, pero al callar éste, el nuevo no ha cantado más. Sin embargo, el que tenemos más cerca continua interesado en manifestarse. La ludopatía de los teléfonos de contactos debe responder a una pulsión similar. Si encontrara pareja pronto, no querría cantar más al cabo de un tiempo y, en terminología conductista, podría decirse que su conducta terminaría extinguiéndose. Al callar otra vez por un momento, me hago consciente de las verdaderas texturas sonoras constantes e inamovibles del lugar : el salto Horacio y la bomba que aspira agua desde ahí hasta el refugio.
Un nuevo repetitivo e insitente canta mucho más lejos que el que se ha empeñado en acompañarnos hasta ahora. Pero la selva se duerme. Algún grillo canta. Poquito. En la copa de algún árbol, más iluminada que el suelo, un pájaro silba y en el interior de la selva, cada vez más alejado de nosotros, un nuevo repetitivo pulsional se manifiesta. Al caer una ramita al suelo entiendo que lo que aletea es un insecto de grandes proporciones. Los grillos lo intentan, pero el tiempo, aunque claro, está húmedo y frío. Pronto, por mucho rato, no quedará más que el insecto gigantesco aleteando y la bomba estropeada.
S31.24.945-O064.11.122 . 19.23 . 04.08.2010 . 368 metros de altitud
Manifestación contra la ley de bosques . Córdoba
Ya casi a punto de marcharnos, preparando el concierto de pasado mañana, a la búsqueda de sonidos urbanos interesantes, me paseo por el caso antiguo de Córdoba. A la vuelta de una esquina, me doy de bruces con una manifestación contra la votación por la nueva ley de Bosques, que está a punto de ser aprobada. El Movimiento Campesino de Córdoba y todos los amigos que conocimos en nuestra campaña de Quilino-Salinas Grandes desfilan por mi mente. Por favor, que no aprueben esa ley.