La Plaza de la Puerta del Sol o el Sonar de la Revolución

Llorenç Barber
LA PLAZA DE LA PUERTA DEL SOL O EL SONAR DE LA REVOLUCIÓN

Vengo de viaje, y vengo esta vez denso como un racimo, como un 'cluster' que diríamos los músicos matéricos. Vengo en efecto sembrao como un Enrique Morente de a pié. Vengo de vivir en Madrid, la 'Spanish Revolution' de la solar plaza Tharir de los nuestros.

Me acompaña como un abrigo vivo el sonido de esta muchedumbre. Cuando hablamos de 'revolución' nuestro imaginario bulle en estridencias, gentes airadas y rugientes, hordas de machetes, griteríos, cañonazos y acorazados Potemkin. Nada de todo esto se respira en la puerta de esta solar revolución calmosa, más bien todavía late en ella el eco alado de aquel grito mudo con que se abría, a modo de escudo, el largo día de reflexión con todos sus temores -eso sí - a cuestas.

Una mudez aquella hoy muy matizada y más parecida al rumie este al que asistimos ante nuestro ordeñata de cada mañana, en las antípodas de aquel silencio apocalíptico del que nos hablaba un Igmar Bergman, o de ese silencio pop de un John Cage. Ya es común enlazar este tipo de revoluciones con el cibermundo y sus bullentes silencios matizados, es un modo y un mundo que ya empujó felizmente las revoluciones del hermano Magreb y más allá.

Por otro lado me traigo muy pegadito al paladar el aire de las asambleas en medio de plaza, que contra todo lo que imaginamos no son sólo tranquilas sino eternas, muy en las antípodas de ese trepidante cabalgar del héroe de las batallas todas del cine o de aquel lanzar solemnes y rotundas frases que sentencian vidas y triunfos en la literatura. Por el contrario, en Sol todo es (o ha sido) respetuoso, su 'lucha calmada' es pura presencia sin énfasis que de resultas cautiva por su tono de inusitada novedad sin presunciones ni casi, diriase, esfuerzo. Un sonar coral este cuyo protagonismo no lo poseen enrabietados 'solistas' que dan pautas o esloganes, sino un sonar de fratrías laboriosas mansa - tercamente - ilusionadas. 'Ayer, leo en las paredes, estaba indignado, hoy ilusionado'. La cansada sonrisa de Gandhi parece poner sordina al prusiano aplomo de un Marx o de un suprematista Lenin.

Toda la plaza devino pancarta viva y rutilante. Basta mirar en cualquier dirección o altura para, zapeando, descubrir frases como: 'tenemos la fuerza y las herramientas para reescribir la historia', 'in-sol-acción', 'por primera vez en la historia la jornada de reflexión no es sólo para el votante, también para el político', 'no pedimos dinero, sólo colaboración', 'sol somos todos', 'nuestros sueños no caben en vuestras urnas', etc.

La revolución es cosa de jóvenes, y esta vez de jóvenes mujeres-casi-niñas, pero paseando bajo los toldos de esta ciudad de la libertad sonada y soñada, entre curiosos y asombrados, éramos también legión los 'maduros' que nos entremezclamos, siempre en un 'tris' de pasar del asombro a la acción cognitiva, volitiva y de ahí al entusiasmo difícil de disimular. Esa es la razón por la que estamos aquí, el intentar reconocer ese algo de nosotros todavía rebelde y contrastarlo con eso otro que nos tropezamos al sol mismo de la playa esta de todas las españas.

Me encuentro a montón de conocidos y amigos, casi todos artistas o al menos del mundo de la cultura, curiosamente ningún músico. Algunos de ellos habían viajado cientos de kilómetros para llegar y confundirse en este acogedor 'sol somos todos'.

Y sin embargo un enorme interrogante nos troquelaba incesante, perturbadoramente, sobre todos nosotros ( un nuevo 'nosotros'), claro que un denso unísono se imponía y tomaba fuerza cual pedal o bajo continuo capaz de convertirse en chacona de tomo y lomo: ¿cuando acabe este primer verso al sol qué? En las asambleas ese era en gran ritornello: tomar todas las plazas, sembrar e insuflar 'sol' a todo el espacio público disponible para compasivamente extender la buena nueva. De hecho alguien fue capaz de condensar el deseo y escribirlo por las paredes ' hoy las estructuras caminan por las calles'.

Y eso de las estructuras para los que tenemos ya años nos arranca cierta carga melancólica ( ¡ tristes trópicos¡) pues percibimos como aquel estructuralismo de antaño es capaz de regenerarse y dejarse rozar por la multitud de hoy que sabe callar a tiempo, que aprendió de colegiarse a dejarse de razones para sonreír razonadamente, y ya nos suena a verdadera música mundana recién incardinada en el contexto y en las situaciones sin felizmente andar atada a géneros ni formas ni fórmulas preescritas ni solistas furibundos ni batutas de impero y mando sin programa ni intermediarios que todo lo clasifican ni críticos mal informados ni auditorios/mausoleicos ¡ que lejos estas revolucionarias plazas de los castrantes auditoriums con sus aposentadores, sus mal pagados cronistas, sus horarios fijos, filas y acallamientos ¡ En efecto, hoy ya felizmente muchos de nuestros mejores sueños no caben en soportes ni formatos de concierto. Y esta plaza lo canta hermosa, plácida y precavidamente. Hoy escuchamos el cantar del sol, y ya de entre los ecos de su soplo sónico comienza a vislumbrarse la voz, plateada y blanca, como cierta música de Satie o ciertos sonares de esquilón, la cambiante luna. Y con ella en ciernes todo de nuevo es esplendorosamente nuestro.

Madrid día 22 de mayo 2011